75 años del pacto nazi-soviético ('Ribbentrop-Molotov')
El pasado 23 de agosto, se conmemoraron los 75 años de la firma del pacto de colaboración nazi-soviético...
26 de Agosto de 2014
El pasado 23 de agosto, se conmemoraron los 75 años de la firma del pacto de colaboración nazi-soviético (habitualmente denominado Pacto Ribbentrop-Molotov) que condujo, el 1 de septiembre de 1939, al inicio del mayor conflicto bélico de la historia. Con toda razón, el Parlamento Europeo lo ha declarado el Día Europeo de Conmemoración de las Víctimas del Totalitarismo y el Autoritarismo.
De acuerdo con la cláusula secreta del pacto (encontrada después de la guerra en los archivos alemanes), Europa Oriental fue dividida en dos esferas de influencia entre la Unión Soviética y Alemania. Por ello, la invasión nazi de Polonia (1 de septiembre) sería seguida por la invasión comunista del resto de ese país (día 17) y la expansión soviética en Finlandia (30 de noviembre), los países bálticos y parte de Rumania (anexionados total o parcialmente en junio de 1940). Por su parte, Alemania no sólo tuvo las manos libres para lanzar su ataque contra Polonia y las democracias de Europa Occidental, sino que contó con combustibles, materias primas y alimentos soviéticos para sostener su esfuerzo bélico. Así, hasta junio de 1941 la Alemania de Hitler recibió de su aliado soviético 1,6 millones de toneladas de cereales, 1 millón de toneladas de minerales (principalmente hierro y manganeso, combinación clave para fabricar tanques), 900.000 toneladas de petróleo y decenas de miles de toneladas de fosfatos, algodón, caucho, etc.
En un nuevo acuerdo, del 28 de septiembre de 1939, se acordaron deportaciones forzosas masivas y una estrecha colaboración entre soviéticos y alemanes para aplastar toda resistencia en los territorios ocupados:
[Los firmantes] no tolerarán en sus territorios ninguna agitación polaca susceptible de afectar al territorio de la otra parte. Pondrán fin a una tal agitación en su origen y se informarán mutuamente sobre las disposiciones tomadas a este efecto.
Esta colaboración abarcó también, entre otras cosas, la entrega a los nazis de refugiados políticos alemanes, incluyendo comunistas y judíos, radicados en la Unión Soviética.
La visión estratégica de comunistas y nazis acerca del destino de Polonia coincidía plenamente: nunca más existiría una Polonia independiente. Es en este contexto que, en abril y mayo de 1940 la policía política soviética (la NKVD) masacra, por orden directa de Stalin, a unos 22.000 oficiales, científicos e intelectuales polacos en el bosque de Katyn y otros lugares. El objetivo era exterminar a la élite polaca, que en el futuro podría ser la base de la reconstrucción del país como Estado soberano. Por su lado, los nazis lanzan operaciones similares de exterminio en la parte occidental de Polonia, con decenas de miles de víctimas en las denominadas Intelligenzaktion, AB-Aktion y Unternehmen Tannenberg.
En el plano internacional, a partir del pacto, los partidos comunistas pasaron de una política antifascista a una de neutralidad pro nazi, declarando que se trataba de una guerra imperialista donde los verdaderos agresores eran las democracias occidentales. En Francia, Gran Bretaña y otros países amenazados por los nazis, los partidos comunistas llamaron a no enrolarse en los ejércitos y sabotearon abiertamente los esfuerzos por resistir el embate alemán.
El secretario general del Partido Comunista Francés, Maurice Thorez, deserta del Ejército y condena en octubre de 1939 a "los provocadores de guerra imperialistas de París y de Londres". En la Francia ya ocupada, los comunistas denunciarán a De Gaulle como un agente del "imperialismo británico" y llegarán incluso, en junio de 1940, a abrir negociaciones con las autoridades alemanas para que autoricen la reaparición de L’Humanité y otros periódicos comunistas. En la solicitud dirigida a los ocupantes se lee:
L'Humanité, publicada por nosotros, tendrá como tarea denunciar las acciones de los agentes del imperialismo británico [es decir, De Gaulle] que quieren involucrar a las colonias francesas en la guerra [contra Alemania] (…) L'Humanité, publicada por nosotros, tendrá como tarea llevar adelante una política de pacificación europea y de apoyo a la celebración de un pacto de amistad franco-soviético que sea el complemento del pacto germano-soviético y cree las condiciones de una paz duradera.
Por su parte, a comienzos de noviembre de 1939 la dirigente del Partido Comunista de España, Dolores Ibárruri (la Pasionaria), celebra la ocupación soviética de Polonia oriental con las siguientes palabras: "Los trabajadores de todos los países han saludado con entusiasmo la acción libertadora del Ejército Rojo en el territorio del viejo Estado de los terratenientes polacos". Pasando luego a hacer su tristemente célebre llamado al derrotismo frente al nazismo: "Ni un soldado, ni un solo español puede prestarse al juego infame de los gobiernos francés e inglés" (D. Ibarruri, La social democracia y la actual guerra imperialista).
El colaboracionismo encubierto con los nazis se extendió por todo el orbe, llegando incluso a países tan alejados como Chile, donde el Partido Comunista —el más fuerte de América Latina— se empeña en alejar al gobierno del Frente Popular de cualquier apoyo a los aliados y critica severamente los acuerdos de exportación de salitre y cobre a EE.UU. En la Argentina, los comunistas defenden la neutralidad, se oponen al boicot de los productos alemanes y muestran su apoyo a la solicitud de asilo de los marinos del acorazado alemán Graf Spee, hundido en las aguas de Mar del Plata. En EE.UU. el Partido Comunista depone todo activismo antifascista y rechaza cualquier apoyo a Gran Bretaña y más aún a entrar en la guerra bajo la consigna "The Yanks Are Not Coming". Y así por doquier.
