El Papa Francisco reprende a Turquía -y debería desafiar a EE.UU. e Israel
Hace pocas semanas, el Papa Francisco describió a la masacre de armenios por parte del Imperio Otomano como 'genocidio'...
Hace pocas semanas, el Papa Francisco describió la masacre de armenios por parte del Imperio Otomano como un 'genocidio', uniéndose a Francia y a otros veinte países en la adopción de tal designación. Las masacres y relocalizaciones forzosas de civiles armenios dio inicio hace cien años, y concluyó con el final de la Primera Guerra Mundial en 1918. Incluso los consejeros militares alemanes en Turquía se mostraron apesadumbrados por lo que vieron. Los historiadores turcos tienden a argumentar que las muertes fueron consecuencia de la guerra en sí misma, en la cual los ejércitos imperiales rusos arrasaron con regiones predominantemente armenias en la Anatolia del Este, conduciendo a una evacuación forzada de la población que -según se había dicho- había dado la bienvenida a los invasores y era considerada poco fiable. Los alimentos y otros recursos eran escasos -o bien no existían- a lo largo de las áridas zonas suburbanas que los evacuados transitaron a su paso.
De cualquier forma, las duras condiciones vigentes en tiempos de guerra podrían, en parte, explicar el calibre de las muertes de civiles; hay evidencia documental más que suficiente para armar un caso convincente, certificando que los armenios alejados de la zona de combate fueron sistemáticamente masacrados como parte de una política iniciada por funcionarios gubernamentales. No todos los funcionarios ni los soldados turcos fueron parte de aquel proceso, pero muchos ciertamente sí lo hicieron.
Los turcófobos de oportunidad han realzado el pronunciamiento papal, mientras que Ankara retiró a su embajador ante la Santa Sede, expresando su molestia. La respuesta turca se muestra, en parte, fogoneada por su creencia de que ellos fueron víctimas en la Primera Guerra Mundial como cualquier otra nación, habiendo sido invadidos y ocupados por ejércitos extranjeros durante los combates y con su devastador saldo. Con todo, mientras que la preocupación de Ankara frente a la eventualidad de ser asociada con un crimen de lesa humanidad ejecutado en su propio suelo podría ser comprensible, la intención, ya fuere de matar o de expulsar a la mayoría de los armenios de tierras otomanas, califica como genocidio, convirtiéndose -conforme lo notara el Papa Francisco- el primer exceso en el siglo XX. Evento que sería seguido de la hambruna generada por Stalin en perjuicio de los ucranianos, del programa Wannsee de los nazis tendiente a aniquilar y expulsar a la totalidad de los judíos europeos, de las masacres masivas de Pol Pot en Camboya, y de los horrores en Ruanda hacia el final de la centuria.
No obstante, uno debe preguntarse sobre las consecuencias del establecimiento post facto de la responsabilidad, por un crimen que diera inicio cien años atrás en una entidad políticamente inexistente el día de hoy, con víctimas y perpetradores que ya ni siquiera están vivos. En oportunidad de residir en Estambul en los años ochenta, conocí personalmente a muchos armenios. Lo propio me sucedió con católicos romanos con los que asistí a misa los domingos, y tuve amigos en el Patriarcado Griego, el Fanar. A los cristianos se les permitía oficiar su religión con libertad, pero siempre se percibía que ello les estaba permitido más en función de la tolerancia, y que era un privilegio antes que un derecho en un país mayoritariamente musulmán. Visité Estambul nuevamente el pasado verano septentrional, y el incremento en la religiosidad islámica era tan visible como sorprendente, de tal suerte que puedo asumir que los cristianos deben observar cautela.
Dado que a los cristianos en Turquía aún se les permite oficiar su religión y asociarse en forma más o menos libre, la reciente declaración del Papa Francisco solo puede contribuir a convertir en algo más delicado al estatus de los cristianos, conforme aquellos que ven a Turquía como tierra musulmana antes que secular -incluyendo al primer ministro Recep Tayyip Erdogan- estarán en capacidad de jugar la carta nacionalista para hacer de esa visión una realidad. El ritmo de la conversión de las iglesias -que sobrevivieron a lo largo de la historia- en mezquitas, sin dudas se acelerará. En resumen, el Papa Francisco ha hecho que la situación de esos sitios de adoración sea más complicado, a cambio de lo que entiendo no representará beneficio neto alguno.
Finalmente, tenemos la hipocresía fundamental en los pronunciamientos papales. Con demasiada periodicidad, la Iglesia fracasa a la hora de respetar los propios valores. Para mí, ello se comprobó dramáticamente cuando el Papa Juan Pablo II confirió la aparición de la legitimidad cristiana en el ex presidente estadounidense George W. Bush, al concederle cuatro audiencias papales. El Papa puso sobre la mesa la cuestión del estatus de deterioro de los cristianos en Irak y en otros sitios del Medio Oriente, y llamó a la paz en la región, pero no dijo ni hizo nada que hubiese comportado un impacto de alto calibre. Si Turquía debe ser considerada responsable por las masacres que tuvieron lugar en una zona de guerra cien años atrás, uno debería preguntarse por qué el hombre que inició la guerra innecesariamente, que en ese punto había asesinado a miles de civiles y puesto en marcha la destrucción de antiguas comunidades cristianas en el Medio Oriente, debería recibir como premio múltiples audiencias papales.
