POLITICA: MATIAS E. RUIZ

La Plata, ícono de indolencia y Estado fallido

Responsabilidades frente a la pesadilla que transformó a la capital bonaerense y su periferia en una lóbrega necrópolis. Daniel Scioli, Alicia Kirchner, Sergio Berni, Pablo Bruera y -por supuesto- Cristina Elisabet Fernández Wilhelm.

04 de Abril de 2013

En cuestión de horas, la otrora bella "Ciudad de las Diagonales" no solo ha quedado sumida bajo el agua, sino que se ha convertido en el ícono que ilustra con gráfica crueldad los alcances de la indolencia compartida por la dirigencia política. El festival de impuestos que el Gobernador Daniel Osvaldo Scioli ha venido implementando en la Provincia para paliar los amplísimos déficits -está visto- solo ha servido para colorear su inoperancia.

Mientras la opinión pública se centraba casi exclusivamente en la problemática de la inseguridad -variable jamás atendida por el Gobierno Nacional ni por Twitter, Matias E. RuizDardo Rocha-, la naturaleza aprovechó para hacer lo suyo, desnudando la endeblez flagrante de una dirigencia cuya credibilidad se deshace en pedazos. Porque se asiste a un subsistema de gobierno declaradamente incapaz de proveer Seguridad, Salud, Educación ni una Asistencia Social adecuada. Y esta comprobación -difícilmente exista desacuerdo- remite a las realidades de un Estado fallido: el ciudadano promedio, a vista de las consecuencias, terminará por asimilar que ya carece de sentido continuar tributando impuestos, a cambio de servicios que jamás llegan.

Al margen de consideraciones que, lejos de rozar lo político, se vuelven irrebatibles, será momento de arrojar luz sobre cuestiones esencialmente ignoradas por los medios de comunicación. En virtud, claro está, del vigoroso cerco informativo que ya es tema obligado de tratamiento.

Fuentes periodísticas en La Plata ya se atreven a dudar seriamente de la cifra oficial de decesos. Aún cuando muchas zonas periféricas de la ciudad aún permanecen bajo el agua, la recopilación de declaraciones de vecinos y trabajadores de prensa independientes que se desempeñan in situ remite a más de un centenar de muertos, pudiendo este número alcanzar fácilmente los ciento cincuenta. Luego de las obvias dificultades de contabilización, la opinión pública rápidamente podría incluso toparse con que las estadísticas que versan sobre personas desaparecidas -más de cuatroscientas, extraoficialmente- harán escalar la cantidad de individuos que perdieron la vida. El dato surge de elementos de la Policía Bonaerense que, insanablemente desbordados, citan información originada en las morgues locales. De forma complementaria, se cita otra serie de denuncias que reportan sobre un hecho que, con el correr de los días, dará que hablar: personal no identificado retira cuerpos, que luego no son computados por las cifras declaradas oficialmente. A tal efecto, llama la atención que -dentro de los números proporcionados por el Gobierno de la Provincia- los muertos solo sean personas ancianas, cuando los propios vecinos de barrios periféricos declaran haber perdido a sus hijos en medio de la corriente. El cerco informativo comienza a cobrar fuerza: para la dirigencia política (sin distinción de si se trata de La Plata o del Gobierno Nacional) resulta imperativo ocultar las cifras reales de víctimas. Hay mucho en juego y, desde este momento, la ciudadanía puede extraer novedosas conclusiones de cara al verdadero fin perseguido por la promocionada Ley de Medios.

Otro de los aspectos evidenciados en horas posteriores a la tragedia, por supuesto, conduce a exámenes detallados frente al accionar de Defensa Civil. Organo demolido en forma programada -de acuerdo a fuentes locales- para convertirse en una suerte de 'fábrica de ñoquis', y que prácticamente ha eliminado de su agenda la puesta en práctica de acciones de simulación ante desastres. Conforme se ha observado en el terreno, el personal capacitado brilla por su ausencia, y la coordinación ejecutada junto al Comité Nacional de Crisis ha dejado bastante que desear. El Teniente Coronel Sergio Berni (ex espía del Ejército Argentino en Santa Cruz y que prestara servicios para el difunto esposo de la Presidente) y Carlos Castagneto (íntimo de Alicia Kirchner) podrán proporcionar detalles abundantes al respecto.

