Ecuador: máscaras del autoritarismo
Numerosos artistas salieron en cadenas, respaldando la ley de comunicación. Es de estimarse que esto conlleva explicaciones profundas y personales.
Gabriela Calderón es editora de ElCato.org, investigadora del Cato Institute y columnista de El Universo (Ecuador).
Numerosos artistas salieron en cadenas, respaldando la ley de comunicación. Es de estimarse que esto conlleva explicaciones profundas y personales.
Por un lado, se encuentra la tradicional atracción que sienten los artistas por el mito de la revolución, por la utopía que esta promete. Cualquier cosa que se aparte de la utopía de la cual se han enamorado, les parece algo rechazable que merece ser destruído, en búsqueda de un supuesto paraíso terrenal. Esto puede llevarlos a apoyar terribles abusos, como en su época lo hicieron Pablo Neruda y Julio Cortázar, dos gigantes de la literatura mundial.
Por otra parte, se presenta la sensación de merecerse más aprecio del que la sociedad les muestra. Por ejemplo, la cantante Olga María, quien ganó el Premio a la Mejor Intérprete Femenina en el Festival Mundial de la Canción, dice: "Lamentablemente, cuando regresé a mi país, los medios no supieron valorar la noticia de que yo gané". En una sociedad en la que la gente decide libremente qué ver, qué leer, y qué obras de arte comprar, puede que un artista que se ha esforzado tanto en una obra que a él le parece maravillosa, no obtenga en dólares o en fama lo que cree merecer. El sistema de precios, por lo tanto, le parece injusto. Pero la maravilla del sistema de precios, si se le permite funcionar libremente, es que miles de millones de personas “votan” con sus dólares para seleccionar la oferta de arte, cultura y contenidos en medios que desean. Los intermediarios son los empresarios, quienes estudian las preferencias reveladas de los consumidores de artes, cultura, información, etc., para descifrar qué oferta les resultará más atractiva a sus clientes. Cuando no ofrecen lo que los consumidores prefieren, a estos empresarios les toca perder dinero.
Por supuesto que si uno cree que la gente en general no aprecia “el buen arte”, “la buena cultura”, y “la verdadera información”, uno considerará apropiado que alguien o un grupo de personas tenga la autoridad de coartar esa libertad de elegir de las personas imponiéndoles, por ejemplo, la nacionalidad de la música que deben escuchar, de la publicidad, o de los contenidos en televisión. Si “la gente no sabe”, pues los iluminados que sí saben deben enseñarles. Esto es el "esnobismo cultural". La cruda realidad es que las preferencias del público no siempre convienen a la carrera de un artista y pueden parecerle de mal gusto. Pero la alternativa es que un grupo le imponga sus preferencias al resto de la sociedad.
En estas cadenas, no pocos artistas sugieren que, sin el respaldo del Estado, los trabajadores del arte ecuatorianos no tendrían la oportunidad de triunfar. Pero lo cierto es que existe un importante caudal de talento nacional que ha triunfado en el mundo, y mucho más que podría lograrlo sin necesidad del respaldo estatal. Así lo han demostrado Julio Jaramillo, Oswaldo Guayasamín, Tranzas, entre muchos otros.
Por cualquier razón que hayan decidido prestarse para apoyar la Ley de Comunicación, estos artistas no deberían olvidar una advertencia de Octavio Paz: "El Estado no crea el arte, difícilmente puede impulsarlo sin corromperlo y, con más frecuencia, apenas trata de utilizarlo lo deforma, lo ahoga o lo convierte en una máscara" (1)
Este artículo fue publicado originalmente en El Universo (Ecuador) el 21 de junio de 2013.
Referencias
1. Paz, Octavio. “Poesía, sociedad, Estado” en La casa de la presencia: Poesía e historia en el Volumen I de sus Obras Completas. Galaxia de Gutenberg/Círculo de Lectores, 1999.