Venezuela: las cosas llegan adonde tienen que llegar
Todos cometemos errores y corregirlos es de sabios, como afirma el conocido refrán...
Todos cometemos errores y corregirlos es de sabios, como afirma el conocido refrán. Entiendo, por tanto, la importancia de la aparición del llamado “chavismo crítico”, en particular debido a la desafiante coyuntura que vive nuestra sociedad. No se me escapa que el régimen conserva todavía efectivo poder e ingentes recursos represivos, y que está dispuesto a utilizarlos con rudeza y eficacia para perdurar en el mando, sometiendo definitivamente a la nación a sus designios despóticos. Son por tanto bienvenidas las alianzas con todas las personas dispuestas a hacer su aporte en estos tiempos cruciales, a objeto de impedir que la tiranía se consolide aún más en Venezuela, procurando a la vez ponerle fin.
En este sentido, resulta hoy más que nunca imperativo salirle al paso a cualquier intento de olvidar, menoscabar o distorsionar de manera interesada las razones que explican por qué nuestro país ha desembocado en el abismo en que se encuentra. Esa tarea de esclarecimiento de lo ocurrido estos pasados años no debe hacerse en modo alguno con propósitos de cobrar venganza o perseguir a otros, sino para asegurarnos que la nefasta experiencia que ha vivido Venezuela bajo el proyecto político iniciado por Hugo Chávez nos lleve a alcanzar finalmente el necesario aprendizaje social, de manera de evitar su repetición en el futuro una vez que Venezuela haya tomado un camino diferente.
Era claro, palpable, inequívoco, que el proyecto político chavista, desde sus propios comienzos, contenía en abundancia las semillas del esquema de control dictatorial en que ha devenido y se ha concretado. Sobran las evidencias acumuladas a lo largo de dos décadas, o quizás más, desde el momento en que ocurrieron los golpes de Estado de 1992 y hasta el presente, que ponen de manifiesto sin que quede espacio para serias dudas la naturaleza despótica del chavismo como movimiento político y proyecto de dominación hegemónico.
Por lo tanto, a aquellas personas que militaron por años en el seno de la “revolución” y hoy empiezan a asumir un rumbo autocrítico, es indispensable llamarles la atención sobre este asunto clave. Bienvenidos sean su examen de conciencia y su rectificación, y congratulaciones por su valentía al enfrentar el odio irreversible de quienes hasta ayer fueron sus compañeros de ruta. Pero eso sí: recuerden que por años ustedes también violaron la Constitución que ahora intentan defender y abusaron arbitrariamente del poder que tuvieron en sus manos. Y lo hicieron por decisión propia y porque la naturaleza del régimen del que han formado parte es tiránica. La única escapatoria ante ese destino de opresión es romper con el régimen, sus fundamentos ideológicos y sus pulsiones dictatoriales, si es que se quiere vivir en un país de hombres y mujeres libres.
No descarto ni rechazo que un partido político de izquierda democrática pueda desempeñar un papel en una Venezuela distinta y mejor, pero ese partido no es, nunca ha sido y jamás podrá serlo el PSUV, cuya estructura organizativa, sustancia ideológica y objetivos políticos responden a concepciones marxistas que no se compaginan con la existencia en libertad.
Insisto entonces en que una cosa es admitir que todos podemos equivocarnos, que rectificar es positivo y que los venezolanos con la aspiración de hallar un nuevo ámbito de convivencia civilizada tendremos que buscar vías de reencuentro y reconciliación. Este, repito, es un punto válido. Pero otro distinto e inaceptable consiste en minimizar el hecho patente de que el chavismo, en su versión vigente, es un veneno moral y político que ha producido inmensos daños a nuestra sociedad, aplastándola bajo la opresión, empobreciéndola y arrinconándola de manera tal que no le ha quedado otra opción excepto la de rebelarse, la de zafarse a como dé lugar del régimen y abrir una renovada ruta hacia la libertad.
En el plano ético, el chavismo, su fundador y seguidores han ido mucho más allá de lo que, para citar un ejemplo emblemático, Kant consideraba el signo inconfundible de la violación de la ley moral, es decir, tratar a los seres humanos no como fines sino como medios. Lo afirmo pues el régimen y sus cabecillas, durante todos estos años, han tratado a los venezolanos que se atreven a disentir o adoptar posiciones distintas como meros objetos. Dicho en otros términos, los cabecillas y seguidores del régimen no nos tratan siquiera como medios sino como objetos de burla, de menosprecio, de desdén, mediante el insulto, la amenaza y la descalificación permanentes, a lo que se suma la implacable disposición de despojarnos de nuestra dignidad, de nuestras herramientas de vida, de nuestros anhelos y esperanzas, hasta empujar a centenares de miles a abandonar el país o forzarles a ello, como si tampoco el derecho de ser venezolanos fuese nuestro sino de quienes nos oprimen.
En lo que toca a lo político, el chavismo envenena cualquier opción de existir en democracia, pues se basa en un objetivo socialista que de manera necesaria, gradual o rápidamente, erosiona y destruye la economía de mercado capitalista sustituyéndola por fórmulas colectivistas y corporativistas, todo lo cual conduce de modo inexorable al control férreo de la sociedad por parte de un Estado todopoderoso, acentuándose dicho proceso en un contexto como el venezolano, debido al peso del petróleo.
El chavismo envenena la política republicana y democrática y asfixia la libertad en nombre de un demagógico igualitarismo, que no es más que el disfraz bajo el que se oculta una feroz vocación totalitaria. En este orden de ideas, repito, el despotismo es intrínseco al chavismo y por ello el régimen condujo las cosas adonde tenían que llegar.
El chavismo no desembocó en dictadura por error o casualidad; llegó a la dictadura de manera deliberada y necesaria. La asamblea constituyente que el régimen ahora prepara será, en caso de llevarse a cabo, la culminación de ese ya largo y doloroso camino dirigido a establecer un despotismo irreversible, en manos de los grupos militares y civiles que manejan las riendas del país bajo la tutela vigilante de la Cuba castrista. La “tiranía activa y doméstica”, como en otro marco y circunstancias lo expresó Bolívar, ha sido desde siempre la naturaleza y la dinámica de un movimiento y un proceso que en estos momentos, jugándose el todo por el todo, intenta establecerse sin cortapisas y limitaciones frente a una sociedad que finalmente despertó y le combate con inmenso coraje y sacrificio.
Se avecinan nuevas y heroicas jornadas de resistencia cívica de parte de nuestro pueblo y sus jóvenes. Estos pasados meses han sido extraordinarios, en cuanto han exhibido ante nosotros mismos y el mundo entero la voluntad de liberación que anima a las mayorías del país. Ignoro desde luego qué desenlace nos aguarda como resultado de la entrega, el arrojo y el sacrificio de tanta gente, en particular de nuestros jóvenes, pero abrigo serena confianza en un porvenir de libertad para Venezuela, ya que las cosas llegan donde tienen que llegar.
Es Filósofo, politólogo y Doctor en Estudios Estratégicos (King's College, Londres). Profesor titular de la Universidad Simón Bolívar.