La asistencia a las víctimas y la provisión de ayuda material -tal como ser viera en ocasión del último temporal que azotó al conurbano durante el pasado año- se encuentra, en gran parte, concentrada en manos de punteros políticos del Frente Para la Victoria. Se trata, como no podía ser de otra manera, del mismo elemento regenteado por intendentes aliados al Gobierno Nacional que operan en tiempos previos a los comicios, siempre a cargo del intercambio de alimentos por votos. Precisamente, el objetivo para el cual el kirchnerismo financia las operaciones del Ministerio de Desarrollo Social. En virtud de que este tipo de asistencia se evalúa teniendo en cuenta criterios electoralistas, el reclamo principal de parte de familiares de víctimas en La Plata es que la ayuda se canalice solo a través de la Cruz Roja Argentina (http://www.cruzroja.org.ar/) o de Red Solidaria (http://redsolidaria.org.ar/).

Pero La Plata no solo está representada por el centro de la ciudad. Los problemas en materia de infraestructura -falta de trabajos de entubado- y las obras prometidas pero jamás cumplidas (o bien mal ejecutadas) han convertido a la periferia en un cementerio. Sucede que, mientras que los medios masivos se ocupan de citar los más de trescientos milímetros de precipitación computados en zonas céntricas, se obvió comunicar sobre los más de tres metros de agua que barrieron con barrios alejados. Es en estos núcleos donde la cifra de decesos se incrementará conforme el transcurso de los días; las familias protagonistas de este capítulo del desmadre, o bien carecen de documento de identidad, o bien jamás lo tuvieron. Habrá que decir que sus muertos no computan para la estadística, muy a pesar de que los tenebrosos relatos obsequiados por testigos superan con poco esfuerzo los números compartidos por la Administración Scioli, o por el propio Sergio Berni.

En el ínterin, incluso quedó margen para la patética puesta en escena organizada por los capitostes más destacados del cristinismo. Con pavorosa ingenuidad, el jefe comunal platense Pablo Bruera declaró vía Twitter (http://twitter.com/PabloBruera) encontrarse asistiendo a las víctimas cuando aún no había finalizado sus vacaciones en territorio brasileño. Al día siguiente, desafió a la opinión pública, comentando que no renunciará a causa del indefendible desliz. Señal de que exhibe serias intenciones de continuar con los festejos clásicos del desparpajo administrativo.

Alicia Kirchner -quien ya debería olvidarse de encabezar las listas del Frente Para la Victoria en la Provincia de Buenos Aires de cara a las Legislativas de octubre- se apersonó junto a no menos de una docena de guardaespaldas en la zona de desastre, solo para recibir durísimos cuestionamientos por parte de los afectados. En el vértigo de la indolencia, solo atinó a compartir ante los medios una sentencia execrable: "Hay agitadores que no quieren que se ayude". Sergio Berni montó otro circo igualmente indecoroso, rescatando a personas mayores en Tolosa ante las cámaras de tevé.

Desde luego, los reproches furibundos que más captaron la atención de las audiencias fueron los padecidos en carne propia por la Presidente Cristina Fernández Wilhelm. Por una vez, decidió hacer lo correcto frente a una tragedia, optando por recorrer Tolosa (el barrio donde reside su madre, Ofelia). Pero la jugada no salió del todo bien, en tanto una marejada de vecinos la rodeó y ella -visiblemente nerviosa, y manejándose torpemente ante una circunstancia inesperada- eligió la peor vía para replicar: la del bastardeo. Echando mano de su clásica prepotencia, maltrató a los damnificados, les impidió hablar y hasta se atrevió a darles lecciones sobre el verdadero sufrimiento. Breves instantes más tarde, ponía pies en polvorosa, despidiéndose en un vehículo oficial. Los vecinos cercaron el rodado y, por momentos, la custodia presidencial debió preocuparse por posibles incidentes. En rigor, se trató de un nuevo capítulo en el penoso costumbrismo presidencial de fugarse de la realidad.

En tanto las esperanzas preelectorales del oficialismo se han topado ahora con su némesis -pues el panorama y las consecuencias compartidas por la inundación no se olvidará fácilmente-, muchos coincidirán en que es el Gobernador Daniel Scioli quien se lleva la peor parte. Financieramente extenuado, políticamente de rodillas, y montado únicamente en la tenue prerrogativa de la creación de nuevos impuestos, ahora deberá enfrentar a una Presidente enfurecida que sabrá aprovechar la catástrofe para someterlo aún más. Por si ello fuera poco, Scioli sabe que no dispone siquiera de los recursos para subsidiar a los afectados. Lo más probable es que termine solicitándolos a Balcarce 50 -Bruera carece de ellos-, que ya venía negándole fondos para abonar el salario de los docentes bonaerenses, y ello derivará en nuevos conflictos entre Dardo Rocha y Buenos Aires.

Los argentinos ya disponen del entrenamiento necesario para medir a sus dirigentes: la política no solo rehúye de los problemas; los genera, fogonea y explota para el propio provecho. El pandemónium platense ha servido para exponer fielmente este contexto disfuncional, desnudando cada uno de sus flancos débiles.

Matías E. Ruiz, Editor