¿Eligió Rusia a Donald Trump?
El viernes próximo-pasado, el matutino estadounidense Washington Post informó que la CIA concluyó...
El viernes próximo-pasado, el matutino estadounidense Washington Post informó que la CIA concluyó que Rusia actuó para asistir a Donald Trump a la hora de ganar la elección. El relato describe acusaciones de que el gobierno ruso estuvo detrás del pirateo de servidores privados utilizados por el Comité Nacional Demócrata, así como también la cuenta en Gmail del manager de campaña de Hillary Clinton, John Podesta. La información obtenida fue derivada a WikiLeaks y a otras fuentes, como el hacker rumano Guccifer 2.0, a los efectos de hacer pública y desacreditar a la campaña de Clinton -y, potencialmente, influenciar en el resultado de los comicios. El New York Times informa ahora que los rusos también piratearon el servidor del Comité Nacional Republicano, pero que no dieron a conocer nada de la información allí obtenida. El GOP afirma que el sistema no sufrió ataque alguno.
Las afirmaciones relativas al involucramiento de Moscú en la elección surgen de un informe secreto preparado por la CIA, que comporta consenso en la comunidad de inteligencia sobre el particular, aún cuando el empleo de la palabra 'consenso' implica que existieron disidencias sobre las conclusiones, e incluso está la sugerencia de que no toda la comunidad certificó el informe final. Por lo que vale, el informe no profundiza en si acaso el pirateo influenció el resultado de la elección, y tanto el gobierno ruso como WikiLeaks han negado que actuaren en conjunto, y que hubiesen sido parte de esfuerzo organizado alguno para promocionar la campaña de Donald Trump.
La Casa Blanca replicó al análisis solicitando una investigación del pirateo informático vinculado a la campaña y a la elección presidencial. Trump dio a conocer un comunicado, descartando las afirmaciones de la CIA: 'Se trata de las mismas personas que dijeron que Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva... Es hora de seguir adelante'.
La réplica de Trump es frívola, porque la vulnerabilidad del proceso electoral estadounidense ante cualquier interferencia externa es un problema serio, que involucra tanto a sistemas públicos como privados, dedicados a compartir datos. Es también importante apuntar el modo en que los críticos de Rusia en el congreso, incluyendo a los senadores del Partido Republicano John McCain y Lindsey Graham ya explotan las afirmaciones para bloquear cualquier posible iniciativa de Trump para mejorar los vínculos con Moscú, lo cual podría comportar serias consecuencias a lo largo del camino.
A los efectos de determinar qué es lo que, con precisión, se está diciendo, es necesario respaldarse en los relatos de los medios de comunicación, dado que ni la CIA ni la Casa Blanca han hecho público el informe de referencia. Es, primero que nada, lo más importante considerar la evidencia de cara al pirateo informático y la diseminación de la información. La Casa Blanca afirma que la comunidad de inteligencia le ha asignado una 'alta confiabilidad' (N. del T.: 'high confidence' o 'confidence is high', término que implica asignar un alto grado de credibilidad a un informe e evento de inteligencia) al hecho de que el pirateo de servidores y la diseminación del material relacionado con la elección fueron actividades comandadas desde altos niveles en el gobierno ruso.
El uso del vocabulario es significativo, conforme implica que los funcionarios han establecido un vínculo directo en la custodia del material robado, incluyendo la revelación de identidades de individuos en el gobierno ruso y los conductos utilizados por fuera de aquél. Para decirlo en otras palabras, el gobierno estadounidense y sus presuntos aliados en el GCHQ británico (N. del T.: Cuartel General de Comunicaciones del Gobierno; alude a la repartición pública que, en el Reino Unido, es responsable por la inteligencia de señales, SIGINT o signals intelligence) están diciendo que han obtenido información sobre la serie de 'interrupciones' (cutouts) utilizadas para maniobrar la información desde los hackers hacia los canales empleados para diseminar los relatos. Aquí reside el por qué de la 'alta confiabilidad', lo cual implica que se cuenta con evidencia creíble.
Esta afirmación es en extremo seria, pero es, en rigor, imposible conocer si acaso es cierta o no. Algunos funcionarios anónimos del gobierno, según se conoce, están admitiendo que el vínculo directo entre el gobierno ruso y los hackers reales y, luego, entre los promotores y diseminadores de la información, son datos que no pueden certificarse. Si, en cualquier caso, la comunidad de inteligencia está afirmando que saben lo suficiente como para concluir que la maniobra se regenteó desde los altos niveles del gobierno en Moscú, entonces deberían mostrarse en capacidad de producir material debidamente documentado u otra evidencia que pruebe que la operación fue, en efecto, ordenada.
Si la CIA ha de esforzarse por mantener su credibilidad, entonces debería hacer precisamente eso, aún cuando el informe se presente en un formato claramente editado o sanitizado (N. del T.: 'sanitización', conforme se denomina, en la jerga de la inteligencia anglosajona, a la debida preparación de un documento con fuentes secretas para que pueda ser presentado ante el público no entendido), con el objetivo de proteger a las fuentes. ¿Cuentan con ese tipo de información precisa? Está claro que no es así, a pesar de la aseveración relativa a la 'alta confiabilidad'. Y luego está la sugerencia del representante Republicano Devin Nunes, insistente crítico de la variable del espionaje ruso y que se desempeña en el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes; ha dicho el legislador que la información consiste en 'dimes y diretes' (N. del T.: en inglés, innuendos) y que es extendidamente circunstancial.
Entonces, ¿con qué información se cuenta en realidad? Probablemente, tienen bits y porciones de la cadena de transmisión utilizada, y extraen conclusiones sin saber necesariamente que la aprobación del presidente ruso Vladimir Putin hubiese sido necesaria para una operación tan audaz. Al cotejar todos los elementos, se está diciendo que la aprobación del Kremlin fue parte del proceso.
