La Argentina y las fiestas electrónicas
Desde hace varios años, las fiestas electrónicas (o 'Rave') amenazan con convertirse...
22 de Enero de 2017
Desde hace varios años, las fiestas electrónicas (o 'Rave') amenazan con convertirse -como el mismo concepto así lo refiere- en un delirio. En muchos casos, lo frenético suele transformarse en una girar delirante, allí donde la excitación no permite reconocer las señales corporales de alerta o riesgo. El episodio que condujo a los seis fallecidos en el evento Time Warp es ya un lejano recuerdo; lo propio podría decirse de los eventos con trágico final en Córdoba (2 jóvenes perdieron la vida) y el caso de los dos muertos en Arroyo Seco. Ahora, el foco de la atención se traslada a Mar del Plata.
Atónitos, los intendentes de distintas localidades asisten a este novedoso fenómeno; no entienden cómo prohibir, reglamentar, regular ni permitir estos eventos. En igual sentido, confiesan no contar con los recursos sanitarios para enfrentar este tipo de episodios. La escasez en materia de recursos sanitarios lo expone: hemos llegado tarde, si el objetivo era hacer frente a este macro-negocio, ya en marcha en todo el mundo. Las fiestas son marcas globalizadas (Time Warp, Creamfields, Tomorrow Land, Ultramusic Festival, Sensation, etcétera) y, además, se agregan las marcas locales -promocionadas por numerosos disc-jockeys o DJs. Mucho dinero corre ahí, conforme todo está 'loteado' -desde la entrada de 'dealers' hasta el agua mineral, o los ingresos con equipos de abogados entrenados y sistema de ambulancias que permitirán derivar a otro lugar al pre-comatoso (desligando responsabilidades en el proceso).
Sería lícito decir que el Estado es aquí demasiado pequeño para atender situaciones sostenidas por corporaciones del 'divertimento' musical electrónico, con patrocinadores poderosos y equipos de prensa que pueden poner fin, de proponérselo, a la carrera política de cualquiera. A este combo han de agregarse la incontable cantidad de fiestas que se llevan a cabo en sitios privados (quintas, por ejemplo), sin necesidad de contar con permiso alguno, pero siempre con la extendida disponibilidad de dealers y de recursos sanitarios para ocultar bajo la alformbra cualquier problema médico. En estos casos, el Internet y las redes sociales son insuperables aliadas de estos eventos, conforme la música electrónica se difunde por doquier y tiene, desde hace treinta años ya, un público mundial de importancia.
La Argentina y el éxtasis
Gran parte del problema se origina hacia el año 2001, con la realización de la primera edición de Creamfields, comenzándose a explotar a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires como capital latinoamericana del 'rave'. En lo personal, recuerdo haber recibido a una paciente en ese momento que me comentó la sorprendente cantidad de gente intoxicada en carpas de campaña junto a médicos -todo lo cual fue oportunamente ignorado por la prensa y la opinión pública. La joven de referencia me relató su odisea hasta que arribó a GRADIVA, e inició un proceso de recuperación. Concurrieron a la primer Creamfields unas 18 mil personas. Volvieron a organizarse ediciones en 2002 (con 24 mil asistentes), 2003 (35 mil), 2004 (55 mil) y 2006 (con 65 mil jóvenes participantes). Mientras tanto, una disco de Avenida Costanera -en esa misma época-, aglutinaba hasta a 5 mil personas, muchas de esas 'entretenidas' a base de un mix de música electrónica, éxtasis y cocaína.
Ya posicionada la Argentina como lugar que genera una notoria plusvalía económico-financiera, distintas marcas comenzaron a tomar parte de este mercado -a los efectos de posicionarse. La complacencia de las autoridades nacionales y munipales derivó en que jamás se implementó reglamentación alguna para tales eventos, sino que tampoco se diseñaron programas preventivos para atender a este fenómeno tan adictivo como letal (siempre los estimulantes alucinógenos están presentes en la organización). Huelga decirlo: el éxtasis y las fiestas 'rave' van de la mano de la epidemia de drogas que nuestra sociedad experimenta en distintos estamentos.