Por mi parte, me hubiese gustado ver al Papa rehusarse a recibir a Bush o que, al menos -en forma elegante pero pública- hubiese confrontado al presidente estadounidense durante la audiencia, frente a lo que éste desencadenó. Semejante gesto hubiese devuelto un impacto real en los Estados Unidos, e incluso podría haber revelado las mentiras emanadas del discurso victorioso de la empresa iraquí, que todavía es posible escuchar de tanto en tanto, especialmente de parte del propio Bush -declarando que lo de Irak había traído 'democracia'.
Entiendo que la sensibilidad de la Iglesia Católica de los Estados Unidos es importante para la Santa Sede, y que ningún papa desearía contradecir gratuitamente a un presidente estadounidense, pero pareciera ser que la Iglesia porta una responsabilidad, esto es, la de presentar testimonio como una suerte de antídoto ante la maldad recurrente que suele presentarse respaldada por valores cristianos. Una exhibición pública de desaprobación, compartida a 78 millones de católicos estadounidenses, hubiese sido útil para restringir al tándem Bush-Cheney. Y, aún cuando ello no sucediera, hubiese sido lo correcto.
Lo cual nos trae al 'aquí y ahora'. En relación al Papa Francisco y a su condena del genocidio armenio, debo preguntar: '¿Qué ha hecho Usted por mí hoy?'. La reticencia de parte de organizaciones cristianas a mostrarse detrás del movimiento Boicot, Confiscación y Sanciones (BDS) contra Israel en un intento de ayudar a llevar autodeterminación y derechos humanos fundamentales a los palestinos me ha desconcertado. Comprendo que la Iglesia Católica no desee volver más confrontativa su interacción con los siempre difíciles mandamases israelíes con relaciones eclesiásticas en Jerusalén, y que la Iglesia exhibe sus propias prioridades en apoyo del diálogo cristiano-judío -que no desea dañar. Aún sobrevuela el asunto del histórico antisemitismo dentro de la Iglesia, pero el movimiento BDS es un vehículo perfecto para ayudar a enmendar un error. Se trata de un movimiento no violento, no confrontativo, y en conformidad con la legislación internacional. Precisamente, lo que está siendo boicoteado, confiscado y/o sancionado puede ser ingeniado convenientemente para temáticas específicas, como ser la construcción de asentamientos. BDS busca establecer libertades fundamentales para los palestinos, incluyendo la libertad para que administren sus propios asuntos, ya sea como Estado separado, o como parte de un Israel auténticamente democrático que garantice igualdad de derechos para todos.
Para los católicos, hay una apuesta personal en lo que sucede en Israel, en particular el hecho de que la Iglesia conserva una antigua presencia física en Israel y Palestina, que se encuentra en disminución y bajo sitio. El abuso del clero cristiano y laico en Israel ha sido extendidamente informado, y existen allí 50 legislaciones que discriminan en múltiples formas a los no judíos. La burocracia israelí ayuda de facto al proceso, negando servicios básicos para no judíos, confiscando o interviniendo sitios religiosos cristianos y musulmanes, y negando sistemáticamente cosas como permisos para construcción -aún cuando no exista ley que entienda directamente en tales aspectos.
Las exigencias que buscan orientar a Israel hacia una suerte de Estado Judío con formato de apartheid comportarán consecuencias adicionales comprobables, no demasiado diferentes a la promoción que Erdogan hace del Islam como religión oficial en Turquía. Algunos políticos israelíes han sido grabados arengando a la expulsión de todos los árabes o a la creación de incentivos para que ellos se marchen del país voluntariamente. Los cristianos, muchos de los cuales están en comunión con Roma, confrontados por un gobierno hostil a sus intereses, ya ha hecho esto y continuará haciéndolo, emigrando para hallar una mejor vida en la diáspora de sus comunidades -en otras regiones del globo. El número de católicos en Israel ha disminuído a la mitad entre 1980 y 2008. La muerte de la comunidad cristiana en la mismísima tierra donde fuera fundada su religión debería ser un tema de preocupación para la cúpula de la Iglesia Católica Romana.
A criterio de asegurarse de si habrá fuertes resistencias a cualquier pronunciamiento papal en apoyo de cualquier elemento vinculado a BDS, los israelíes liberarán sus considerables recursos de propaganda para denigrar al papa, incluyendo la posibilidad de etiquetarlo de antisemita. En efecto, otros grupos cristianos que han dado apoyo a BDS -con tibieza- han sido denunciados, incluyendo los presbiterianos, que recientemente se despojaron de tres compañías conocidas por su involucramiento en los territorios ocupados israelíes.
La cobertura mediática de los comentarios del Papa Francisco en relación a los armenios se refirieron a su apertura y a su 'simpatía para con las víctimas'. Amén de esta referencia sobre el 'estado de Palestina' en una visita a Tierra Santa en mayo, cualquier reconocimiento del padecimiento palestino ha sido escaso. Uno debe preguntarse: ¿cuándo la simpatía de la Iglesia Católica Romana se hará extensiva en forma tangible a los palestinos?
Traducción al español: Matías E. Ruiz | Artículo original en inglés, en http://www.theamericanconservative.com/articles/what-the-pope-says-about-turkey-and-should-do-about-america-and-israel/ | Traducido y reproducido con permiso de su autor y de The American Conservative (Estados Unidos)
Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.