Por qué Pekín necesita proteger la libertad de sus críticos
La confianza de la gente en el Estado empieza a erosionarse cuando no hay un Estado de Derecho genuino que limite el poder y la envergadura de la élite que gobierna.
James A. Dorn es Vice-presidente para Asuntos Académicos de Cato Institute y especialista en China y coautor de China's Future: Constructive Partner or Emerging Threat? (El Futuro de China: ¿Socios Constructivos o Amenaza Emergente?).
La confianza de la gente en el Estado empieza a erosionarse cuando no hay un Estado de Derecho genuino que limite el poder y la envergadura de la élite que gobierna. El último abuso de confianza en China es el descubrimiento de que más del 40 por ciento de la oferta de arroz en Guangzhou fue contaminada con cadmio, un metal tóxico. La idea socialista de que “el poder reside en la gente” es un dicho sin sustancia.
La verdad es que los líderes del Partido Comunista de China y sus compadres capitalistas todavía están por encima de la ley.
La falta de una constitución efectiva que proteja los derechos fundamentales a la vida, la libertad y la propiedad —incluyendo el derecho a la libertad de expresión— significa la politización de la vida económica, la corrupción y la injusticia. Sin el derecho de expresar ideas libremente y de criticar los abusos de poder del gobierno, los chinos están sometidos a sus amos estatales.
La libertad de expresión y de conciencia son esenciales para el desarrollo de una sociedad harmoniosa. La función legítima del Estado es proteger a las personas y la propiedad bajo un Estado de Derecho.
Los líderes de China reconocen nominalmente el Estado de Derecho pero no tienen incentivo alguno para limitar su poder. Aún así, no permitir lo que el Premio Nobel Ronald Coase y su co-autor Ning Wang denominan “un mercado libre de ideas” en el libro Cómo China se volvió capitalista (How China Became Capitalist), significa que la innovación se enfrentará a obstáculos importantes en el futuro.
Sin la competencia y la crítica, el proceso de descubrimiento del mercado no puede operar completamente. La gente tiene que ser libre para escribir y pensar —y para identificar y corregir los errores. Un sistema dinámico de mercado requiere lo que el economista Joseph Schumpeter llamaba “destrucción creativa”. No puede haber creación sin libertad y fracaso.
En la economía de la información, las ideas importan. China una vez fue una tierra de grandes inventores. Podría volver a serlo si la gente fuese libre de intercambiar todo tipo de ideas sin tener miedo a represalias por parte del Estado. Es fácil confiar en un Estado pequeño rodeado de un mercado libre grande —como Hong Kong. La ex colonia inglesa tiene un verdadero Estado de Derecho aunque todavía no tiene una democracia. La China continental, también, podría moverse en esa dirección.
Los nuevos líderes de china, el presidente Xi Jinping y el Premier Li Keqing, han prometido continuar con la liberalización económica, acabar con la corrupción y fortalecer el Estado de Derecho. Aún así, uno ve continuas violaciones de ese principio.
Los chinos liberales continúan siendo acosados y la prensa es estrictamente controlada. El libro Lápida (Tombstone) de Yang Jisheng, en el que él sostiene que Mao Zedong es responsable de la hambruna masiva iniciada en 1958 por el Gran Salto Adelante, ha sido prohibido en el continente. Mao Yushi, uno de los más destacados promotores del Estado de Derecho en China, ha estado recibiendo cada vez más ataques de izquierdistas. Y Hu Shuli, la destacada editora de Caixin, ha recibido la orden de descontinuar la sección de asuntos legales de su popular revista.
Esas violaciones de derechos humanos están perjudicando el sueño de China de lograr lo que Xi llama “la gran renovación de la nación china”. Como señalan Coase y Wang, “Cuando un gobierno se mantiene por encima de la ley, pero posee enormes activos, inevitablemente deja muchos derechos sin especificar y abiertos al dominio público. Esto corrompe la política, invita al saqueo, y engendra la injusticia”.
Imponer una cortina de hierro sobre la libre expresión socava la confianza en el Estado. No puede haber justicia sin un poder judicial independiente que haga cumplir el Estado de Derecho y sin una prensa libre que lo defienda. El reto más importante de China será reparar un déficit de confianza y encontrar la forma de combinar la reforma política con la económica.
Las dos no pueden estar separadas por mucho tiempo sin perjudicar severamente los prospectos de China de lograr la prosperidad, la paz y la harmonía duraderas.
Este artículo fue publicado originalmente en South China Morning Post (China) el 3 de junio de 2013.