El otro default argentino
Precisamente, desde el inicio de la década de 2000, se pone fin a la totalidad de los programas preventivos sobre adicciones; incluso dio inicio la abierta desactivación de programas preventivos y de centros públicos de asistencia. En simultáneo, se ponen en funcionamiento acciones inorgánicas sin planificación preciso -lo cual acompaña al incremento de parámetros de prevalencia de la enfermedad, con todas las secuelas psiquiátricas, accidentes, muertes, y etcéteras.
El subcapítulo de Time Warp y lo que ahora se informa sobre Mar del Plata no es otra cosa sino el signo de nuestro 'default'; esto es, nuestra deuda social a la hora de hacer frente a esta problemática de índole socio-sanitaria. Llegar antes es la consigna, y tal es la piedra basal de cualquier política de salud, desde el cáncer de mama en su detección precoz, hasta la prevención de la drogadependencia en niños y adolescentes (en compañía de sus familias). Peor todavía: no sólo se han desactivado políticas que hubiesen permitido llegar primero, sino que se estimuló la aceptación social del consumo en edades puberales -en franca contradicción con lo que la medicina del cerebro nos enseñaba en los albores de 2000. Los estudios certificaban que, en la etapa de la adolescencia, la vulnerabilidad frente al consumo de drogas alcanza su cénit, y permite un tránsito más veloz hacia la cronicidad del consumo. Un estudio realizado en el CONICET (Licenciada Ana Camaroti) sobre 150 jóvenes que concurren a fiestas 'rave' corroboró que 'el 61% de los consultados consume éxtasis, combinándolo también con marihuana-tabaco'. Los celebres anteojos negros en ambientes oscuros tratan de disimular los 'nistagmus' -generados por el consumo de esta droga, que potencia los movimientos descontrolados de los globos oculares.
Este cuerpo, en simbiosis con los ritmos que promete el éxtasis, vacíaa de serotonina (neurotransmisor) el cerebro pero, mientras tanto, la persona se percibe protagonista de un mundo mágico, de contacto piel a piel con la extrañeza de lo alucinatorio, transitando previamente por una disociación de la personalidad. En pocas palabras, el cuerpo se entrega a sensaciones eróticas, pero no se percata de los fallos que en ese preciso instante registra su biología.
En las fiestas electrónicas, se combinan la música como fenómeno global -y transmitido repetidamente por Internet y las cadenas de YouTube- y las drogas (especialmente el éxtasis, como mixtura de una suerte de superestimulación acompañada de alucinaciones). Si la sociedad actual es producto de flujos globales (financieros, terrorismo, narconegocio, corporaciones con mayor poder que los propios Estados Nacionales), también la música se adosa al narcomenudeo. Los flujos globales superan a los poderes locales en la actualidad, a no ser que los poderes de orden doméstico procedan al diseño de un programa global nacional útil para plantar cara a estos males. Conforme ya se ha escrito desde este espacio, la solución consiste en dotar de poder a las comunidades comenzando por las familias, las escuelas y las organizaciones sociales; instruír en relación al consumo de drogas y sus consecuencias, es el método. Sitios públicos operativos en la totalidad del territorio nacional servirán para brindar atención con la mayor premura posible.
Mientras, en nuestra República Argentina, la influencia global de las drogas y su comercio potenciaban su alcance, las autoridades desarticularon la totalidad de las políticas locales. Y, de esta manera, cada fin de semana, los medios de comunicación terminan reportando sobre algún conteo de heridos o fallecidos en esta suerte de 'guerra de guerrillas'. Hemos de desentrañar y derrotar ese poder, de la mano de acciones locales intensas -esto es Política, con mayúsculas. En España, la Reina Sofía y el gobierno socialista de Felipe González, y luego el Partido Popular de José María Aznar, se unieron en un Plan Nacional de Drogas y la FAD (presidida por la misma Reina), convocando a todas las grandes firmas privadas. Se consolidó un fondo económico para tal fin preventivo, y esa fundación se mantiene en pie gracias a los intereses de capital que continúan a nombre de las empresas. El resultado: pudieron detener la epidemia. Y lo propio se hizo en Suecia.
