El espejo de los espías: Berni, Milani, Verbitsky
"La diferencia entre la estupidez y la genialidad consiste en que la segunda tiene sus límites" (Albert Einstein)
Aún resta certificar si el episodio del allanamiento ilegal y posterior robo en el domicilio personal de Sergio Tomás Massa beneficiará a este último en el tramo final de la campaña electoral. No obstante, lo que con el correr de las horas ha cobrado fuerza de certeza es que un porcentaje nada despreciable de la opinión pública en conocimiento de los titulares de la prensa escrita hoy arriesga una relación entre personeros del Gobierno Nacional y la sospechosamente barroca maniobra.
Así las cosas -y más allá de lo ya publicado por columnistas dominicales-, será hora de prestar atención a versiones novedosas computadas por fuentes reservadas, cuyos detalles ya se encuentran en poder del mundillo de la Inteligencia y algún reducido espectro político.
Un nutrido cúmulo de miradas se concentra, pues, sobre el Teniente Coronel y Doctor en Medicina Sergio Alejandro Berni. En rigor, la precandidatura del jefe comunal Martín Insaurralde -lícito es apuntarlo, conforme así venían presentándolo reputadas encuestadoras de opinión- comenzaba a exhibir un sorprendente repunte, frente a la numerología compartida por el circuito massista. Para el kirchnerismo, la tentación de generar eventos noticiables que terminaran de inclinar el campo de juego fueron decididamente grandes; factor que empujó al subsistema cristinista a ingeniar un evento similar al que en su oportunidad contaminara (o, al menos, así lo intentara) al businessman Francisco De Narváez y a Enrique Olivera.
El frío cómputo de los hechos referirá que el prefecturiano Alcides Díaz Gorgonio se adentró en la morada del alcalde tigrense, Malena Galmarini de Massa y su familia, empuñando una pistola calibre .22 con silenciador de manufactura 'artesanal'. Instrumento este último que, conforme a la legislación nacional y a disposiciones tipificadas desde RENAR (Registro Nacional de Armas) -así como el recorte de escopetas más allá de los 36 cm- se encuentra taxativamente prohibido en su utilización. Portar armas de fuego con supresores, a los ojos de la ley argentina, se condice con la actividad de un sicario o killer, para citar la referencia arcana del trabajador de prensa.
Para Díaz Gorgonio, algo salió definitivamente mal: se suponía que éste ingresaría y egresaría de su objetivo sin ser visto por integrantes del núcleo familiar de la víctima, guardias de seguridad o vecinos -existió inteligencia previa, ejecutada a lo largo de extensas jornadas. Fundamentalmente, el hombre de Prefectura Naval no sería captado por el circuito cerrado de televisión (CCTV) o, al menos, así le fue prometido por su controlador. El resto es historia antigua: el intruso no solo fue captado por vigilancia electrónica, sino que también fueron divulgados sus rasgos biométricos ante los consumidores de medios -un modesto target o audiencia de millones de personas.
Corolarios para un análisis sobre el cual pocos demuestran ímpetu para hurgar: Alcides Díaz Gorgonio fue literalmente "entregado". Confeccionado el escenario previo para que pudiera infiltrarse con la necesaria dosis de impunidad (y, seguramente, desconociendo la legislación penal vigente respecto del empleo de silenciadores o "mudos"), el bueno de Alcides se convierte ahora en pasajero de una pesadilla: abandonado por su comando y liberado a su suerte por el elemento uniformado que, sugestivamente, "olvidó" neutralizar el sistema de CCTV. Consecuencias -apuntarán algunos- del consabido desprecio de la Presidente de la Nación por sus Fuerzas Armadas, que gana empuje desde el grueso yerro de una ostensible reducción salarial. Diez años después, la Comandante en Jefe ha resuelto depositar su confianza en el ámbito del espionaje castrense, sencillamente porque el personal profesional de la Secretaría de Inteligencia solo pasa a "cobrar por ventanilla", trabaja a reglamento y se cruza de brazos en una eterna pausa para el café. Chavismo inapelablemente tardío, en opinión de otros muchos.
Al cierre, se asiste a una interna de espías que promete. La mención previa del episodio en Página 12 de la intrusión en Tigre cobró color en la pluma de Horacio Verbitsky. La citación del ideólogo y cabecera de playa del periodismo militante condujo directamente a la entrada en acción de Sergio Berni en los medios. No por obra de la casualidad, los operadores de la SI con fulgor oficialista redireccionan los cañones de la sospecha hacia el General César Milani; acaso para deslindar responsabilidades de Berni en la fallida operación.
Otros lobbistas con marcado de tarjeta en 25 de Mayo 11, mientras tanto, se atreven a compartir una versión bastante más perturbadora -a la que, se sugiere, conviene prestar oído-: Milani, Berni y Verbitsky llevan agua para su propio molino. A sabiendas de que el curso político comienza a bifurcarse, optan por cuidarse las espaldas. Aunque, para ello, sea necesario obsequiarle un campo minado forjado a base de errores a Cristina Elisabet Fernández Wilhelm. Y en cuyo ropaje han decidido limpiarse -lentamente- las manos.
En el terreno político, y ya después del 27 de octubre, el "mariscal de la derrota" -ya se había referido desde estas líneas- tendrá nombre y apellido: Daniel Osvaldo Scioli.