La trampa
La Argentina se ha convertido en una cruel parodia...
10 de Agosto de 2014
La Argentina se ha convertido en una cruel parodia de lo que alguna vez fue, allá lejos y hace tiempo. El escenario actual configura una presidente tremendamente egocéntrica quien, aunque elegida y reelegida por el electorado, compra las mentiras que lanza desde su propio atril. Peor aún, falsas disquisiciones como la de presentar que el salario argentino es el que más ha crecido en el mundo en términos reales, son aplaudidas por un coro desaforado en el que se entremezclan bufones del poder, arribistas, desprevenidos y personas hartas incluso de sí mismas. De cada puesta en escena, participa una militancia rentada y a destiempo, que cree estar en la década del setenta.
Las alocuciones presidenciales -que, correctamente, el periodista Nelson Castro ha bautizado como 'Aló, Presidenta'- remiten a aquellas divas olvidadas de Hollywood, donde el sistema le prepara a la protagonista alguna celebración para evitar que ésta muera en el olvido; allí, la diva discursea algún soliloquio de Shakespeare, pésimamente interpretado y casi siendo una caricatura de sí misma. El problema es que, en nuestro caso, el sistema ni siquiera se cuestiona sobre lo conveniente de celebrar o aplaudir cualquier sandez. Lo hace, y listo.
El escenario político se completa con un vicepresidente doblemente procesado que, en un futuro no muy lejano, lo será por tercera vez, en la causa que se le sigue por enriquecimiento ilícito. Ya se sabe: todo sistema debe expiar sus culpas y reciclarse para preservar el status quo. Pero este escenario se agrava aún más cuando todo mundo mira hacia un costado, para terminar comprendiendo que la misma oposición que critica a Amado Boudou por irse de joda con 'La Mancha de Rolando', lo acompaña a Colombia a la jura del Juan Manuel Santos. Entonces, mira Usted hacia el otro lado, y asiste a aquella foto ya comentada en este sitio, donde se ve a prominentes hombres de la oposición en Washington, D.C. haciendo lobby para que la Corte Suprema de EE. UU. tomase el caso de los holdouts. ¿Remite este escenario a políticas de Estado o cinismo encubierto?
Si tomamos a las encuestas como ciertas, vemos que Sergio Massa y Daniel Scioli encabezan las preferencias presidenciales. Es decir, con algún grado de probabilidad, alcancen el sillón de Rivadavia un hombre que hasta hace cinco minutos se desempeñó como kirchnerista, y otro que declama que continúa siéndolo. ¿Cómo explicarlo? Y es peor aún comprender que las propias encuestas exhiben que Cristina Fernández subió unos cuantos puntos en su imagen positiva a partir de su postura frente a la sentencia del juez estadounidense Thomas Griesa. Esto es, que la ciudadanía apoya el default. El argentino medio entiende que el mundo opera contra él y que los malvados buscan despojarlo de su riqueza; habiendo reelegido, casi ya veinte años atrás, a un jefe de Estado que, en su oportunidad, permitió la privatización a manos extranjeras de las compañías insignia del país, como YPF y Aerolíneas.
Pero acaso las contradicciones de referencia no sean tan complejas de explicar. El sistema se recicla, escondiéndose detrás de aquellos candidatos que portan 'buena cara', lavaditos que, en el fondo, nada dicen; porque son individuos sin opiniones formadas sobre los temas que importan -solo van donde sopla el viento. Así suelen ser los políticos, en todo el mundo. Pero son peores aquí, en especial cuando una sociedad premia a aquellos que discursean para la gente y luego (ya en la función), hacen cualquier cosa. Las sociedades viven confundidas porque, en su mayoría, no tienen por qué saber cuestiones técnicas de la política y la economía. Para eso está el funcionario público, aún cuando su versión local termina haciendo siempre lo opuesto a lo que haría un estadista -el servidor público argentino por excelencia determina su acción política al ritmo de las encuestas de opinión. Todo lo cual remite a un círculo vicioso del que a la Argentina le resulta imposible escapar.
La Administración Kirchner hace de la falsa antinomia y del conflicto gratuito, una política de Estado; por su parte, una oposición fragmentada -que llega incluso a sospechar de sí misma- se deja envolver con una facilidad pasmosa. Resurge la pregunta: ¿es esto ingenuidad o complicidad? En los interrogatorios policiales, es común la práctica del policía bueno y el policía malo. Algo parecido sucede con el gobierno y la oposición.
Estamos atrapados en un mecanismo sarcástico, donde en la Era Kirchnerista compartió como nunca antes un sistema de gobierno plagado de tropelías y un entorno que siempre dice 'ayudar' para no hundir al país: la oposición viaja en masa a Washington, los empresarios buscan adquirir la deuda de los holdouts para salir del default, presidenciables cómplices del sistema, aplaudidores que celebran disparates como el regreso del fallido CEDIN, sindicalistas funcionales (¿existieron alguna vez sindicalistas no funcionales?) que culpan a las empresas de los despidos en vez de responsabilizar al gobierno, etcétera.