Atónitos, los intendentes de distintas localidades asisten a este novedoso fenómeno; no entienden cómo prohibir, reglamentar, regular ni permitir estos eventos. En igual sentido, confiesan no contar con los recursos sanitarios para enfrentar este tipo de episodios. La escasez en materia de recursos sanitarios lo expone: hemos llegado tarde, si el objetivo era hacer frente a este macro-negocio, ya en marcha en todo el mundo. Las fiestas son marcas globalizadas (Time Warp, Creamfields, Tomorrow Land, Ultramusic Festival, Sensation, etcétera) y, además, se agregan las marcas locales -promocionadas por numerosos disc-jockeys o DJs. Mucho dinero corre ahí, conforme todo está 'loteado' -desde la entrada de 'dealers' hasta el agua mineral, o los ingresos con equipos de abogados entrenados y sistema de ambulancias que permitirán derivar a otro lugar al pre-comatoso (desligando responsabilidades en el proceso).
Sería lícito decir que el Estado es aquí demasiado pequeño para atender situaciones sostenidas por corporaciones del 'divertimento' musical electrónico, con patrocinadores poderosos y equipos de prensa que pueden poner fin, de proponérselo, a la carrera política de cualquiera. A este combo han de agregarse la incontable cantidad de fiestas que se llevan a cabo en sitios privados (quintas, por ejemplo), sin necesidad de contar con permiso alguno, pero siempre con la extendida disponibilidad de dealers y de recursos sanitarios para ocultar bajo la alformbra cualquier problema médico. En estos casos, el Internet y las redes sociales son insuperables aliadas de estos eventos, conforme la música electrónica se difunde por doquier y tiene, desde hace treinta años ya, un público mundial de importancia.
La Argentina y el éxtasis
Gran parte del problema se origina hacia el año 2001, con la realización de la primera edición de Creamfields, comenzándose a explotar a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires como capital latinoamericana del 'rave'. En lo personal, recuerdo haber recibido a una paciente en ese momento que me comentó la sorprendente cantidad de gente intoxicada en carpas de campaña junto a médicos -todo lo cual fue oportunamente ignorado por la prensa y la opinión pública. La joven de referencia me relató su odisea hasta que arribó a GRADIVA, e inició un proceso de recuperación. Concurrieron a la primer Creamfields unas 18 mil personas. Volvieron a organizarse ediciones en 2002 (con 24 mil asistentes), 2003 (35 mil), 2004 (55 mil) y 2006 (con 65 mil jóvenes participantes). Mientras tanto, una disco de Avenida Costanera -en esa misma época-, aglutinaba hasta a 5 mil personas, muchas de esas 'entretenidas' a base de un mix de música electrónica, éxtasis y cocaína.
Ya posicionada la Argentina como lugar que genera una notoria plusvalía económico-financiera, distintas marcas comenzaron a tomar parte de este mercado -a los efectos de posicionarse. La complacencia de las autoridades nacionales y munipales derivó en que jamás se implementó reglamentación alguna para tales eventos, sino que tampoco se diseñaron programas preventivos para atender a este fenómeno tan adictivo como letal (siempre los estimulantes alucinógenos están presentes en la organización). Huelga decirlo: el éxtasis y las fiestas 'rave' van de la mano de la epidemia de drogas que nuestra sociedad experimenta en distintos estamentos.
