Estado de sospecha
Una vieja máxima del derecho penal reza que 'todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario'.
Una vieja máxima del derecho penal reza que 'todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario'. Infortunadamente, en la Argentina, impera la costumbre de invertir la carga de la prueba; la expresión inicial se troca por otra que refiere que todo mundo es sospechoso hasta que se demuestre su inocencia.
Ya habrá tiempo para ir desgranando los efectos sobre el país de los doce años de administración kirchnerista, que deberían finalizar en diciembre de 2015. Y será entonces, con el paso del tiempo, que cada uno de los actores ocupará el lugar que le corresponde, cuando caigan no pocas máscaras -de manera inexorable. Magistrados, fiscales, analistas, periodistas, políticos, dirigentes sociales, sindicales y empresarios deberán realizar una profunda y sincera autocrítica de cara al rol que cada uno ha ocupado mientras se fogoneaba y alimentaba al monstruo K. Y, detrás de todos ellos, el ciudadano común quien, voto a voto, fue construyendo un gobierno todopoderoso.
Pero acaso aún no sea hora de desmenuzar estos pormenores. De momento al menos, la muerte de un fiscal arribó para sacudir la modorra del verano, poniendo blanco sobre negro en un sinnúmero de asuntos que ya venían sucediéndose -sobre todo desde que el juez Ariel Lijo dictara el procesamiento del Vicepresidente Amado Boudou en la Causa Ciccone.
Hacia el crepúsculo del 2014, la sociedad politizada se entretuvo con la pretendida guerra sorda entre el Poder Judicial y el Poder Ejecutivo, en donde un tercer e imprevisto actor jugó un rol fundamental: la ex SIDE. A consecuencia de aquello, los temas judiciales pasaron a ocupar un papel primario en la agenda de los medios, quizás como nunca antes. A mediados de diciembre, la Presidente Cristina Fernández de Kirchner decidió descabezar a la SI y pasar a retiro a un hombre que desde entonces cobró una insólita popularidad: Antonio Stiuso, alias 'Jaime' -el espía todopoderoso, en opinión de algunos. Los columnistas dominicales no dudaron a la hora de aseverar que, desde esa maniobra, la Administración buscaba redomesticar a los Jueces, con el nombramiento de Juan Martín Mena como 'Señor 8' (de fluídas relaciones con la justicia). Subcapítulo en donde no está de más recordar que, ya por aquel entonces, Claudio Bonadío aceleraba a pasos agigantados en la Causa Hotesur, que terminaría por involucrar directamente a la familia presidencial. En rigor, las verdaderas causas de aquella movida de Cristina de cara a la Ex SIDE no mayormente desconocidas pero, cualesquiera que hayan sido los motivos, el homicidio de Alberto Nisman hizo estallar todo por los aires. Desde ese instante, se compartieron variopintas conjeturas que aún perduran. Lo único certero, a casi dos meses del episdodio de Torres LeParc Puerto Madero es que nadie conoce los detalles de la muerte. En simultáneo, subsiste un esfuerzo sobrehumano para contaminar y tergiversar los prolegómenos que hacen al caso.
La Presidente de la Nación, en una de sus clásicas alocuciones, se refirió a 'ellos' y 'nosotros'. Se refería, claro está, a la marcha del 18F -organizada por algunos Fiscales. Pero, sin proponérselo, aludió a una triste realidad compartida por el legado kirchnerista a la ciudadanía: 'ellos' eran 'nosotros', y 'nosotros' eran 'ellos'. En el ínterim, ganaron protagonismo personajes ahora encumbrados en el altar del purismo, y que previamente habían sido todo menos eso. Por caso, la ex mujer de Alberto Nisman, Sandra Arroyo Salgado, supo ganarse el odio del 'Grupo Clarín' cuando ordenó realizar exámenes compulsivos de ADN a los hijos adoptivos de Ernestina Herrera de Noble. Por estos momentos, se ha intentado presentar a la magistrada federal de San Isidro en una luchadora incansable y sufriente, pese a que su excesivo apego al oficialismo es innegable. Lo propio se recuerda sobre su desaparecido ex esposo; Nisman, más allá de los contenidos de la denuncia que remataron con su deceso, había puesto de suyo para resguardar la figura de Néstor Kirchner. El ex presidente lo había designado en 2004 al frente de la Unidad Especial AMIA.
Este estado de sospecha es igualmente atribuíble a los magistrados antes demasiado acostumbrados a fallar y/o resolver conforme los dictados del oficialismo, y que hoy se rebelan, avanzando sin pausa en carátulas que comportan extrema sensibilidad para altos funcionarios del Gobierno. Lo propio podría caberle a un extensísimo listado de dirigentes sociales. O a célebres periodistas y gremialistas, antes acérrimos promotores del menemato y luego recalcitrantes conversos kirchneristas, devenidos en comisarios políticos. Incidentalmente, la calificación oficial de 'ellos y nosotros' se presta a la ambigüedad y, acaso para bien de la mayoría, conviene no profundizar demasiado.
Desde luego que la faena de los jueces no es sencillo; sus fallos, resoluciones y sentencias siempre afectarán a unos en beneficio de otros. Con todo, el problema parece residir en que el poder de cooptación del kirchnerismo ha sido enorme, al punto de que nadie sabe a ciencia cierta quién es quién. Ergo -y casi por transitividad-, todo mundo pasa a convertirse en sospechoso. A fin de cuentas, ¿quién podría afirmar con certeza que la denuncia de Nisman se hallaba correctamente fundamentada o no? ¿Cómo determinar si la polémica decisión de Daniel Rafecas de desestimar la anterior obedeció a negociaciones subterráneas o si respondió a una íntima convicción del juez?
La respuesta a este dilema quizás podría simplificarse: si la Justicia actuara en los momentos en que debe actuar -entiéndase, al inicio de una Administración y no al final de la misma-, los fallos podrían ser discutibles, pero jamás sospechados en función del timing. Por desgracia, el futuro no se presenta auspicioso. Solo por citar un caso, en la ciudad de Mar del Plata, un reconocido precandidato a Intendente se reunió hacia fines de 2014 con un importante magistrado de Cámara local. ¿Para qué? ¿Con qué fin?
La corrupción no es un tema novedoso en los gobiernos kirchneristas. Pero es precisamente el sistema judicial quién debería actuar, al margen de los deseos sociales o incluso al cierre del ciclo de vida de un gobierno. Con ese norte, Ricardo Lorenzetti pronunció hace cuestión de horas su discurso de apertura del año en la administración de justicia; aunque debe tenerse bien presente que los magistrados han obrado precisamente a contramano de lo que el titular de la Corte Suprema dijo. ¿Por qué ahora? ¿Por qué no antes?
Será hora de que los jueces de la Nación modifiquen ostensiblemente su conducta. De otro modo, expresiones ciudadanas como la del reciente 18F se sumergirán, invariablemente, en el más gélido de los olvidos.
Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Periodismo. Columnista político en El Ojo Digital, reside en la ciudad de Mar del Plata (Provincia de Buenos Aires, Argentina). Su correo electrónico: pabloportaluppi01@gmail.com. Todos los artículos del autor, agrupados en éste link.