POLITICA: MARIANO ROVATTI

'Hay que pasar el verano'

En las últimas semanas, el gobierno desató un nutrido paquete de iniciativas políticas...

11 de Octubre de 2014
En las últimas semanas, el gobierno desató un nutrido paquete de iniciativas políticas que le han servido para ganar el centro de la escena, lograr todo lo que se propuso y mejorar claramente su posición en el juego de relación de fuerzas frente a los demás actores de la política nacional. Sin dudas, de todos los presidentes de la democracia, Cristina Fernández es quien mayor cuota de poder ha logrado conservar, cuando falta poco más de un año para el final de su gestión. Esto es mérito propio y, a la vez, responsabilidad de sus opositores que, una vez más, la dan por muerta antes de tiempo.

Enfermos del poder, los miembros de la Administración se niegan a abandonarla sin pena ni gloria. Dejarán su vida si acaso ello fuese necesario para mantenerse. Y han recurrido al conocido manual de generar y alimentar conflictos para construir poder, tal como el finado Ernesto Laclau enseñara a Néstor y a Cristina Kirchner.

La crisis de la deuda externa -devenida en un nuevo default-, el rechazo al plan de adecuación del Grupo Clarín, el ataque a los Estados Unidos, el despido de Juan Carlos Fábrega, los ataques dialécticos y materiales al campo y la sanción de prepo del nuevo Código Civil y Comercial son algunos de los ejemplos de esta nueva etapa del gobierno, en el que se lleva puesto todo lo que encuentra a su paso, frente a una oposición entretenida en arreglos y desarreglos preelectorales.

La crisis económica que viene bullendo parece ser el único General capaz de aglutinar a las milicias de la oposición. Ninguno de los tres candidatos emergentes del arco opositor o filoficialista parece reunir per se la suma de requisitos con miras a liderar un movimiento que pueda derrotar al oficialismo. El gobierno exhibe –además de su planificada radicalización- un liderazgo claro en manos de Cristina, y la voluntad férrea de no ceder un centímetro de poder, cueste lo que cueste. En rigor, los exabruptos de la Presidente no son tales, sino la ejecución cotidiana de esta estrategia oficialista. La Administración se preocupa por atravesar la crisis económica, llegar a las elecciones entera y, por sobre todo, por asegurarse la mayor cuota de poder posible más allá del 2015. Ello no será realidad desde el llano. Necesita un bastión en el cual afincar el poder, y ese lugar es la Provincia de Buenos Aires.

Más allá de todos los nombramientos que están materializando en la planta permanente del Estado Nacional, el kirchnerismo sabe que perderá a gran parte de esos cuadros. Como es tradición en el peronismo, ellos correrán en auxilio del triunfador, sea quien fuere: Sergio Massa, Mauricio Macri o Daniel Scioli.

En contraposición, la Gobernación de la Provincia de Buenos Aires ofrece una generosa grilla de cargos a cubrir, además de ser el distrito que maneja políticamente al Congreso Nacional, por su decisivo número de diputados nacionales, que quizás sea aumentado antes de diciembre de 2015, en cumplimiento de las reglas proporcionales que surgen de la Constitución Nacional y leyes concordantes.

Cristina Kirchner intentará designar a dedo a los candidatos a diputados del Frente para la Victoria de la provincia, para asegurarse el manejo de la Cámara y condicionar políticamente al futuro gobierno. Por otro lado, quizás deba ser ella misma la candidata a ocupar el sillón de Dardo Rocha, para mantener la unidad y el liderazgo de su propio espacio político.

El Gobernador de Buenos Aires es el verdadero número dos de la política nacional. Si la actual Presidente ocupara ese cargo sería, además, la jefa indiscutida de la oposición. El futuro jefe de Estado, forzado a resolver la crisis que herederá de la actual, se verá obligado a tomar decisiones antipáticas, que mejorarán en amplias capas sociales la imagen de la actual Presidenta. En tal caso, para Cristina no habría mejor candidato presidencial que Mauricio Macri, más aún luego de que el mismo ha decidido jugar claramente desde una postura antiperonista. Cristina imagina que podría ser la aglutinadora de una resistencia nacional y popular al futuro gobierno, obligado éste a ejercer fuertes dosis de realismo político y ortodoxia económica.

Por cierto que todo ello se haría añicos si el gobierno no lograra salir del laberinto que ha creado para sí mismo a partir del default, el cepo cambiario, la inflación y recesión crecientes, el desajuste salarial y la crisis energética.

Teniendo en cuenta el calendario electoral -que tendrá a las PASO en agosto y el cierre de listas en junio-, la Administración necesita aguantar sin sobresaltos graves hasta al menos abril del año que viene.

