Sobre el dilema financiero de la República Popular China
Los medios de comunicación financieros están descubriendo que la República Popular China se ha involucrado a sí misma en una perjudicial política monetaria, uniéndose así a la larga lista de países en idéntica situación.
Los medios de comunicación financieros están descubriendo que la República Popular China se ha involucrado a sí misma en una perjudicial política monetaria, uniéndose así a la larga lista de países en idéntica situación. Lo siguiente es que los medios de comunicación deberían comprender que China no se enfrenta a una crisis, sino a un problema a largo plazo para deshacer los efectos de malas decisiones tomadas a lo largo de varios años.
La República Popular China (RPC) sufre claramente de una política de crédito demasiado expansiva. Ello reduce el impacto de una liquidez adicional, algo parecido a arrojar baldes de agua a un lago y esperar que se produzca una inundación. Pekín construyó su propia trampa con su enloquecida política de préstamos de 2009, que fue erróneamente alabada por muchos analistas. La amplitud del problema ha sido evidente desde hace algún tiempo.
Y, ahora, la trampa se ha cerrado sobre sí misma: los miles de proyectos iniciados entre 2009 y 2010 demandan una financiación continua. Y lo propio sucede con cientos de empresas que deberían haber quebrado. Ante este escenario de sobreendeudamiento, el gobierno está dudando y desconoce si corresponde aplicar una mayor flexibilización cuantitativa a gran escala, pero lo concreto es que pequeñas inyecciones de dinero ya no tendrán efecto. Y una de sus consecuencias es una crisis de liquidez a corto plazo.
Es preciso tomar malas decisiones normativas durante años para alardear de un exceso de crédito y, a la vez, no disponer de suficiente liquidez. Amén de los híperestímulos keynesianos de 2009, Pekín se ha negado a abrir la cuenta de capital; por lo tanto, el dinero no puede entrar ni salir libremente de la China. Todo lo cual crea un muro de tal envergadura que la República Popular acumula montañas de activos extranjeros prácticamente inútiles, al tiempo que estallan los pasivos domésticos.
Ahora, el gobierno en Pekín desfila en todo foro posible, insistiendo en que se compromete a abrir la cuenta de capital. Pero ese proceso deberá ocurrir a lo largo de la década. También podría llevar todo ese tiempo para que el Banco del Pueblo reduzca el crédito doméstico a niveles sensatos.
Finalmente, los observadores de los asuntos chinos se tendrán que acostumbrarse a asistir a importantes problemas financieros surgiendo periódicamente pero de forma regular durante, al menos, los próximos cinco años. Al momento de estallar la crisis financiera, incluso los observadores más expertos parecían mostrarse impresionados frente a la capacidad sin par de la República Popular China para movilizar recursos. Pero, ultimadamente, suele suceder que se cosecha lo que se siembra.