Pero, amén de aquellas actitudes y de las pretendidas tasas de crecimiento en los últimos años, el país ya está hundido. Sin importar lo que sigan promocionando los presidenciables y su colorido séquito de economistas, costará no pocos años volver a asomar la cabeza.
Las alocuciones presidenciales -que, correctamente, el periodista Nelson Castro ha bautizado como 'Aló, Presidenta'- remiten a aquellas divas olvidadas de Hollywood, donde el sistema le prepara a la protagonista alguna celebración para evitar que ésta muera en el olvido; allí, la diva discursea algún soliloquio de Shakespeare, pésimamente interpretado y casi siendo una caricatura de sí misma. El problema es que, en nuestro caso, el sistema ni siquiera se cuestiona sobre lo conveniente de celebrar o aplaudir cualquier sandez. Lo hace, y listo.
El escenario político se completa con un vicepresidente doblemente procesado que, en un futuro no muy lejano, lo será por tercera vez, en la causa que se le sigue por enriquecimiento ilícito. Ya se sabe: todo sistema debe expiar sus culpas y reciclarse para preservar el status quo. Pero este escenario se agrava aún más cuando todo mundo mira hacia un costado, para terminar comprendiendo que la misma oposición que critica a Amado Boudou por irse de joda con 'La Mancha de Rolando', lo acompaña a Colombia a la jura del Juan Manuel Santos. Entonces, mira Usted hacia el otro lado, y asiste a aquella foto ya comentada en este sitio, donde se ve a prominentes hombres de la oposición en Washington, D.C. haciendo lobby para que la Corte Suprema de EE. UU. tomase el caso de los holdouts. ¿Remite este escenario a políticas de Estado o cinismo encubierto?
Si tomamos a las encuestas como ciertas, vemos que Sergio Massa y Daniel Scioli encabezan las preferencias presidenciales. Es decir, con algún grado de probabilidad, alcancen el sillón de Rivadavia un hombre que hasta hace cinco minutos se desempeñó como kirchnerista, y otro que declama que continúa siéndolo. ¿Cómo explicarlo? Y es peor aún comprender que las propias encuestas exhiben que Cristina Fernández subió unos cuantos puntos en su imagen positiva a partir de su postura frente a la sentencia del juez estadounidense Thomas Griesa. Esto es, que la ciudadanía apoya el default. El argentino medio entiende que el mundo opera contra él y que los malvados buscan despojarlo de su riqueza; habiendo reelegido, casi ya veinte años atrás, a un jefe de Estado que, en su oportunidad, permitió la privatización a manos extranjeras de las compañías insignia del país, como YPF y Aerolíneas.
Pero acaso las contradicciones de referencia no sean tan complejas de explicar. El sistema se recicla, escondiéndose detrás de aquellos candidatos que portan 'buena cara', lavaditos que, en el fondo, nada dicen; porque son individuos sin opiniones formadas sobre los temas que importan -solo van donde sopla el viento. Así suelen ser los políticos, en todo el mundo. Pero son peores aquí, en especial cuando una sociedad premia a aquellos que discursean para la gente y luego (ya en la función), hacen cualquier cosa. Las sociedades viven confundidas porque, en su mayoría, no tienen por qué saber cuestiones técnicas de la política y la economía. Para eso está el funcionario público, aún cuando su versión local termina haciendo siempre lo opuesto a lo que haría un estadista -el servidor público argentino por excelencia determina su acción política al ritmo de las encuestas de opinión. Todo lo cual remite a un círculo vicioso del que a la Argentina le resulta imposible escapar.
La Administración Kirchner hace de la falsa antinomia y del conflicto gratuito, una política de Estado; por su parte, una oposición fragmentada -que llega incluso a sospechar de sí misma- se deja envolver con una facilidad pasmosa. Resurge la pregunta: ¿es esto ingenuidad o complicidad? En los interrogatorios policiales, es común la práctica del policía bueno y el policía malo. Algo parecido sucede con el gobierno y la oposición.
Estamos atrapados en un mecanismo sarcástico, donde en la Era Kirchnerista compartió como nunca antes un sistema de gobierno plagado de tropelías y un entorno que siempre dice 'ayudar' para no hundir al país: la oposición viaja en masa a Washington, los empresarios buscan adquirir la deuda de los holdouts para salir del default, presidenciables cómplices del sistema, aplaudidores que celebran disparates como el regreso del fallido CEDIN, sindicalistas funcionales (¿existieron alguna vez sindicalistas no funcionales?) que culpan a las empresas de los despidos en vez de responsabilizar al gobierno, etcétera.
Pero, amén de aquellas actitudes y de las pretendidas tasas de crecimiento en los últimos años, el país ya está hundido. Sin importar lo que sigan promocionando los presidenciables y su colorido séquito de economistas, costará no pocos años volver a asomar la cabeza.
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@PortaluppiPablo
Sobre Pablo Portaluppi
Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Periodismo. Columnista político en El Ojo Digital, reside en la ciudad de Mar del Plata (Provincia de Buenos Aires, Argentina). Su correo electrónico: pabloportaluppi01@gmail.com. Todos los artículos del autor, agrupados en éste link.