Arabia Saudita: fatwas versus progreso
El pasado día 29 de diciembre, una perturbadora notica hacía eco en mi cabeza. Retumbando como una cacerola escaleras abajo, en un edificio totalmente vacío...
03 de Enero de 2014
El pasado día 29 de diciembre, una perturbadora notica hacía eco en mi cabeza. Retumbando como una cacerola escaleras abajo, en un edificio totalmente vacío.
Resulta que, ese mismo día, el presidente francés, François Hollande, llegó a Riad para una visita oficial de dos días acompañado por una amplia delegación ministerial y empresarial, compuesta por los titulares de Exteriores, Defensa y Comercio Exterior, así como de una treintena de empresarios franceses. En la agenda a tratar, y que tenía previsto abordar con el rey saudí, Abdalá bin Abdelaziz, están tanto asuntos económicos como los conflicto regionales, en especial el de Siria, según un comunicado de la agencia saudí SPA.
Y la noticia en cuestión de la que les hablaba es que la policía religiosa de Arabia Saudita, tenía intención de reprimir cualquier intento de celebrar el año nuevo en este país ultraconservador, que aplica una versión muy estricta del islam, según indicó el pasado domingo un periódico local. Resulta que las autoridades religiosas del reino, han emitido una fatwa (decreto religioso) del comité de ulemas saudíes que prohíbe las celebraciones de año nuevo porque no corresponden con el calendario musulmán, según el diario Okaz. Y la noticia no tiene desperdicio ninguno, dado que Arabia Saudita se ha colocado entre el 2008 y el 2012 en la tercera economía que más ha crecido en el G-20, por detrás de China e India. Y, entre los años 1999 y 2012, el PIB del país se ha quintuplicado. Con lo que podemos deducir que a progreso económico no siempre le acompaña progreso social y democracia, claro está.
Resulta chocante que uno tenga que leer que la policía saudí ha advertido a floristas y vendedores de regalos para que no vendan rosas rojas, o muñecos de peluche, o cualquier otro objeto que pudiera relacionarse con las celebraciones de año nuevo.
En Arabia Saudita, la policía religiosa es conocida por sus abusos y reprime a las parejas que no están casadas, a las mujeres que no llevan el velo o no respetan la prohibición de no conducir o a los comercios que abren durante las horas de oración. La policía guardiana de la moral, la policía religiosa, que es la peor policía que te pueda pillar. Tal y como existe en Marruecos y otros países musulmanes, guardianes de la moral que vigilan atentos para que lo que ellos interpretan como moral y como religión, sea cumplido a rajatabla, sin excusas, sin fisuras. Claro: esta policía de la moral no entra en fiestas suntuosas, o en casas de príncipes o nobles donde la ley y la moral la dictan ellos, y donde las tradiciones europeas y muchos hábitos campean a sus anchas, en el anonimato que la posición brinda, al arrumaco del poder, del dinero.
Tienen los saudíes recelo por dejar que la occidentalización y globalización de su sociedad dañe sus costumbres, algunas muy controvertidas no solo por sectores occidentales, o por organizaciones de derechos humanos, sino por una valiente minoría ilustrada saudí que clama por una sociedad más abierta y más democrática. Aunque esta minoría sea casi invisible, por la cuenta y riesgo que la disidencia política puede traer, y acarrea, como hemos visto en infinidad de casos, rozando el esperpento medieval o el escarnio más vergonzante.
Resulta paradójico que, de los 27 millones de habitantes que tiene ese reino, más de un tercio son ya extranjeros que trabajan a marchas forzadas para la dinamización, y modernización del país. De hecho, más del 90% de los trabajadores del sector privado son extranjeros. Expatriados, como se les llama, que marchan allende las fronteras para trabajar en compañías mundiales en países en vías de desarrollo o de economías en alto crecimiento, son los trabajadores del siglo XXI, pertrechados con la ilusión de construir una brillante carrera en poco tiempo, afilando resquicios del globo y viviendo en culturas ajenas, pero que les resultan acogedoras de facto.
Por ello, resulta más desconcertante conocer a estas gentes sofisticadas, educadas en las mejores universidades del mundo, y apoyar cosas como ésta, al Gran Mufti de Arabia Saudita habiendo proclamado una fatwa en la que afirma que las manifestaciones “son contrarias al islam”, que sinceramente no dejan de ser medidas impopulares y carentes de lógica democrática posible, y que chirrían con esos modales exquisitos, esa delicadeza de pensamiento poético, y la grandeza de espíritu que todo musulmán debe portar, porque lo uno no debería estar reñido, por intereses y pleitesías, con lo otro.
He vivido en Oriente Medio y, al principio es un ritmo y un día a día bastante duro; tal vez la ilusión que lleva uno por el aprender y el perseverar en un medio agreste o desconocido, cuan viajero que es seducido por la tierra que le da de comer. Uno acaba acostumbrándose al entorno muy bien, ayudado por la comunidad de expatriados, que siempre te sugieren, te guían y te aconsejan, dándote las instrucciones que nunca debes olvidar, y que siempre debes escuchar, palabra de experiencia, palabra de expatriado.
Recuerdo una cena con un ex ministro saudí, algunos de sus más estrechos colaboradores de gabinete, y varios de los integrantes de la delegación saudí al Congreso Internacional de Naciones Unidas de Servicios Postales del Mundo (UN Union Postal Congress), celebrado el pasado año 2012 en Doha, Qatar, donde nos conocimos. Una de los temas recurrentes para esa velada fueron los diferentes conceptos de sociedad que existen en Arabia Saudita y en cualquier país moderno y desarrollado del mundo, así como la cuestión religiosa y de fe. Recuerden que para un musulmán creyente, no hay cosa peor que alguien que no crea en nada, y especialmente que no crea en una de las tres religiones, pues está escrito en el Corán que somos hermanos.
Y yo constantemente intenté arrancarles el porqué persisten en mantener tradiciones y costumbres que atentan contra la igualdad de los seres humanos, o contra su dignidad. Está claro que ellos ven que su reino nada en petrodólares, que las compañías extranjeras se cuidan de obtener suculentos contratos en su país, y que las firmas extranjeras venden cada vez más, a pesar de las restricciones y controles arancelarios, que darían para otro artículo, y que por tanto a ellos les viene de maravilla mantener su estado semi-privilegiado, donde las clases existen, los títulos, menciones, y dignidades se sienten y las autoridades religiosas conservan el poder social, que tenga o no como fin tener controlada a la población, la realidad es que consiguen su propósito último, que es, el de mantener las tradiciones locales y nacionales por encima de las extrañas, extranjeras, a pesar de los pesares, a pesar de la globalización y a pesar de la progresiva modernización del hermético y aún desconocido país. Pero, ¿a qué precio?, y ¿hasta cuándo?
Foto de portada: Riyadh (Arabia Saudita), 29/12/2013.- El Presidente Francés Francois Hollande (I) y el Príncipe Saudí Salman Bin Abdulaziz (D) conversan durante un encuentro en la Terminal Real del aeropuerto de la capital Riyadh, el pasado 29 Diciembre de 2013. EFE/EPA/AHMED YOSRI
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@EmilCyc
Sobre Emilio López Carrasco
Periodista freelance. Publica periódicamente en la web USA Hispanic Press, con base en Washington, D.C.