La semana de Nicolás Maduro: entre las narconovelas capitalistas y el papel higiénico
La pasada semana se caracterizó por los ribetes de alto dinamismo en la existencia del presidente fraudulento de Venezuela, Nicolás Maduro. Con bastantes más decibeles que el período que lo hiciera famoso, a raíz del "pajarito chiquitico de Hugo Chávez" que lo perseguía, para recordarle...
La pasada semana se caracterizó por los ribetes de alto dinamismo en la existencia del presidente fraudulento de Venezuela, Nicolás Maduro. Con bastantes más decibeles que el período que lo hiciera famoso, a raíz del "pajarito chiquitico de Hugo Chávez" que lo perseguía, para recordarle al oído la importancia de continuar con la "revolución" bolivariana.
¿Cuál es, después de todo, la razón por la cual ciertos bizarros acontecimientos siguen teniendo lugar en la nación caribeña? ¿Cómo se interpreta que, muy a pesar del alto precio del barril de crudo en el mercado internacional, la economía venezolana no demuestra siquiera una mínimamente aceptable de crecimiento en su PBI y que los índices de la deuda pública continúen disparándose hacia niveles exorbitantes? La respuesta es sencilla: el gobierno interviene y se entromete allí donde no debe.
El Ministro de Comercio, Alejandro Fleming, expresaba estos días que "la revolución traería al país el equivalente a 50 millones de rollos de papel higiénico (...), para que nuestro pueblo se tranquilice y comprenda que no debe dejarse manipular por la campaña mediática de que hay escasez".
En el capítulo relativo al desabastecimiento de rollos del invaluable papel, hacen su aparición los absurdos planteos del chavismo. Este echa las culpas del desabastecimiento a una campaña opositora que "hace desaparecer productos básicos". Pero la explicación no debería ser tan compleja ni paranoide: la escasez es consecuencia directa de las políticas de control de precios. Con todo, la fraudulenta administración en Caracas pasa por alto las secuelas de la expropiación, eludiendo rememorar la confiscación hostil de más de 1.500 firmas -entre ellas, una productoras de alimentos y de insumos básicos.
Otro de los anuncios olvidables de Maduro y su séquito remite a la próxima reunión que mantendrán los funcionarios con los dueños de los canales Televen y Venevisión. El presidente ordenó que se lleven a cabo, a fin de prohibir lo que él llama las "narconovelas": "Ya basta de narconovelas ¿Verdad? Ya basta de series televisivas que promueven la drogadicción, el culto a las armas (...); todas las televisoras de este país tienen que cambiar y dejar de reproducir los antivalores del capitalismo (...) Yo les voy a proponer a ellos algo: una televisión muy distinta (...) ¿Por qué las novelas lo que tienen que promover es la deslealtad, la traición, el narco, la violencia, la cultura de las armas, la venganza? Porque es lo que más vende, dicen".
Así, pues, Nicolás Maduro ha argumentado que ésta es la forma más efectiva de eliminar la violencia de la sociedad, cuando lo correcto sería reconocer que el narcotráfico y el incremento del delito son, sencillamente, un subproducto del socialismo declamadamente "revolucionario" del difunto Hugo Chávez Frías. Regla de oro del "Socialismo del siglo XXI": el gran culpable de los pecados propios es el sistema capitalista, chivo expiatorio predilecto del chavismo, sin importar que las vidas segadas por la delincuencia durante el año 2012 ascendieron a 21.692 almas -conforme a estudios del Observatorio Venezolano de Violencia- se contabilizaron durante la Era Chavista.
No será difícil concluir el análisis sentenciando que las muertes y el auge del delito en las calles venezolanas no cesarán solo porque Nicolás Maduro decida remover determinados contenidos de las transmisiones televisivas. El presidente en dudas debería retomar los libros: el capitalismo, a diferencia del socialismo de falsa presunción revolucionaria, es un sistema que reconoce derechos y las libertades individuales; en él, los derechos de propiedad y la libertad económica son complementos fundamentales para el desarrollo personal y el progreso individual. Dentro de ese sistema (que el chavismo continúa reprimiendo en su país, pero que en Occidente es sinónimo de verdadero crecimiento), las relaciones entre individuos observan carácter voluntario, la violencia del estado en perjuicio del individuo no solo no es aceptada, sino que se encuentra debidamente penada. Atendiendo a su raigambre autoritaria y represiva, el socialismo que defiende Maduro solo dispone de una herramienta para la imposición de sus ideas, que es, a la vez, una fórmula para el fracaso: la amenaza.
De la mano de la represión y de las libertades, la Venezuela chavista solo continuará compartiendo, precisamente, esas noticias que el presidente Maduro no solo reconoce implícitamente, sino que desconoce son origen del modelo que declama defender.