El Nuevo Monte Sinaí: confluencia peronistoide De la Sota-Scioli
El esquema de fascinación emotivo-adictiva del kirchnerismo ha comenzado a resquebrajarse...
El esquema de fascinación emotivo-adictiva del kirchnerismo ha comenzado a resquebrajarse. Los resultados devueltos por las Primarias Obligatorias de este domingo 9 de agosto permiten entrever que el Frente para la Victoria ha alcanzado un techo en apariencia difícil de superar: el vasto aparato de propaganda oficial y su formato operativo, esto es, el de los microejércitos dedicados a birlar boletas a los rivales, no sirvió para cimentar la recurrente proposición retórica del 'Scioli ya ganó'. El Gobernador de la Provincia de Buenos Aires no logró siquiera alejarse diez puntos porcentuales del conglomerado Cambiemos, en tanto tampoco le fue posible arañar el 40 por ciento -en un escenario en donde medio punto cuenta, y mucho.
Para explicar la brecha entre lo esperado por el sciolismo (acaso ya no más FPV) y la realidad, habrá que remitirse al calibre de las denuncias lindantes con la narcopolítica en el seno del oficialismo y a las dificultades derivadas de un clima irreverente. El propio Daniel Scioli dedicó una mención principal a lo que él considera una 'exageración mediática' de los desperfectos ocasionados por el temporal. De esta manera, el partenaire de Karina Rabolini blanqueó la ortodoxia sectaria que en su momento tomara prestada del discurso cristinista, con el que ha decidido emparentarse sin miramientos. A la luz de sus necesidades de cara a las elecciones generales de octubre (en donde deberá buscar conquistar a un elusivo voto independiente), ¿cómo se espera que los sectores medios le confíen su voto, si el morador de La Ñata insiste en subirse a la caracterización secesionista de amigo versus enemigo?
Existe otra derivación que parece haber pasado desapercibida, al cierre del comicio: Cristina Kirchner eludió apersonarse en el búnker naranja para congratular a quien, a regañadientes, designó como pretendido sucesor. Y nadie en su sano juicio hubiese esperado semejante gesto; para la Presidente, peor que compartir escenario con Scioli, es verse forzada a contemporizar con Rabolini. Es que el desprecio entre ambas, amén de ser recíproco, es la comidilla de todo el reducto oficialista. Ya se trate de celo profesional o de turbulenta rencilla entre mujeres, la evaluación final corre por cuenta del consumidor. En cualquier caso, la viuda de Kirchner comprende -ahora sí- que su ciclo ha llegado a término; novedad confirmada a partir de la ausencia del camporismo duro y de la exaltación del Proyecto Naranja en la grisácea celebración sciolista de trasnoche.
Así las cosas, la resolución del cuadro quedará pendiente hasta el mes de octubre, instancia decisiva en la que el dueto Massa/De la Sota se encontrará con que tiene en su poder la llave tan buscada por la oposición. El socio comercial de Malena Galmarini pudo permitirse festejar lo que aquél caracterizó como la ruptura de la polarización. Pero esa pequeña gala debería invitarse a la mesura: en tanto puede certificarse que Massa y su frente UNA se anotaron un 20% que pocos auguraban, la cifra no le es suficiente para colarse en lo alto del podio. El componente mediterráneo del espectro, José Manuel De la Sota, merece un párrafo aparte, dado que no pudo graduarse de profeta en su propio terruño: ya en las elecciones para la gobernación cordobesa, el delasotismo había superado por escasos cinco puntos a su contraparte Cambiemos. Esa escasa diferencia volvió a hacerse carne anoche, y subraya el ocaso de la carrera política de De la Sota. El desdén que desde siempre le tiene reservado a Mauricio Macri ya lo ha empujado a negociar directamente con Daniel Scioli; De la Sota apoyará al FPV cuando el puente del segundo round de noviembre deba cruzarse. En tanto Scioli y el gobernador cordobés sobrecalentarán a su debido tiempo y en tándem la fraseología del PJ, a criterio de consolidar aquel refrán que reza que 'para un peronista, nada mejor que otro peronista', la eterna pregunta regresará a la palestra: ¿son los candidatos los legítimos dueños de los sufragios? ¿Hasta qué punto puede la dirigencia empecinarse en redirigir ese caudal, emulando a la arenga de Moisés en el Monte Sinaí? En el ínterim, aún resta ver qué postura asumirá Sergio Massa en este apartado -y de seguro ya fue notificado de la cercanía de su socio de UNA con el sciolismo. Para proceder a la captura del botín representado por el voto massista, destacan hoy dos estratagemas. La primera de ellas -cuyo conceptuador es Scioli en persona- propone conquistar a renegados e indecisos con su trademark de 'Fe y Esperanza'. La segunda táctica -motorizada por el remanente del cristinismo duro, mutado ahora en sciolista- tendrá por norte de brújula promocionar en medios afines toda conexión explotable entre el municipio de Tigre y el blanqueo de activos procedentes del tráfico de estupefacientes.
Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Publicidad. Es Editor y Director de El Ojo Digital desde 2005.