Los idus de marzo; la Lideresa y el Rebaño: doble o nada
Casi a los empellones, el escenario político argentino y la opinión ciudadana...
Más extraordinario aún es que un vidente le había advertido del grave peligro que le amenazaba en los idus de marzo y, aquel día, en ocasión de dirigirse hacia el Senado, Julio César se topó con el vidente; entre risas, le dijo: 'Los idus de marzo ya han arribado'. Ante ello, el vidente replicó -compasivo-: 'Sí, pero aún no han finalizado'.
Plutarco (historiador y ensayista griego)
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La seguridad vuelve a ser la vedette. Por estas horas, y casi a los empellones, el escenario político argentino y la opinión ciudadana parecen haber sido depositados de súbito en un simulacro digno de Ellroy, Chandler o -acaso- Hammett. Así las cosas, de la expresionista trama doméstica toman parte personajes obscuros, amorales y, difícil soslayarlo, ilógicos en su proceder. Quizás la única variable discordante provenga del aporte subdesarrollista que da forma a los protagonistas de por aquí: lejos del cinismo reflexivo tan característico del antihéroe salido del film noir, el relato local poco tiene que ver con detectives sombríos pero brillantes, sino con atropellados policías de provincia que dan caza a sus presas en ojotas. El enrarecido culebrón se complementa con funcionarios extraviados que toman por certeras informaciones luego desmentidas; con incompetentes gobernadores provincianos que, tal vez buscando reflotar un conflicto al estilo unitarios versus federales, se suben a una andanada de furibunda fraseología plena de ira contra el gobierno central; y con forajidos pedestres en extremo duchos a la hora de eludir a agentes de todo un país.
Si el lector estima necesario interpretar las líneas previas con datos más concretos, debería bastarle con el repaso de algún subcapítulo de la búsqueda de los prófugos Lanatta hermanos y Schillaci, en el cual elementos de Gendarmería Nacional fueron repelidos con fuego de policías bonaerenses primero y de agentes santafesinos después. Sobre las horas finales del evento -ya cerca de la resolución-, las fuerzas policiales de Santa Fe restringieron el ingreso de fuerzas federales al sitio exacto donde los fugitivos fueran recapturados (aunque sí permitieron desempeñarse in situ al equipo de noteros de la señal de tevé Todo Noticias [TN]). Corolario: si los pretendidos agentes del orden en la provincia claramente tomaron esa decisión por propia cuenta, entonces sería lícito otorgar razón a funcionarios de la Nación que estiman que ni Miguel Lifschitz ni Antonio Bonfatti son profetas en su propia tierra. Los evadidos cayeron no solo por inanición sino porque, en la óptica de los cómplices sabuesos locales, el cerco federal era ya insostenible y, a la postre, el negocio del pizzo se hubiese visto perjudicado.
En la otrora rica y pacífica provincia de Santa Fe, hace ya años la dirigencia política ha dejado de emitir órdenes y hacerlas cumplir, para ceder esa discrecionalidad al tráfico de estupefacientes. El flanco débil del socialismo, esto es, el creciente incremento de kilómetros cuadrados usurpados para edificar asentamientos precarios y villas miseria, fue explotado con presteza por organizaciones de narcotraficantes para amplificar canales de consumo y distribución. Al final del partido, solo les quedaba consolidar su control sobre las distintas policías; y lo lograron, por cuanto la confirmación de esta prerrogativa queda expuesta en los primeros dos renglones de este párrafo. Los capos -no ya los empresarios de la soja- lavan las utilidades sin ser molestados, adquiriendo lujosas propiedades e invirtiendo aquéllas en la construcción de edificios, a la vista de todo mundo. Embarcaciones a la deriva en el Río Paraná -lindero con la ciudad de Rosario- se movilizan con importantes cantidades de cocaína en sus bodegas porque, en esta portentosa ciudadela del desbarajuste, nadie invierte tiempo en preocuparse por el abordaje azaroso de personal de Prefectura Naval. Mucho menos, obviamente, por una inoportuna interdicción de oficiales locales. Ramón E. Machuca (supuesto 'prófugo' del clan Los Monos reveló ante las cámaras de tevé: 'A la droga, la manejan los políticos, el poder judicial y la policía'; ver: goo.gl/BV3mrr)
Este breve prólogo sobre el alcance del narco no debería sonar antojadizo. Especialmente cuando la ex presidente Cristina Fernández de Kirchner prepara su desembarco en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, dispuesta a sumar tropa de toda laya y color para su cruzada. Luego de una campaña ingeniada a los trompicones para intentar sabotear -por vía telefónica- la aprobación del presupuesto de la Provincia de Buenos Aires (ahora bajo comando de María Eugenia Vidal, Cambiemos), la viuda planea aterrizar junto a su hijo Máximo en el prístino barrio porteño de Puerto Madero para, de acuerdo a informes, redoblar esfuerzos que busquen conmover el suelo bajo los pies del nuevo inquilino de Balcarce 50, Mauricio Macri. La mandataria busca cobijar bajo una formulación paradoctrinaria, psicoterrorista y soterradamente subversiva a militantes camporistas, empleados estatales despojados de sus puestos en el Estado Nacional, organizaciones sociales/barriales, y grises quintacolumnistas profusamente infiltrados en la Administración Cambiemos (acaso militares; acaso espías), sin importar que sus cuarteleros estén imputados por corruptela, sean dignatarios declarados de la amenaza y la violencia, mecenas del soborno transnacional o confesos malversadores. Sin embargo, CFK está lejos de personificar un retorno épico; tampoco busca imprimirle un sesgo de heroicidad a su peculiar proposición.
