Irán reelige a Hassan Rouhani, pero la identidad del presidente tiene poca importancia
El presidente iraní Hassan Rouhani se hizo acreedor a un segundo período...
El presidente iraní Hassan Rouhani se hizo acreedor a un segundo período el próximo-pasado viernes, asegurándose el 57% de los votos en la cuidadosamente preparada y escenificada elección presidencial iraní. Rouhani, un pragmático de línea dura que suele ser confundido como un 'moderado' por medios de comunicación occidentales, superó a una serie de candidatos que incluían a Ebrahim Raisi, protégé de ultra línea dura del ayatolá Ali Khamenei, líder supremo de Irán.
La elección cambiará poco en el país. En el sistema político teocrático iraní, las elecciones promocionan los intereses de los mulás, y no de una verdadera democracia. Los clérigos gobernantes de Irán reclaman legitimidad, afirmando que ponen en práctica la voluntad de Dios, no la del pueblo.
A diferencia de los Estados Unidos de América, por ejemplo, el presidente iraní es una figura política con poderes y responsabilidades en extremo limitados. El líder supremo iraní es el árbitro definitivo de asuntos importantes, particularmente aquellos que preocupan a EE.UU.: el programa nuclear iraní, su fuerza de misiles balísticos, su exportación del terrorismo, y sus esfuerzos con miras a exportar su revolución a Bahrein, Irak, Líbano, Arabia Saudita, Yemén y otras naciones.
En su rol de líder de la revolución islámica de Irán, el líder supremo controla al Cuerpo de Guardia Islámica Revolucionaria -elemento crítico para el régimen- que suprime la oposición política, protege al régimen a nivel doméstico y en el exterior, controla la fuerza de misiles balísticos y los esfuerzos nucleares clandestinos, y orquesta el respaldo iraní por grupos terroristas.
La dictadura teocrática de Irán ha construído una suerte de fachada de democracia, para enmascarar el hecho de que el poder real se mantenga en manos de los clérigos líderes. Son los ayatolás, después de todo, quienes aprueban qué candidatos tendrán permitido competir por la presidencia. Este año, más de 1.600 candidatos -todos ellos, hombres, dado que las mujeres tienen prohibido postulares- anunciaron planes para competir por la primera magistratura, pero solo seis de ellos obtuvieron aprobación por parte del Consejo Guardián, cuerpo orwelliano que certifica qué aspirantes respaldan verdaderamente los objetivos de la revolución islámica iraní.
El proceso político se resume, antes que en un proceso electoral, en una selección. La campaña política proporciona una suerte de barómetro para medir la opinión ciudadana, pero continúa siendo un élite clerical pequeña la que toma las decisiones clave. La campaña de este año se centró principalmente en asuntos económicos. Numerosos iraníes mostraron su desagrado cuando tuvo lugar el levantamiento de sanciones -consecuencia del acuerdo nuclear de 2015. El alivio de sanciones internacionales no mejoró la existencia del ciudadano común, algo que Rouhani había prometido.
Ello no sucedió porque, en parte, los acuerdos comerciales más importantes de Irán fueron diseñados para beneficiar a industrias bajo control estatal, y a firmas afiliadas con la Guardia Revolucionaria, que controla una amplia porción de la economía nacional. Más aún, los bajos precios del crudo han contribuído a deprimir los ingresos por exportaciones de Teherán -siendo que el petróleo representa la columna vertebral de su economía.
El régimen ha exacerbado la situación, canalizando el grueso de los dividendos económicos derivados del alivio en las sanciones al acopio de armamento para sus fuerzas armadas y en una costosa intervención militar en Siria que tiene por objetivo mantener en el poder al brutal régimen de Basher al-Assad. Rouhani tiene escaso control sobre esas decisiones, que son resueltas por Khamenei.
En rigor, la elección presidencial del viernes en Irán se sintetiza en una charada. Todo se redujo a volver a elegir a Rouhani -apenas un presidente de nombre. Bajo el sistema político revolucionario de Irán, Khamenei, líder de la revolución, en mucho sobrepasada al líder del Estado iraní.
Khamenei, quien ha gobernado Irán desde 1989, padece -según se ha informado- de cáncer de próstata en años recientes. La elección de su sucesor tendrá gran impacto en la futura selección de cualquier presidente del país.
Artículo original en inglés, en http://dailysignal.com/2017/05/21/iran-re-elects-rouhani-president/
Analista senior en el Centro Douglas y Sarah Allison para Estudios de Política Exterior en la Fundación Heritage. Ha desarrollado numerosos trabajos sobre asuntos relativos al Medio Oriente y sobre terrorismo internacional desde 1978. Es columnista en medios televisivos norteamericanos y ha testificado en comités del congreso estadounidense en relación a temáticas de seguridad internacional.