Sobre el homicidio del Sargento Walter Barrera en Mar del Plata
Desde 2003, la institución policial en la Provincia de Buenos Aires ha venido siendo víctima de...
01 de Diciembre de 2014
Desde 2003, la institución policial en la Provincia de Buenos Aires ha venido siendo víctima de maniobras sistemáticas de destrucción y de imprudentes campañas de desprestigio.
La Policía Bonaerense ha sido responsabilizada por la totalidad de los fracasos y las improvisaciones. A tal efecto, algunos han expresado que 'la seguridad es algo demasiado importante como para dejarla en manos de la policía'. Y se pusieron al frente (por llamarlo de algún modo). La seguridad comenzó a ser construída desde modernas oficinas con amplios escritorios, de la mano de brillantes técnicos universitarios de envidiable oratoria; pero estos solo se ocuparon de poner énfasis en el delincuente, olvidándose por completo de las víctimas -y de sus familias.
Así las cosas, transcurrieron años en que esa acumulación de fracasos fue depositada, sin más, sobre las espaldas de la policía, invocándose eternamente a ese porcentaje de inescrupulosos y corruptos que toda profesión tiene pero, al mismo tiempo, ocultando el esfuerzo y la entrega de la gran mayoría. Y vale recordar que ésta también es víctima del delito, como cualquiera. A la postre, el único fin ha coincidido con denostar al esfuerzo policial, continuándose con el proceso de destrucción institucional de la organización.
Pero, conforme el delito sigue avanzando a pasos agigantados -y las noticias de difunden irremediablemente-, quienes tienen la responsabilidad funcional proponen la creación de alguna Ley o la reforma de alguna otra. No interesa si el camino es el correcto, o si la solución es la más conveniente. Lo importante es hacer creer que la tarea de 'salvataje' de la sociedad está cumplida.
Sucede que ya no parece quedar salida retórica alguna. Esta salida resulta inexistente, por cuanto no existen planes concretos, despojados de ideologías e intereses, con miras a hacer frente a la criminalidad y a los verdaderos problemas de fondo (la pobreza, la exclusión, la marginalidad, la inmigración irregular, etcétera). Toda vez que se se registre otro hecho criminal de gravedad, la gente protestará con justa razón: será imposible detenerla por la vía de ningún relato.
La seguridad ciudadana es un servicio público interno, cuya estrategia o planes deben ser elaborados por expertos en la materia. Desde luego que nada impide la participación de civiles -exhiban éstos filiación política o no. Pero, indefectiblemente, los entendidos son, precisamente, los policías en los que la sociedad ha invertido años e ingentes recursos financieros y materiales para su preparación; sin importar se haya levantado un elevado muro con el objeto de desprestigiarlos y limitarlos en su accionar.
Es hora de avanzar con pragmatismo hacia el futuro, con las instituciones. La dirigencia política deberá abstenerse de inducir al ciudadano a quedarse con aquella idea de que 'la seguridad es demasiado importante como para dejarla en manos de la policía'.
Porque nadie en su sano juicio se atrevería parafrasear, por ejemplo, que 'la salud es demasiado importante para ser depositada en manos de médicos'.
La Policía Bonaerense ha sido responsabilizada por la totalidad de los fracasos y las improvisaciones. A tal efecto, algunos han expresado que 'la seguridad es algo demasiado importante como para dejarla en manos de la policía'. Y se pusieron al frente (por llamarlo de algún modo). La seguridad comenzó a ser construída desde modernas oficinas con amplios escritorios, de la mano de brillantes técnicos universitarios de envidiable oratoria; pero estos solo se ocuparon de poner énfasis en el delincuente, olvidándose por completo de las víctimas -y de sus familias.
Así las cosas, transcurrieron años en que esa acumulación de fracasos fue depositada, sin más, sobre las espaldas de la policía, invocándose eternamente a ese porcentaje de inescrupulosos y corruptos que toda profesión tiene pero, al mismo tiempo, ocultando el esfuerzo y la entrega de la gran mayoría. Y vale recordar que ésta también es víctima del delito, como cualquiera. A la postre, el único fin ha coincidido con denostar al esfuerzo policial, continuándose con el proceso de destrucción institucional de la organización.
Pero, conforme el delito sigue avanzando a pasos agigantados -y las noticias de difunden irremediablemente-, quienes tienen la responsabilidad funcional proponen la creación de alguna Ley o la reforma de alguna otra. No interesa si el camino es el correcto, o si la solución es la más conveniente. Lo importante es hacer creer que la tarea de 'salvataje' de la sociedad está cumplida.
Sucede que ya no parece quedar salida retórica alguna. Esta salida resulta inexistente, por cuanto no existen planes concretos, despojados de ideologías e intereses, con miras a hacer frente a la criminalidad y a los verdaderos problemas de fondo (la pobreza, la exclusión, la marginalidad, la inmigración irregular, etcétera). Toda vez que se se registre otro hecho criminal de gravedad, la gente protestará con justa razón: será imposible detenerla por la vía de ningún relato.
La seguridad ciudadana es un servicio público interno, cuya estrategia o planes deben ser elaborados por expertos en la materia. Desde luego que nada impide la participación de civiles -exhiban éstos filiación política o no. Pero, indefectiblemente, los entendidos son, precisamente, los policías en los que la sociedad ha invertido años e ingentes recursos financieros y materiales para su preparación; sin importar se haya levantado un elevado muro con el objeto de desprestigiarlos y limitarlos en su accionar.
Es hora de avanzar con pragmatismo hacia el futuro, con las instituciones. La dirigencia política deberá abstenerse de inducir al ciudadano a quedarse con aquella idea de que 'la seguridad es demasiado importante como para dejarla en manos de la policía'.
Porque nadie en su sano juicio se atrevería parafrasear, por ejemplo, que 'la salud es demasiado importante para ser depositada en manos de médicos'.
Seguir en
@NaLCMDP
Sobre Norberto López Camelo
Comisario General (Ret.). Ex Superintendente de Investigaciones de Tráfico de Drogas Ilícitas (Provincia de Buenos Aires, Argentina), entre 2007 y 2009. Publica regularmente en su blog 'Narco en 3D'.