Qué puede aprender el mundo sobre Hong Kong
Este próximo-pasado sábado, se cumplieron veinte años desde que Gran Bretaña entregó...
Como colonia británica, Hong Kong fue bendecida con derechos de propiedad, igualdad ante la ley y una justicia independiente. Mientras que la colonia jamás se convirtió en una democracia en todo su esplendor, sus ciudadanos sí disfrutaron libertades civiles, incluyendo de expresión, de prensa, libertad de asociación y libertad religiosa.
A diferencia de ciertas ex colonias briteanicas y del Reino Unido en sí mismo, Hong Kong jamás experimentó el socialismo. Históricamente, el gobierno apenas desempeñó un rol muy pequeño en la economía, limitándose a proporcionar viviendas subsidiadas para los refugiados provenientes de China continental.
El territorio mantuvo los impuestos planos y bajos (ubicándose éstos en un 17%, para ingresos personales e ingresos corporativos), mantuvo el gasto gubernamental que jamás excedió el 11 por ciento del PBI, y el presupuesto siempre se mantuvo en equilibrio. El territorio siguió una política de liberalización unilateral del comercio, que equivale a decir que permitió a otras naciones exportar a Hong Kong bajo un sistema libre de tarifas, sin importar si esos otros países se comportaban de manera recíproca o no.
Como tal, Hong Kong ha sido, alternativamente, la economía más libre del mundo, o bien ha ocupado el segundo puesto, entre 1970 y 2014 (primer y último año en que el Instituto Fraser compiló sus estadísticas para el Indice de Libertad Económica en el Mundo).
La libertad económica benefició a millones de personas en Hong Kong. Más importante: benefició a cientos de millones de personas en la China continental. Conforme el territorio creía y se volvía más rico, los comunistas chinos se vieron forzados a admitir el fracaso del socialismo, embarcándose luego en su propio sendero hacia la riqueza, desde 1978. Entre ese año y 2016, los ingresos chinos se multiplicaron por siete, resultando en la mayor reducción de la pobreza en la historia de la humanidad.
El vínculo entre libertad económica y crecimiento, conforme fuera ejemplificado irrefutablemente por Hong Kong, debería ser de interés para los tomadores de decisión en el Reino Unido, habida cuenta de que ese país se prepara para abandonar la Unión Europea. Tras el Brexit, el Reino Unido podría intentar replicar el éxito de Hong Kong, adoptando políticas que maximicen el crecimiento, incluyendo el recorte de impuestos, una profundización de la desregulación en el ambiente de los negocios, y la implementación de una liberalización unilateral para facilitar el libre comercio.
Debería, la Gran Bretaña, elegir el ejemplo de Hong Kong, abrazarse a una mayor libertad económica, y prosperar como resultado -y otras naciones europeas deberían verse tentadas de seguir los pasos británicos, en tal caso. En ese sentido, la Gran Bretaña podría servir como faro que ilumine el camino de la libertad y la prosperidad para Europa, tal como Hong Kong hizo lo propio para la China continental.
En 1755, el gran economista escocés Adam Smith ofreció 'una virogorsa descripción de lo que él creía el gobierno debía hacer para alentar el desarrollo económico'. Escribiría: 'Es requisito para llevar a un Estado al más alto grado de opulencia -desde un status de barbarismo básico-, que la paz, impuestos sencillos, y una administración de justicia tolerable; el resto será provisto por el curso natural de las cosas. Todos los gobiernos que obstaculizan este curso natural, que fuercen las cosas por otros canales, o cuyo propósito sea impedir el progreso de una sociedad en un punto en particular, son no-naturales y, a los efectos de sostenerse, se fuerzan a ser opresivos y tiránicos'.
Hong Kong prosperó porque siguió las recomendaciones de Smith. La Gran Bretaña no está obligada a reinventar la rueda. Todo lo que necesita es abrazarse a su propio legado cultural y a los principios de la libertad económica y política, que han sido las virtudes que los británicos legaron a la humanidad en primer lugar.
Analista de políticas públicas del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute. Editor del sitio web Human Progress.