El otro default argentino
Precisamente, desde el inicio de la década de 2000, se pone fin a la totalidad de los programas preventivos sobre adicciones; incluso dio inicio la abierta desactivación de programas preventivos y de centros públicos de asistencia. En simultáneo, se ponen en funcionamiento acciones inorgánicas sin planificación preciso -lo cual acompaña al incremento de parámetros de prevalencia de la enfermedad, con todas las secuelas psiquiátricas, accidentes, muertes, y etcéteras.
El subcapítulo de Time Warp y lo que ahora se informa sobre Mar del Plata no es otra cosa sino el signo de nuestro 'default'; esto es, nuestra deuda social a la hora de hacer frente a esta problemática de índole socio-sanitaria. Llegar antes es la consigna, y tal es la piedra basal de cualquier política de salud, desde el cáncer de mama en su detección precoz, hasta la prevención de la drogadependencia en niños y adolescentes (en compañía de sus familias). Peor todavía: no sólo se han desactivado políticas que hubiesen permitido llegar primero, sino que se estimuló la aceptación social del consumo en edades puberales -en franca contradicción con lo que la medicina del cerebro nos enseñaba en los albores de 2000. Los estudios certificaban que, en la etapa de la adolescencia, la vulnerabilidad frente al consumo de drogas alcanza su cénit, y permite un tránsito más veloz hacia la cronicidad del consumo. Un estudio realizado en el CONICET (Licenciada Ana Camaroti) sobre 150 jóvenes que concurren a fiestas 'rave' corroboró que 'el 61% de los consultados consume éxtasis, combinándolo también con marihuana-tabaco'. Los celebres anteojos negros en ambientes oscuros tratan de disimular los 'nistagmus' -generados por el consumo de esta droga, que potencia los movimientos descontrolados de los globos oculares.
Este cuerpo, en simbiosis con los ritmos que promete el éxtasis, vacíaa de serotonina (neurotransmisor) el cerebro pero, mientras tanto, la persona se percibe protagonista de un mundo mágico, de contacto piel a piel con la extrañeza de lo alucinatorio, transitando previamente por una disociación de la personalidad. En pocas palabras, el cuerpo se entrega a sensaciones eróticas, pero no se percata de los fallos que en ese preciso instante registra su biología.
En las fiestas electrónicas, se combinan la música como fenómeno global -y transmitido repetidamente por Internet y las cadenas de YouTube- y las drogas (especialmente el éxtasis, como mixtura de una suerte de superestimulación acompañada de alucinaciones). Si la sociedad actual es producto de flujos globales (financieros, terrorismo, narconegocio, corporaciones con mayor poder que los propios Estados Nacionales), también la música se adosa al narcomenudeo. Los flujos globales superan a los poderes locales en la actualidad, a no ser que los poderes de orden doméstico procedan al diseño de un programa global nacional útil para plantar cara a estos males. Conforme ya se ha escrito desde este espacio, la solución consiste en dotar de poder a las comunidades comenzando por las familias, las escuelas y las organizaciones sociales; instruír en relación al consumo de drogas y sus consecuencias, es el método. Sitios públicos operativos en la totalidad del territorio nacional servirán para brindar atención con la mayor premura posible.
Mientras, en nuestra República Argentina, la influencia global de las drogas y su comercio potenciaban su alcance, las autoridades desarticularon la totalidad de las políticas locales. Y, de esta manera, cada fin de semana, los medios de comunicación terminan reportando sobre algún conteo de heridos o fallecidos en esta suerte de 'guerra de guerrillas'. Hemos de desentrañar y derrotar ese poder, de la mano de acciones locales intensas -esto es Política, con mayúsculas. En España, la Reina Sofía y el gobierno socialista de Felipe González, y luego el Partido Popular de José María Aznar, se unieron en un Plan Nacional de Drogas y la FAD (presidida por la misma Reina), convocando a todas las grandes firmas privadas. Se consolidó un fondo económico para tal fin preventivo, y esa fundación se mantiene en pie gracias a los intereses de capital que continúan a nombre de las empresas. El resultado: pudieron detener la epidemia. Y lo propio se hizo en Suecia.