'Tristes tigres' opositores
La decadencia argentina tenga su exponente máximo en la clase política, en un podio compartido con quienes el destino había señalado como dirigentes y prefirieron abdicar de sus obligaciones...
11 de Noviembre de 2013
"¿Es un imperio aquello que allá se apaga, o sólo una luciérnaga?" (Jorge Luis Borges)
* * *
La decadencia argentina tenga su exponente máximo en la clase política, en un podio compartido con quienes el destino había señalado como dirigentes y prefirieron abdicar de sus obligaciones. Siempre he dicho que el famoso apotegma –"cada pueblo tiene el gobierno que se merece"- es falso, ya que la verdad dice: "cada pueblo tiene el gobierno que se le parece"; aquí está suficientemente probado. Hace mucho tiempo, concretamente el 6 de noviembre de 2008, publiqué una nota, "Es hora de hombres, no de nombres" (http://tinyurl.com/lzj3huo), que hoy tiene una actualidad tal que permite descubrir el cierto camino hacia la intrascendencia que nuestro país ha decidido recorrer desde hace décadas; propuse allí algunos de los temas básicos que hoy, lamentablemente, conservan total actualidad.
* * *
La decadencia argentina tenga su exponente máximo en la clase política, en un podio compartido con quienes el destino había señalado como dirigentes y prefirieron abdicar de sus obligaciones. Siempre he dicho que el famoso apotegma –"cada pueblo tiene el gobierno que se merece"- es falso, ya que la verdad dice: "cada pueblo tiene el gobierno que se le parece"; aquí está suficientemente probado. Hace mucho tiempo, concretamente el 6 de noviembre de 2008, publiqué una nota, "Es hora de hombres, no de nombres" (http://tinyurl.com/lzj3huo), que hoy tiene una actualidad tal que permite descubrir el cierto camino hacia la intrascendencia que nuestro país ha decidido recorrer desde hace décadas; propuse allí algunos de los temas básicos que hoy, lamentablemente, conservan total actualidad.
El triste espectáculo que ofrece la mayoría de los que se titulan opositores al modelo, muchos de los cuales lo acompañaron desde la gestión o desde las bancas parlamentarias durante los últimos diez años, es una muestra de ello. Los gurúes marketineros los han fabricado como envases vacíos y les prohíben expresar sus ideas –si acaso las tienen- para evitar la fuga de eventuales votantes que están dispuestos a “comprarlos” por su aspecto, por su juventud o por su simpatía.
Todos estos precandidatos parecen ignorar qué contendrá el paquete envenenado que recibirán si les toca el “gordo de Navidad” con el que sueñan, y no consiguen ponerse de acuerdo siquiera en un manojo de políticas de estado susceptibles de evitar los mayores daños que, inevitablemente, sufrirán las clases menos acomodadas cuando exploten todas las bombas que el kirchnerismo habrá plantado cuando, al fin, abandone el poder.
Hay algunos grandes temas que podrían consensuarse y que, si lo fueran, cambiarían el futuro. Me refiero a la lucha contra el narcotráfico, a la inseguridad, a la corrupción, a la educación, a la salud, a la vivienda, a la redistribución federal de los ingresos públicos, a la defensa nacional, a la infraestructura, a la energía, a la relación con el mundo, a los subsidios fiscales y a los planes sociales, al déficit fiscal, a la boleta única, a la reelección en los cargos, etc., y al irrestricto compromiso de respetar la Constitución Nacional, con todo lo que ello implica. He propuesto, en una nota del 21 de febrero de 2012, a la que titulé “La Argentina que quiero” (http://www.elojodigital.com/contenido/10567-la-argentina-que-quiero), soluciones para algunos de ellos pero, como siempre sucede en nuestro país, nadie parece o quiere escuchar.
Conociendo los bueyes con los que aramos, esa actitud generosa y positiva de los líderes políticos sólo se dará si la ciudadanía, mayoritariamente, los obliga a adoptar conductas altruistas, esas que todos declaman compartir. Debemos exigirles, bajo apercibimiento de repudiar con nuestros votos sus candidaturas, que se sienten a una misma mesa y se pongan de acuerdo en esos temas básicos, aunque mantengan sus diferencias en cuanto a la forma de arribar a las soluciones necesarias; luego, seremos nosotros, los ciudadanos de a pie, quienes elijamos entre los métodos propuestos.
Hoy, todos están compitiendo, muy agresivamente por cierto, por las eventuales candidaturas para un 2015 que, en la Argentina, significa tanto como discutir el sexo de los ángeles. En el camino hacia la fecha prevista para la entrega del poder, el 10 de diciembre de ese año, existe todo tipo de inminentes vallas que el país deberá saltar tan sólo para sobrevivir; esperemos que la Presidente se encuentre en condiciones psicofísicas de reasumir en plenitud sus funciones porque, si no fuera así, entraríamos en un período muy complicado, por las guerras intestinas que se desatarán entre los que aspiran a ser los herederos del modelo.
