Las reformas exigidas por el Fondo Monetario Internacional y la Unión Europea ofrecen a Ucrania la mejor oportunidad para superar el legado de socialismo y corrupción que ha dejado a su pueblo empobrecido y a su economía como la menos libre del Viejo Continente.
Como cualquier otro país, poblado con personas reales y con distintos antecedentes, necesidades y habilidades, los problemas políticos y económicos son complejos. No serán resueltos con soluciones rápidas ni balas mágicas.
En resumen, aquí está el problema: Ucrania nunca contó con una economía abierta, basada en el libremercado.
Desde la era soviética en adelante, las propuestas políticas y económicas en el país se basaron en lo siguiente: un pequeño grupo de élites y oligarcas utilizaron el poder del Estado para enriquecerse, manteniendo el control político y comprando a las clases bajas con una miríada de salarios y precios subsidiados. En el desbarajuste, se perdieron las clases medias y cualquier oportunidad para lograr avances o un crecimiento sustentable.
Este tipo de regímenes son clásicos. Los hemos visto en Europa Oriental, Rusia, China, el Medio Oriente, Africa, Asia y Latinoamérica -en cualquier sitio donde las fantasías del socialismo tuvieran espacio para arraigarse. Podrán sostenerse durante un tiempo, pero las contradicciones internas conducen inevitablemente a la reducción de la productividad, la asfixia económica y el desorden social. Ucrania se ha convertido en el más vívido ejemplo de ello.
Así las cosas, el FMI y la UE exigieron romper con la corrupción del pasado, e integrar a la economía ucraniana con el mundo moderno. A cambio de asistencia financiera que podría totalizar unos US$ 30 mil millones, o más.
Los críticos a esta proposición ven una forma de chantaje económico y de austeridad forzada que perjudicaría a los pobres. Sin embargo, esas mismas voces no comparten otra alternativa que no sea la de una dependencia perpetua para Ucrania, consignando que ésta se convierta en una suerte de patio trasero de Occidente.
Cuando menos, el FMI y la UE ofrecen un sendero para un futuro más próspero e independiente. Las reformas promocionadas por ambos tienen por objetivo crear una economía de libre empresa que pueda integrarse exitosamente al mercado global mundial.
Con todo, esto significa que los precios deberán ajustarse. Los ucranianos han venido pagando un aproximado de US$ 85 por tonelada de metro cúbico de gas natural, contra el precio promedio de entre US$ 400 y US$ 500 en la región. Los índices salariales para los pobres han sido prefijados por el gobierno, de tal suerte que han caído más rápido de lo que lo ha hecho la productividad. Las tasas de intercambio han sido convertidas en forma extremadamente elevada y artificial, subsidiándose el consumo a expensas de la inversión y el crecimiento.
Dar marcha atrás en estas distorsiones será duro. No hay dudas de que perjudicará a aquellas personas acostumbradas a vivir de importantes subsidios en el pasado; eventualmente, deberán pagar algo más para acercarse a los precios típicos del mercado para las materias primas (commodities).
Un incremento en la productividad demanda cambios reales en materia de educación, entrenamiento y hábitos de vida, que pueden ser difíciles. Sin embargo, a menos que las condiciones artificiales creadas por las políticas del gobierno sean eliminadas, no habrá posibilidad para los ucranianos de competir efectivamente en Europa, para luego buscar un estándar de vida más comparable con el de la región.
Idealmente, las duras reformas exigidas para una nación como Ucrania deberían ser implementadas gradualmente, y durante décadas. Para este país, debieron haber dado inicio en 1991. Pero no fue así. El liderazgo interesa, y los líderes del proceso posterior a la independencia ucraniana no exhibieron ni la capacidad ni la voluntad para implementar las reformas necesarias. Ahora, los nuevos líderes de la nación deberán actuar en una atmósfera de crisis, con Crimea ya perdida, con tropas rusas apostadas masivamente en el este, y con los acreedores golpeando las puertas. Este panorama ilustra las dificultades, pero no proporciona excusas para la inacción.
Relacionando el apoyo financiero con reformas políticas, el FMI y la Unión Europea han provisto incentivos para el cambio. Aún resta ver si Ucrania puede acostumbrarse a este camino. Con Rusia aguardando tras bambalinas, y con Estados Unidos en apariencia fuera de escena, el clima difícilmente podría ser peor. A pesar de todo, éste es el panorama en el cual Ucrania deberá actuar. El FMI y la UE han aumentado las oportunidades para el éxito, pero
el resultado dependerá, por sobre todo, de los ucranianos.
Traducción al español: Matías E. Ruiz | Artículo original en inglés, en http://dailysignal.com/2014/06/08/yes-imf-reforms-give-ukraine-chance-shed-past-corruption/