En rigor, la Señora de Kirchner fue notificada -con la debida anticipación- del retorno de Jaime Stiuso (alias 'James', 'Styles', 'Jimmy', etc.; ex regente de gran parte del espionaje civil doméstico) a la República Argentina. La viuda no necesariamente se hizo eco de los comentarios compartidos por los dos primeros periodistas investigadores que revelaron detalles de mayor precisión sobre el esperado arribo de Stiuso (Hugo Alconada Mon, Beto Valdéz); Cristina sigue valiéndose para estos intrincados menesteres, de su propio servomecanismo de inteligencia paralela, el cual se divide en dos vertientes bien identificadas: una de ellas, tutelada por el General (Ret.) César Milani, y una segunda, por el ex magistrado del orden federal Héctor Luis Yrimia. Este espacio se ha referido a ambos sujetos en incontables oportunidades. Infortunadamente para la ex 'presidenta', el hilo conductor que relaciona a estas tristemente célebres lumbreras conduce en camino recto a los más siniestros prolegómenos del Caso Nisman. Y, a su vez, los entretelones del fiscal ultimado terminan cerrando el círculo sobre la propia persona de CFK. Los meses de febrero y marzo -en concurso con los tiempos que determine la jueza Fabiana Palmaghini- serán críticos: Stiuso cuenta con elementos de sobra para narrar -en un juzgado- detalles, circunstancias y actores que merodearon el deceso de Natalio Alberto Nisman, y esta eventualidad es, precisamente, la que la ex jefe de Estado teme. Amén de que, a modo de aperitivo, el ex SI pueda optar también por explayarse por temáticas tan variopintas como los affaires Southern Winds, Hotesur, o la tortuosa relación con la Venezuela bolivariana y los maletines (portadores de fondos que no tenían origen venezolano, sino iraní, y que eran convenientemente triangulados desde Caracas) del ahora testigo protegido Guido Alejandro Antonini Wilson. Una memoriosa recolección de pormenores de doce años de kirchnerismo -obsequiada por un individuo con los conocimientos y la talla de Jaime Stiuso- transitaría escandalosos episodios de corrupción, operaciones no sancionadas que bordearían la ejecución extrajudicial y el risueño carnaval privado que quebrantó la totalidad de los considerandos tipificados en la Ley 25.520 (inicuo apartado que también pondría judicialmente en jaque a la viuda de Néstor Carlos Kirchner). La ex presidente aceleró la diabólica mutación de los servicios de inteligencia de la República, reconfigurándolos en una suerte de GESTAPO destinada a amedrentar a opositores políticos, periodistas, hombres de negocios y ciudadanos comunes; apaleándolos, ensuciándolos y extorsionándolos cuando juzgóse necesario. Alguien habrá de decirlo en voz alta, algún día -en el foro que corresponda.
No satisfecha con su palmario legado de destrucción, Cristina Fernández ahora ha decidido duplicar su apuesta para derribar la imagen pública de Macri, previo al mes de marzo. Solo dentro de éste contexto pueden comprenderse las graves amenazas de Fernando Esteche (Quebracho) en redes sociales contra el Gobernador Gerardo Morales (Jujuy, Cambiemos), la persistente convocatoria desde el kirchnerismo a manifestarse contra el Gobierno Nacional, y -ya en un terreno más operativo- la labor subterránea de espionaje que eslabones cercanos a CFK realizan sobre los movimientos del Presidente, que luego son relevados a 'la Jefa'. De momento al menos, nadie se refiere al armamento liviano en poder de las columnas de Milagro Sala. Ni del destino pensado originalmente para los casi treinta millones de pesos retirados por mecenas de la líder indigenista ahora en prisión.
En poco menos de dos meses, habrá de comprobarse si la Administración macrista logrará desactivar el explosivo ingeniado por la iracunda Lideresa o si, por el contrario, el Presidente sucumbirá de la mano de sus pretendidos 'expertos en seguridad'. Toda vez que -como es bien sabido- los claustros poco tienen que ver con la torcida idiosincracia que impera en la realidad de la calle.
Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Publicidad. Es Editor y Director de El Ojo Digital desde 2005.