La primera de esas vallas, y la más grave, como señaló el Episcopado en su durísimo documento, es el crecimiento de todas las actividades vinculadas al narcotráfico, que incluyen la destrucción de toda una generación de argentinos “ni-ni” en manos del paco. La crisis moral que afecta a toda nuestra sociedad y que viene desde las más altas esferas del Gobierno repercute, especialmente, en las fuerzas de seguridad que deberían enfrentar este flagelo, convirtiéndolas en presas fáciles para quienes manejan sumas de dinero que exceden todo esfuerzo de imaginación. Cuando un gendarme o un policía, que ganan sueldos extremadamente bajos, son tentados por quienes manejan las rutas y los laboratorios de la droga, los sobornos ofrecidos son de tal magnitud que convertirían en verdaderos santos a quienes los rechazaran y, como todos sabemos, los santos escasean en la Argentina. Por lo demás, ¿cómo pedirle ética a un humilde servidor público cuando está al frente del Gobierno el ladrón de Amado Boudou o es Presidente de Aerolíneas Argentinas el ladrón de Hijitus Recalde?
Si no nos ponemos de acuerdo inmediatamente en la gravedad de este tema, más temprano que tarde nuestro país, como ya sucedió en México y Colombia, comenzará a contar sus muertos por miles y, dado el panorama que presentan nuestras fuerzas armadas, carentes de formación y de equipos, de tanques, de aviones y de buques, aquí será aún más complicada la lucha y más esquiva la eventual victoria. No necesito explicar qué consecuencias acarrearía -en una sociedad tan fragmentada como ésta que los Kirchner legarán al futuro- un incremento previsible del narcotráfico.
La segunda será la inflación, tan negada por Guillermo Moreno, que está condenando al hambre a vastos sectores ignorados por el INDEC; cuando las fiestas navideñas se aproximen, se registrarán nuevas conmociones sociales que el Estado se verá imposibilitado de controlar, tanto desde el ángulo económico por la escasez de recursos cuanto desde el punto de vista policial; si el 30% de la población saliera a reclamar, no existen fuerzas de seguridad capaces de pacificar esas protestas. Por lo demás, si el hato de burros incapaces que constituye el pseudoequipo económico adoptara cualquier medida aislada (como fue el nuevo endeudamiento post facto convalidado por el Poder Ejecutivo por $ 50.000 mil millones el viernes) y, seguramente, contradictoria con otras vigentes, fogonearía aún más la inflación, complicando la situación general.
La tercera será la caída infernal de reservas que registra el Banco Central, que se agudizará el año próximo por el robo de otros US$ 5.000 millones por el pago del cupón atado al falso crecimiento del PBI y por la necesidad de importar más energía a mayor precio, y todo eso agravado si, desde la Casa Rosada, no se inventan nuevos cepos para frenar el monumental déficit de la cuenta vinculada al turismo. Mientras todos los países de América Latina, con la obvia excepción de Venezuela, han multiplicado varias veces su nivel de reservas, la Argentina las ve irse por la alcantarilla, perdiendo la capacidad de reacción que necesitará cuando el viento de popa que la ha acompañado en la última década cambie definitivamente de cuadrante, como está comenzando a suceder.
Por otra parte, resulta directamente increíble que los funcionarios de hoy se entreguen en manos de la Justicia, sabiendo que perderán hacienda y libertad, cuando el Gobierno termine. La proliferación de los barrabravas, de los peligrosos presos "fugados" de las cárceles que integran el “Vatayón Militante” y de los motochorros que actúan como sicarios del poder, nos están indicando por dónde vendrán los tiros.
Como se ve en el inventario elemental que he confeccionado más arriba, los problemas son numerosos, y serán peores dada la resistencia del Gobierno a pagar la cuenta de esta fiesta para pocos y tomar medidas que, aunque quizás impopulares, puedan aliviar el panorama desolador al que nos enfrentaremos muy pronto; los economistas ya no discuten si la crisis llegará, de lo que nadie duda, sino cuándo se producirá, es decir, si doña Cristina se hará cargo de ella o este duro rol será reservado a su sucesor. Tal vez la única esperanza de un cambio radical en el Gobierno radique en la presión de los gobernadores que han sido castigados en las urnas, y que identifican al modelo como causante de todos sus males.
En cuál sea respuesta a esta pregunta podría determinar, precisamente, si el regreso de la viuda de Kirchner se concreta o no. Quizás sueñe con echar la inevitable culpa a quien sea el futuro inquilino de la Casa Rosada –"¿vieron que, conmigo, esto no pasaba?"- e intentar ser reelecta en un brumoso 2019, pero eso ya entra en el reino de la fantasía irrealizable, como sucedió con el eterno recambio matrimonial hasta que la parca lo frustró.