Los informes de prensa explicitan que hubo dos grupos de piratas informáticos vinculados a la inteligencia rusa que obtuvieron la información en primer término, y que luego el material fue proporcionado a terceros para su presentación al público -siendo WikiLeaks el más prominente de los canales utilizados para tal fin.
Algunos en el mundo de los medios están diciendo que el pirateo informático ruso y la diseminación de la información tuvo dos objetivos: primero, dañar la campaña de Hillary Clinton; y, segundo, 'comprometer la confianza en el sistema electoral estadounidense', conforme lo describe el matutino Washington Post. Yo argumentaría que el acto de 'comprometer la confianza' es, poco plausible y que ninguna organización de inteligencia vería a semejante objetivo como válido, salvo en muy remotas circunstancias. La campaña de Clinton es, sin embargo, parte de otra historia. Hillary Clinton castigó a Rusia a lo largo de toda su campaña, y dejó en claro que ella hubiese confrontado con la Federación en Siria y la Europa Oriental. Trump respaldó, en contraste, una détente, de tal suerte que la supuesta elección por parte de Moscú sería obvia, por cuanto el Kremlin bien pudo haber decidido tomar medidas para promocionar la campaña de Trump, en defensa del interés ruso.
El empleo de recursos de inteligencia para promocionar el interés propio de una nación es algo que todos los gobiernos hacen. El objetivo es remitirse al secreto, pero nadie debería sorprenderse cuando tal actividad termina siendo detectada. Los intentos de influenciar la opinión pública extranjera en una país dado, o dentro de cierto grupo predeterminado, es una iniciativa conocida como acción clandestina (N. del T.: en inglés, 'covert action'). La totalidad de las grandes naciones del planeta se involucran en acciones clandestinas, en mayor o menor grado. La CIA ciertamente la utiliza a través de sus activos (medios de comunicación en todo el mundo), a los efectos de insertar relatos que respaldan a dirigentes políticos y a partidos respaldados por la Administración americana en ejercicio en Washington. Yo me sentiría inclinado a presumir que el presidente Barack Obama, por ejemplo, ha aprobado acciones y cobertura favorables de prensa en apoyo de políticos comprometidos, como la Canciller Angela Merkel en Alemania -cuyas políticas él celebra firmemente.
Si una acción clandestina involucra a los medios, en ocasiones consistirá de relatos completamente inventados que, con periodicidad, son publicados rápidamente como lo que son, o bien se publican relatos que son en parte ciertos, pero que también contienen verdades sesgadas o falsedades, con la meta de minar o influenciar una narrativa vigente. Si tales relatos son configurados de manera inteligente, entonces serán tomados por verdad por parte del público. Los relatos así insertados por una agencia de inteligencia, actuando con frecuencia a través de personeros, pueden -bajo exposición- ser consideradas como parte de las 'falsas noticias' (N. del T.: fake news) que recientemente han traumatizado bastante a los medios.
Mucho mejor que las falsas noticias -desde el punto de vista de una agencia de inteligencia- son las noticias verídicas, razón por la cual los correos electrónicos Clinton-Podesta-DNC fueron tan efectivos. Esa información era, innegablemente, cierta, y traen a colación otra operación rusa de 2014, en la que el teléfono intervenido de Victoria Nuland (Secretaria Asistente del Departamento de Estado) fue aprovechado para revelar que Nuland tenía una opinión despectiva sobre los aliados europeos de Estados Unidos. La lección que debe aprenderse de estos errores de juicio es que uno se crea sus propias vulnerabilidades, que otros terminarán explotando para propio provecho. Si el Comité Nacional Demócrata hubiese querido echar a Bernie Sanders, mejor hubiese sido no decirlo en un correo electrónico. Si John Podesta no confiaba en el criterio impulsivo de Hillary Clinton para tomar decisiones, entonces no debió haber vertido esa opinión personal, enviándola por correo electrónico (como efectivamente hizo). Si Nuland quería cometer algún acto de fornicación en perjuicio de los aliados europeos, entonces mejor lo hubiese discutido en una conversación telefónica segura.
Así es que casi todos los países recurren al espionaje cuando deben tratar con terceras naciones, y trabajan para promocionar sus propios intereses a través del empleo de la inteligencia u otros recursos nacionales. Realidad que a nadie debería sorprender. En tanto es imposible conocer si la publicación de WikiLeaks sobre los emails pirateados modificó, en efecto, el resultado de la elección en Estados Unidos, aún cuando está claro que ello no ayudó a Hillary. La lección no es que los rusos espiaron a Estados Unidos y que, clandestinamente, asistieron a un candidato al que apoyaban. Realidad que debiera ser entendida por las personas en Washington y en todo rincón de la Administración. La información ya no es privada, en una era en la que la intrusión electrónica y el pirateo informático pueden surgir de alguna persona instalada en alguna cochera. Pero, cuando los aspirantes a ocupar altos cargos públicos se comportan de manera descuidada en lo que dicen, en el cuándo lo dicen y en el cómo lo comunican a sus pares, habrá consecuencias.
Siempre es mejor evaluar nuestros propios actos antes que castigar a los rusos por hacer lo que suele hacerse naturalmente. Este comportamiento solo podrá conducir a empeorar una relación que ya es mala.
Artículo original en inglés, en http://www.theamericanconservative.com/articles/did-russia-elect-trump/ | Traducido y republicado en El Ojo Digital (Argentina) con permiso del autor y de The American Conservative magazine (Estados Unidos) | Traductor: Matías E. Ruiz
Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.