El periodista y bloguero Glenn Greenwald ha regresado. Sus últimas revelaciones en materia de documentación clasificada -provista por Edward Snowden- revelan numerosas habilidades pertenecientes al espionaje, una letanía de 'trucos sucios', que las agencias pueden emplear para hacerse de un objetivo de inteligencia. Estas revelaciones solo muestran de qué manera los cruzados sin capa se han alejado de su misión de tinte mesiánico a la hora de descubrir 'acciones non sanctas', por parte de aquellos de quienes se supone deben protegernos de acciones non sanctas.
En parte, Greenwald se entromete en nuestro más oscuro deseo de echar una mirada al lado desagradable trabajo de la inteligencia. Mirar fijo al lado sórdido del trabajo del espionaje ha sido una característica cultural de la Guerra Fría, entronizada en películas como 'El Espía que Vino del Frío' (The Spy Who Came In From the Cold). Exhibida en 1965 -instancia en que la Guerra Fría estaba más fría que nunca-, el film relataba la historia de un agente secreto británico enviado a la Alemania Oriental comunista para desacreditar a un poderoso oficial de inteligencia. Gracias a la asistencia de una novia pro-comunista pero involuntariamente idealista, el protagonista ingenia una campaña de desinformación en perjuicio del operario de la Alemania del Este.
La película se basó en un libro publicado en 1963 por el novelista John le Carre. El nombre real del autor era David John Moore Cornwell, quien trabajara en agencias del espionaje británico en los años cincuenta y sesenta. Y había algo más que someras descripciones relativas a espías entrelazadas a lo largo de sus muchos libros.
De igual forma, veteranas películas de James Bond, como 'Dr. No' (1962) y 'De Rusia con Amor' (From Russia with Love, 1963) eran tan brutales como portadoras de referencias a pequeños trucos sucios del espionaje extraídos de la vida real. Mientras los bamboleantes años sesenta ganaban terreno, la serie Bond se volvía más similar al estilo de los dibujos animados y obsesionada con 'aparatos' o gadgets, tecnologías que, antes que herramientas utilizadas por espías reales, parecían surgidas de la ciencia ficción.
Ni bien la Guerra Fría comenzó a desvanecerse de la cultura popular, nuestra obsesión con los espías bordeaba a parodias como la comedia de 1985 'Espías Como Nosotros' (Spies Like Us). Dan Aykroyd y Chevy Chase ocupaban el rol de dos incompetentes agentes del servicio exterior que terminan superando a los espías 'profesionales', al momento de superar a la KGB y salvar al mundo.
Cuando las Torres Gemelas de Nueva York fueron derribadas, la carcajada se detuvo. Luego de ser esmerilada por la Comisión del Congreso Estadounidense sobre el 11 de Septiembre por no haber sabido 'unir los puntos' y por 'falta de imaginación', ese ataque contra la inteligencia estratégica se presentó alejado de las bromas. La expectativa consistía en que, en el futuro, nuestros muchachos no llegarían a tiempo a atrapar a los malos.
Pero, aún cuando los estadounidenses aguardaban que el conjunto de las agencias de tres letras optimizaran su accionar, la contranarrativa que promocionaba que ellos abusaron de su autoridad formó parte de la cultura pop posterior al 11 de septiembre. Ningún film corporizó mejor este sentimiento que 'Rendition' (2007), cuando Jake Gyllenhall descubre que los buenos habían secuestrado y torturado por error al tipo equivocado.
Al igual que otras películas pesimistas pos-9/11, Rendition cosechó críticas encontradas (un rating de 47% en la web Rotten Tomatoes), en tanto que su performance en la taquilla fue mediocre.
Greenwald, Snowden, y Julian Assange han logrado aquello que Hollywood no pudo hacer, esto es, nutrir un sentimiento popular que ahora va a por todas. Los trabajos de los tres citados fueron mencionados en el festival digital SXSW de Austin, Texas (versión digital del convite The Burning Man); aunque, por cierto, Snowden y Assange debieron aparecer en streaming de video, dado que son personas buscadas por actos criminales.
Lo que se ha perdido de vista en medio de los aplausos para Wikileaks es la capacidad de distinguir entre actividades legítimas y apropiadas de la órbita de la inteligencia, y entre auténticos abusos de poder.
No hay excusa para los abusos de poder. Pero la pérdida de buena inteligencia también puede representar una gran amenaza contra la libertad. No ha habido un mayor ataque contra las libertades en el pasado reciente que pudiera superar a la orden de Putin -protector de Snowden- para invadir Crimea. El mundo hubiese sido un lugar mejor si la inteligencia estadounidense hubiese anticipado esos hechos y provisto a la Casa Blanca con mejores evaluaciones, que hubiesen ayudado a la Administración Obama a mostrarse mejor posicionada ante la crisis.
Las realidades del mundo exponen que precisamos un enfoque superior a la hora de apreciar el valor de las actividades de la inteligencia. El enfoque de Assange y otros, consistente en alentar temor de cara al espionaje, ha producido mucho calor pero compartido poca luz.
Considere Usted el 'valor' de las recientes revelaciones de Greenwald. Este afirma que las actividades de inteligencia en el Internet convierten a la Red en 'un sitio poco confiable en el cual estar'. Se trata de una afirmación audaz, habida cuenta de los innumerables actores maliciosos que aparecen en el mundo online. Más aún, se asiste a una evaluación absolutamente carente de sentido de la proporción, que ignora los aspectos positivos de la recolección de inteligencia en el Internet.
El estándar apropiado se basa en insistir en que los servicios de inteligencia operan dentro de la ley, y que sus operaciones son efectivas -no que los espías deban actuar en la Red como buenas personas.
Foto de portada: Glen Greenwald | Foto: Salon.com