Un domingo cualquiera, a las puertas del camposanto
"Cuando debemos enfrentar una guerra, solo existe algo por hacer, y eso es ganar. Puesto que la derrota es una de las peores cosas que pueden suceder en una guerra" (Ernest Hemingway)
Cristina Elisabet Fernández Wilhelm y sus comisionistas habían ingeniado el turbio mecanismo de las PASO con el objeto de maniatar a la totalidad del espectro opositor, coartando su radio de alcance a nivel territorial. En agosto de 2011, las Primarias sirvieron para anticipar la sensación de victoria que luego se consolidaría con el 54% de octubre de aquel año. El ceremonial triunfalista cobró forma desde el eslogan "Cristina ya ganó".
La Presidente forjó el hierro de la herramienta que, apenas dos años más tarde, regresaría para herir de muerte a sus expectativas de permanencia. La humillante derrota de este domingo 11 de agosto acaba de sellar un amargo cadalso para ella y los acólitos más comprometidos con la recalcitrante fraseología de un modelo ahora en insoslayable agonía. Los monotributistas del subsistema carecieron de empatía desde el inicio, de tal suerte que ninguno de ellos se hallaba en condiciones de alertar previamente que marchaban -juntos y desprovistos de ropaje- hacia Moscú en plena temporada invernal. Parece ser que las lecciones de la Historia se caracterizan por retornar con particular crudeza en tiempos de tribulación.
"Cristina ya perdió" será, desde hoy, la síntesis subliminal que compartirán medios no alineados al poder y opinión pública para exponer lo que ya se perfila, esto es, que el Frente Para la Victoria se ha quedado sin piernas para encarar octubre. La Casa Rosada precisaba, al menos, arañar un 50% de adhesiones en la Provincia de Buenos Aires y una numerología mínimamente potable en otros distritos, si de lo que se trataba era de llegar al 27O con algún atisbo de cohesión. El encumbramiento computado por el tigrense Sergio Tomás Massa dio por tierra con aquella prerrogativa, con el agravante de que, por estas horas, Francisco De Narváez deberá evaluar seriamente y a consciencia si no sería mejor dar el paso al costado en la contienda. Así las cosas, su escuálido porcentaje serviría para engrosar la cosecha del massismo y de la sorprendente configuración UNEN. Y este panorama -sobra decir- podría teñir de color negro azabache las ya magras perspectivas de un oficialismo en jaque. Consideraciones que ya corretean por las conexiones neuronales del Gobernador Daniel Osvaldo Scioli; degradado por la propia Presidente hasta verse forzado a ocupar el rol de mustio macetero, el esposo de Karina Rabollini ha terminado de comprender que la "estrategia" de la no-confrontación ha determinado su muerte política. Y todavía le queda contemporizar con las consecuencias del 28 de octubre.
Con todo, debe computarse otra flagrante maldición que, tanto Balcarce 50 como el espectrograma de columnistas dominicales aún eluden tratar: la comentada performance del Frente UNEN comienza a abroquelarse en torno del objetivo de hacerle perder al Gobierno Nacional dos bancas en el Senado, de aquí a las Legislativas. El furibundo speech de la chaqueña Elisa Carrió se orienta hacia la consecución de ese logro que, en los hechos, es más que plausible. Y se construye desde la proposición de aunar esfuerzos de comunicación y sintonía con otras fuerzas -PRO, acaso- para que esta necesidad sea evaluada en relación a su importancia.
Mientras que en Tigre todo son sonrisas, el desglose de los resultados retornados por las PASO debería servir a criterio de dejar de lado cierta conclusión ingenua, a saber, que la oposición light hecha carne por Massa sirvió para consolidar el triunfo. Ello podría ser acertado para la obsequiar color a fotografía obtenida en este primer paso, pero esta táctica no necesariamente podría ser funcional de aquí al futuro. Puesto que Cristina Kirchner -muy a pesar de sus palabras del domingo, cercanas a la despedida- redoblará su apuesta, y ello solo conducirá a tensar la cuerda con la Justicia, la ciudadanía, los medios independientes y los sectores productivos (industria y agro). Finalmente, si Sergio Massa no acentúa su desapego del esquema oficial (condenando con mayor dureza, por ejemplo, los casos de corrupción), los votantes podrían percibirlo como colaboracionista y su buenaventura podría diluírse. En este sentido, los asesores del intimismo tigrense deberían preguntarse hasta qué punto Rubén Darío Giustozzi (de prolífico tránsito por Florida, EE.UU., y que ganó a los tumbos en su propio distrito), Alberto Fernández (otrora recalcitrante nestorista y salpicado de sospechas a los ojos de la opinión pública) y Mónica López (legisladora ex denarvaísta con demasiado para ocultar y muy poco para mostrar) pueden contribuir a solidificar el respaldo obtenido. O si, en contrario, agigantan el flanco débil de su mandamás.
Finiquitada la construcción abstracta del proceso electoral, la realidad regresará para recordar a todos su vigencia. A partir de este momento, el taciturno empresariado desoirá las razones que otrora exhibía para someterse a las bravatas de Guillermo Moreno y Axel Kicillof; los mercados paralelos se atreverán a operar más libremente, pivotando desde la zona de confort pergeñada por las Primarias; y, por cierto, la mecánica política le pondrá el moño a la coyuntura para conmemorar un ensordecedor vaciamiento del FPV. Escenografía en donde también habrá que computar el trabajo de numerosos magistrados que, envalentonados, procederán a asfixiar sin piedad a los mejores hombres de Cristina.
"No es una elección nacional", bramaron muchos -desde ambas veredas. Desgraciadamente, la Presidente prefirió nacionalizar la refriega. Así le fue.
Ahora, solo resta diagramar los alcances reales de su venganza, que pagaremos todos. A este respecto, pocas dudas quedan.