Más allá de la encerrona actual, destacan dos situaciones que el gobierno espera aprovechar: en enero caerá la cláusula RUFO, y ello generará la posibilidad –pese a todo el desgaste vivido- de una nueva negociación con los holdouts. La otra coincide con la posible creación de una especie de IAPI para la producción cerealera, que le daría al gobierno nacional el manejo del comercio exterior de granos. Con el incentivo de ofrecer un tipo de cambio diferenciado, la Casa Rosada aspira a que los pequeños productores liquiden rápidamente las divisas devengadas por exportaciones.

Ambas circunstancias mejorarían el firmamento financiero del hiperelectoral año venidero. Con ello, la Nación dispondría de los recursos suficientes para seguir nutriendo el aparato clientelar, hecho que podría intensificarse si se aprobase un Proyecto de Ley que ya circula en el Congreso Nacional, con el objeto de recrear un fondo de reparación histórica del conurbano, al estilo del que Carlos Menem cedió a Eduardo Duhalde en los años noventa. Con este panorama, el gobierno cerraría una vez más con Daniel Scioli, enrocando roles con Cristina Fernández, aunque se trate de un apoyo y boicot al mismo tiempo, con le meta puesta en que el triunfador sea Macri.

Si el ganador fuera Scioli o Massa, el peronismo se recompondría en torno a él. Pero si fuera Macri, los justicialistas buscarían anclarse en un lugar sólido de poder. Lo más lógico sería la gobernación bonaerense. Por otra parte, Macri gobernaría con el peronismo enfrente, lo que en la Argentina ya está probado que no resulta sencillo.

En las últimas encuestas, puede apreciarse que, de momento al menos, el escenario se muestra dividido en tercios, con tendencias declinantes para Scioli, ascendentes en Macri y estables en Massa. Frente a ellos, la alianza UNEN ha volado en pedazos; sus principales referentes, presos de la ansiedad por ganar espacios, buscan cerrar con candidatos externos instalados antes de crear y consolidar los propios.

Daniel Osvaldo Scioli se encuentra en dificultades, ya que se vé dañado por la declinación del gobierno, pero también condicionado por una eventual recuperación del mismo. Competirá con Sergio Uribarri, y acaso versus Florencio Randazzo y Julián Domínguez en las PASO. Pero lo más importante es el cierre en la Provincia de Buenos Aires.

Sergio Tomás Massa se muestra amesetado en su progreso, quizás como parte de una estrategia deliberada con la idea de no desgastar su figura. Massa se instaló eficazmente tras su victoria electoral, primereando en su resistencia contra la fallida reforma del Código Penal. No obstante, no supo generar hechos políticos relevantes hasta llegada esta última semana, en la que confirmó su acuerdo con los radicales Gerardo Morales y José Cano; el de Tigre acentuó un perfil plural, y relativizó la influencia del peronismo en sus filas. Acaso el eje Luis Barrionuevo-Enrique Nosiglia haya tenido algo que ver en ese acuerdo. El desafío de Massa consiste en lograr que la población perciba y como creíble su despegue del kirchnerismo, para lo cual deberá acentuar su rol de opositor y definir una postura más clara contra la corrupción de gobierno. También le corresponderá confeccionar una estructura sólida en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y encontrar un candidato aglutinante. Roberto Lavagna, por su parte, no se muestra mayormente entusiasmado; Graciela Ocaña no deja de representar una incógnita y Martín Lousteau -de momento, al menos- sigue en UNEN, aunque el futuro de esta alianza se muestre incierto. La gran fortaleza de Sergio Massa es el conurbano bonaerense, y en especial, la primera sección. Aunque en la tercera ya cuenta con el apoyo de Martín Insaurralde, que saltará de vereda cuando le convenga. Pero no ahora.

Mauricio Macri ha crecido, avanzando en una posible alianza con sectores del UNEN. Probablemente, Elisa Carrió sea su sparring en las PASO. Su fortaleza es que no necesita sobreactuar su rol crítico, el trato benigno que le brindan los medios, y todo lo que significa el club Boca Juniors en el plano popular. Su gran debilidad es la ausencia de peso político en la Provincia de Buenos Aires, en especial en el conurbano. Aun teniendo votos, no cuenta con quienes se los defienda (fiscales) el día de la elección. Además, Macri optó por un perfil antiperonista que bien puede servirle en su plan de aglutinar a un sector, aunque no necesariamente para ganar la elección. Desde 2003, en la totalidad de las elecciones presidenciales, la suma de votos de candidatos autodenominados peronistas superó el 60%. Si el panorama actual habla de de tres tercios, ese porcentual volvería a darse. ¿Cómo haría Macri, entonces, para perforar ese techo?

Ernesto Sanz lanzó su candidatura presidencial, que se asemeja más una oferta para acompañar en la fórmula a un candidato instalado, Massa o Macri. UNEN quedará reducido a una colección de socialistas, el remanente del radicalismo, y pequeños partidos. En el mejor de los casos, se acercará al 10% de los votos.

Se viene un trimestre final del 2014, que será durísimo, con el gobierno jugando el todo por el todo. Así nació, creció, se cayó y se levantó.

Y así se morirá.

 
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