De acuerdo con la cláusula secreta del pacto (encontrada después de la guerra en los archivos alemanes), Europa Oriental fue dividida en dos esferas de influencia entre la Unión Soviética y Alemania. Por ello, la invasión nazi de Polonia (1 de septiembre) sería seguida por la invasión comunista del resto de ese país (día 17) y la expansión soviética en Finlandia (30 de noviembre), los países bálticos y parte de Rumania (anexionados total o parcialmente en junio de 1940). Por su parte, Alemania no sólo tuvo las manos libres para lanzar su ataque contra Polonia y las democracias de Europa Occidental, sino que contó con combustibles, materias primas y alimentos soviéticos para sostener su esfuerzo bélico. Así, hasta junio de 1941 la Alemania de Hitler recibió de su aliado soviético 1,6 millones de toneladas de cereales, 1 millón de toneladas de minerales (principalmente hierro y manganeso, combinación clave para fabricar tanques), 900.000 toneladas de petróleo y decenas de miles de toneladas de fosfatos, algodón, caucho, etc.
En un nuevo acuerdo, del 28 de septiembre de 1939, se acordaron deportaciones forzosas masivas y una estrecha colaboración entre soviéticos y alemanes para aplastar toda resistencia en los territorios ocupados:
[Los firmantes] no tolerarán en sus territorios ninguna agitación polaca susceptible de afectar al territorio de la otra parte. Pondrán fin a una tal agitación en su origen y se informarán mutuamente sobre las disposiciones tomadas a este efecto.
Esta colaboración abarcó también, entre otras cosas, la entrega a los nazis de refugiados políticos alemanes, incluyendo comunistas y judíos, radicados en la Unión Soviética.
La visión estratégica de comunistas y nazis acerca del destino de Polonia coincidía plenamente: nunca más existiría una Polonia independiente. Es en este contexto que, en abril y mayo de 1940 la policía política soviética (la NKVD) masacra, por orden directa de Stalin, a unos 22.000 oficiales, científicos e intelectuales polacos en el bosque de Katyn y otros lugares. El objetivo era exterminar a la élite polaca, que en el futuro podría ser la base de la reconstrucción del país como Estado soberano. Por su lado, los nazis lanzan operaciones similares de exterminio en la parte occidental de Polonia, con decenas de miles de víctimas en las denominadas Intelligenzaktion, AB-Aktion y Unternehmen Tannenberg.
En el plano internacional, a partir del pacto, los partidos comunistas pasaron de una política antifascista a una de neutralidad pro nazi, declarando que se trataba de una guerra imperialista donde los verdaderos agresores eran las democracias occidentales. En Francia, Gran Bretaña y otros países amenazados por los nazis, los partidos comunistas llamaron a no enrolarse en los ejércitos y sabotearon abiertamente los esfuerzos por resistir el embate alemán.
El secretario general del Partido Comunista Francés, Maurice Thorez, deserta del Ejército y condena en octubre de 1939 a "los provocadores de guerra imperialistas de París y de Londres". En la Francia ya ocupada, los comunistas denunciarán a De Gaulle como un agente del "imperialismo británico" y llegarán incluso, en junio de 1940, a abrir negociaciones con las autoridades alemanas para que autoricen la reaparición de L’Humanité y otros periódicos comunistas. En la solicitud dirigida a los ocupantes se lee:
L'Humanité, publicada por nosotros, tendrá como tarea denunciar las acciones de los agentes del imperialismo británico [es decir, De Gaulle] que quieren involucrar a las colonias francesas en la guerra [contra Alemania] (…) L'Humanité, publicada por nosotros, tendrá como tarea llevar adelante una política de pacificación europea y de apoyo a la celebración de un pacto de amistad franco-soviético que sea el complemento del pacto germano-soviético y cree las condiciones de una paz duradera.
Por su parte, a comienzos de noviembre de 1939 la dirigente del Partido Comunista de España, Dolores Ibárruri (la Pasionaria), celebra la ocupación soviética de Polonia oriental con las siguientes palabras: "Los trabajadores de todos los países han saludado con entusiasmo la acción libertadora del Ejército Rojo en el territorio del viejo Estado de los terratenientes polacos". Pasando luego a hacer su tristemente célebre llamado al derrotismo frente al nazismo: "Ni un soldado, ni un solo español puede prestarse al juego infame de los gobiernos francés e inglés" (D. Ibarruri, La social democracia y la actual guerra imperialista).
El colaboracionismo encubierto con los nazis se extendió por todo el orbe, llegando incluso a países tan alejados como Chile, donde el Partido Comunista —el más fuerte de América Latina— se empeña en alejar al gobierno del Frente Popular de cualquier apoyo a los aliados y critica severamente los acuerdos de exportación de salitre y cobre a EE.UU. En la Argentina, los comunistas defenden la neutralidad, se oponen al boicot de los productos alemanes y muestran su apoyo a la solicitud de asilo de los marinos del acorazado alemán Graf Spee, hundido en las aguas de Mar del Plata. En EE.UU. el Partido Comunista depone todo activismo antifascista y rechaza cualquier apoyo a Gran Bretaña y más aún a entrar en la guerra bajo la consigna "The Yanks Are Not Coming". Y así por doquier.
Todo esto es parte de una historia terrible que tenemos el deber de recordar este 23 de agosto: la siniestra historia de los totalitarismos y sus incontables crímenes.
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@MauricioRojasmr
Sobre Mauricio Rojas
Es profesor adjunto en la Universidad Lund en Suecia, y miembro de la Junta Académica de la Fundación para el Progreso (Chile). Sus trabajos pueden leerse en El Líbero (Chile), y en el sitio web de Cato Institute.