POLITICA: DR. ENRIQUE GUILLERMO AVOGADRO

Tropezón y caída en la pasarela

El despido de tres de los integrantes del quinteto disonante que ¿condujo? la economía cristinista –el Ministro de Economía, la Presidente del Banco Central y el Secretario de Comercio Interior...

01 de Diciembre de 2013

"No nos profeticéis lo verdadero, decidnos cosas halagüeñas; profetizad mentiras"  (Isaías, XXX, 10)

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El despido de tres de los integrantes del quinteto disonante que ¿condujo? la economía cristinista –el Ministro de Economía, la Presidente del Banco Central y el Secretario de Comercio Interior- constituyó una confesión ficta del fracaso de cuanto se hizo hasta la fecha; si no fuera así, ¿por qué se los habría cambiado? Pero, más allá de ello y, sobre todo, del aplauso que prodigo a varias de las nuevas políticas oficiales en tanto van en la dirección correcta para la reconciliación con el mundo y sus mercados, el “modelo” primero tropezó frente a la realidad y, ahora, se ha caído definitivamente de la pasarela en la que el “relato” lo ha hecho desfilar durante una década. Y, en la caída, sufrió una grave fractura cuyas reales consecuencias no es posible vislumbrar aún.
 
El reconocimiento de la necesidad de aceptar las sentencias del CIADI y las auditorías del FMI, arreglar con el Club de París y con Repsol, sincerar las estadísticas, devaluar sin que se note, etc., son medidas tendientes a buscar -a como dé lugar- los dólares que tanto faltan y que el Gobierno no puede imprimir ante la negativa de Barack Obama a prestarle la maquinita a Cristina, Ciccone, Vandenbroele y Boudou. Como dije más arriba, estoy de acuerdo con todo ello, pero creo que presentará algunas dificultades.
 
Porque, presumo, aún para alguien tan eficiente en “vender” exitosamente disparates a su clientela como ha demostrado ser la señora Presidente, será difícil que los que le gritan “acá tenés los pibes para la liberación” y algunas organizaciones sociales que sinceramente adoptaron como dogmas religiosos los discursos del kirchnerismo acepten, sin protestas, rumbos tan contrapuestos  como los que ahora parece llevar adelante la Casa Rosada. Es más, si los llegaran a “comprar” dejarían expuesto que no acompañaron hasta ahora por ideología sino por meros intereses crematísticos, de esos a los que esta pseudoizquierda es tan afecta.
 
Por su parte, y tal como preveíamos, los opositores no consiguen siquiera aprovechar el cambio de agenda que la realidad impuso al discurso oficial, y sus mayores exponentes continúan perdidos a la espera de un rescate que los vuelva a impulsar hacia la superficie del magma en que se encuentran. Cuando surgió la disputa que debió ser la más acérrima, la discusión del Código Civil en el Senado, un silencio profundo fue la respuesta de quienes hubieran debido gritar su disenso y convocar a la ciudadanía a manifestarse en calles y plazas; no basta con que hayan dejado al oficialismo votando en soledad. Que el pueblo no sepa, en general, de qué se trata no sólo habla mal del Gobierno y del deterioro que, a pesar de los mayores recursos, se ha producido en la educación durante esta década, sino de quienes, liderando otras fuerzas políticas, hubieran debido explicar clara y universalmente la importancia del tema.
 
Lo más curioso, por supuesto, en esta semana aciaga para las esperanzas de futuro, fue la actitud inefable del Senador Miguel Pichetto –sí, ese que fue menemista, duhaldista, nestorista y cristinista, sucesivamente. y que, con el mismo fervor, apoyó la privatización y la confiscación de YPF- que aclaró que, pese a que no estaba de acuerdo con el proyecto de Código, lo votaría por “obligación política”. Si a quienes sostienen que el pejotismo sólo cambia de color para ser siempre el mismo –una máquina para construir y conquistar el poder, para lucrar desde él- les faltaba un argumento decisivo, el rionegrino les mostró a qué extremos se puede llegar y cómo funciona ese hilo conductor.
 
Mientras tanto, y dando una prueba más de su innata habilidad, el Gobierno sustrajo del proyecto de nuevo Código uno de sus temas más complicados –la irresponsabilidad civil del Estado y de sus funcionarios, a título personal, es decir, una verdadera autoamnistía- para transformarlo en una futura ley, que ya fue aprobada en Diputados y puede ser sancionada rápidamente, aún durante las sesiones extraordinarias. Un nuevo clavo se habrá puesto entonces en el ataúd donde yacen los restos de la seguridad jurídica nacional. La frutilla de este maloliente postre fue la propuesta de tantos nombres de abogados adictos (incluido quien fuera letrado de Boudou) para integrar la Cámara de Casación Penal.
 
Y aquí llegamos al problema básico: hasta que no resucitemos una Justicia independiente y consolidemos ese “concepto horroroso” (según Kiciloff), no habrá medida que pueda superar la aversión que produce en los inversores el enorme riesgo que significa invertir hoy en la Argentina. Si, para muestra, basta un botón, la oferta oficial a Repsol de pagar con bonos que rinden el 8% anual en dólares permite confirmarlo, ya que Bolivia, Paraguay y Uruguay están hoy consiguiendo dinero fresco en el mundo a larguísimos plazos y a tasas que, en ningún caso, superan el 4%; por su parte, y como era de esperar, Repsol ha pedido mayores garantías que la mera firma de la señora de Kirchner, a quien no considera merecedora de crédito alguno.
 
Porque, debemos recordar, fue el propio don Néstor (q.e.p.d.) quien inventó a los Eskenazi en YPF para robarse el 25% de la empresa, y que el pago, garantizado por la firma del mismo Kirchner y de Patotín en el contrato, implicó no sólo la pérdida del autoabastecimiento energético sino la necesidad creciente de importar combustibles, primera razón de la inflación galopante actual. Más tarde, cuando falleció su marido e intentó proteger la fortuna familiar, la negativa de los testaferros a reconocer esa calidad llevó a la confiscación del 51% de la empresa y a la contemporánea ejecución de la deuda que los bancos y Repsol tenían contra quienes habían prestado su nombre para la maniobra.
 
En resumen, un cuento tan chino como los que nos contaron tantas veces y, ahora, el de los préstamos en yuanes que el Gobierno está tan entusiasmado en obtener, dinero que, si es que aparece, sólo podrá servir para comprar productos de la propia China, y que necesitará de un nuevo discurso épico para explicar que entonces será bueno que compitan contra los artículos fabricados aquí.
 
El cristinismo intentará sobrevivir –y conservar libertad y fortuna-, cambiando su aspecto. Dependerá, entonces, de la inteligencia de nuestros conciudadanos percibir qué hay detrás de los siete velos con los cuales, como las hetairas musulmanas, intentará esa supervivencia que, a mi modo de ver, ni siquiera el luto olvidado podrá garantizarle.

 
 
Sobre Enrique Guillermo Avogadro

Abogado. Columnista de temas políticos de Argentina, y colaborador en otros medios nacionales. Sus artículos completos pueden repasarse en el blog del autor, o en el enlace http://www.elojodigital.com/categoria/tags/enrique-guillermo-avogadro.