España: Friedman y la renta básica
No sólo el Partido Popular de Andalucía, de rancia tradición peronista, se ha apuntado a la renta básica...
05 de Diciembre de 2014
No sólo el Partido Popular de Andalucía, de rancia tradición peronista, se ha apuntado a la renta básica, sino que incluso dicen que el mismísimo Milton Friedman la apoyó. ¿Es que aquí no va a quedar nadie que no sea populista? La idea del 'basic income' es que el Estado reparta a todos los ciudadanos, 'por el mero hecho de serlo', una suma de dinero por mes, independientemente de su situación económica, laboral o personal. Es, o era (porque ahora son algodonosos socialdemócratas, desconozco si lo ha notado Usted), una de las medidas estrella del programa de Podemos, cifrada en 650 euros mensuales. No hay que descartar que los del PP andaluz prometan aún más dinero.
La medida es de populismo de manual: promete el paraíso en la tierra, lo promete ya mismo y transmite la deliciosa sensación de que es gratis, o lo paga otro. Todos los efectos de esta medida, desde su coste hasta los incentivos perverso de todo tipo que podría desencadenar, la convierten en uno de esos disparates del antiliberalismo, de los que habitualmente cabe concluir que o no son aplicables o impondrían una dictadura atroz en caso de serlo.
La pregunta, por tanto, es: ¿cómo pudo Milton Friedman respaldar semejante desatino? Y la respuesta, claro está, es: nunca lo hizo.
Suele presentarse como smoking gun la iniciativa que planteó el economista de Chicago sobre el “impuesto negativo” (aquí una muestra del año 1968). Cada cual puede tener su opinión sobre la redistribución coactiva de la renta: la mía es que no debería existir. Pero independientemente de nuestras opiniones, lo que nunca se puede decir es que Friedman apoyó la renta básica (F. A. Hayek tampoco lo hizo, como ha recordado Juan Ramón Rallo).
Dice explícitamente que no quiere subsidios, y mucho menos destruir los incentivos a trabajar. Lo que quiere es acabar con el Estado del Bienestar como proveedor de servicios: todos los servicios sociales serían privados, prestados en régimen de competencia. La caridad privada, que Friedman defiende frente al intento del Estado de destruirla, se ocuparía de los casos marginales. Está claro, pues, que Juan Manuel Moreno Bonilla, presidente del PP andaluz, puede parecerse a Pablo Iglesias, Secretario General de Podemos, pero ninguno de ellos se asemeja a Friedman.
La idea de redistribuir políticamente dinero y no servicios no es liberal, pero tampoco es necesariamente absurda. Un ejemplo interesante lo brinda Meghnad Desai, destacado economista de izquierdas, en su ensayo sobre la renta básica en el libro de Robert Skidelsky y otros, The state of the future (Londres, The Social Market Foundation, 1998). La clave es que el Estado sólo reparta dinero, desapareciendo toda la enorme burocracia pública del Estado de Bienestar. Otra vez, ningún populista de izquierdas o de derechas aplaudiría.
La medida es de populismo de manual: promete el paraíso en la tierra, lo promete ya mismo y transmite la deliciosa sensación de que es gratis, o lo paga otro. Todos los efectos de esta medida, desde su coste hasta los incentivos perverso de todo tipo que podría desencadenar, la convierten en uno de esos disparates del antiliberalismo, de los que habitualmente cabe concluir que o no son aplicables o impondrían una dictadura atroz en caso de serlo.
La pregunta, por tanto, es: ¿cómo pudo Milton Friedman respaldar semejante desatino? Y la respuesta, claro está, es: nunca lo hizo.
Suele presentarse como smoking gun la iniciativa que planteó el economista de Chicago sobre el “impuesto negativo” (aquí una muestra del año 1968). Cada cual puede tener su opinión sobre la redistribución coactiva de la renta: la mía es que no debería existir. Pero independientemente de nuestras opiniones, lo que nunca se puede decir es que Friedman apoyó la renta básica (F. A. Hayek tampoco lo hizo, como ha recordado Juan Ramón Rallo).
Dice explícitamente que no quiere subsidios, y mucho menos destruir los incentivos a trabajar. Lo que quiere es acabar con el Estado del Bienestar como proveedor de servicios: todos los servicios sociales serían privados, prestados en régimen de competencia. La caridad privada, que Friedman defiende frente al intento del Estado de destruirla, se ocuparía de los casos marginales. Está claro, pues, que Juan Manuel Moreno Bonilla, presidente del PP andaluz, puede parecerse a Pablo Iglesias, Secretario General de Podemos, pero ninguno de ellos se asemeja a Friedman.
La idea de redistribuir políticamente dinero y no servicios no es liberal, pero tampoco es necesariamente absurda. Un ejemplo interesante lo brinda Meghnad Desai, destacado economista de izquierdas, en su ensayo sobre la renta básica en el libro de Robert Skidelsky y otros, The state of the future (Londres, The Social Market Foundation, 1998). La clave es que el Estado sólo reparta dinero, desapareciendo toda la enorme burocracia pública del Estado de Bienestar. Otra vez, ningún populista de izquierdas o de derechas aplaudiría.
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@RodriguezBraun
Sobre Carlos Rodríguez Braun
Es doctor en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid y catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la misma universidad. Sus artículos son publicados en el sitio web en español del Instituto Cato (Washington, D.C.).