Argentina y la adicción al dinero y sus fetiches: ¿para qué tanto?
La adicción no solo es un trastorno que afecta a los que consumen estupefacientes.
12 de Enero de 2018
La adicción no solo es un trastorno que afecta a los que consumen estupefacientes. La tecnología, el sexo, el juego, el cuerpo -en un intento de parecernos a un Mr. Atlas-, la comida en sus versiones de alimentarse como un buey (bulimia, de ahí su nombre) o la anorexia. Existen grupos de autoayuda para todos estos trastornos (NA o narcóticos anónimos, SA o sexo anónimo, TA o adicción a la tecnología, JA o jugadores anónimos... y lo propio sucede con las otras adicciones a la comida).
En la Argentina, podríamos agregar a aquéllas la adicción al dinero y sus fetiches, representable ello en la forma de vehículos de alta gama, armas de guerra, onerosas mansiones, mujeres 'de alquiler', etcétera. El conjunto de estos trastornos se transforma en el único evento de sus vidas -no existe otra cosa. El plato de cocaína es el centro y, en muchos casos, esto sobreviene junto a otras adicciones. Se ha vuelto corriente hoy el 'combo' estupefacientes, juego, alcohol, mujeres. Con todas las características cifradas por la Asociación Médica Americana de Adicciones.
Precisamente, aquella asociación ha informado que la adicción se trata de una dolencia primaria, crónica de los sistemas de recompensa (sistema del placer) del cerebro, la motivación, la memoria y todos los circuitos relacionados. La disfunción de estos circuitos conduce a características biológicas, manifestaciones psicológicas, sociales y espirituales. La adicción se caracteriza por la incapacidad de abstenerse, el deterioro en el control del comportamiento, ansiedad, disminución de reconocimiento de problemas significativos con un desorden de las conductas y las relaciones interpersonales asi una respuesta emocional disfuncional (alteraciones continuas del estado de ánimo).
El consumidor de sustancias, sexo, tecnología, comida y dinero, etc. tiene como característica el no poder abstenerse de hacerlo; como tampoco se encuentra capacitado para medir consecuencias.
Adictos al dinero
A muchos observadores les impacta observar escenas de esos nuevos ricos argentinos con flotas de autos de lujo, mansiones fastuosas, aviones, armamento. La omnipotencia que es la inflación del Ego no mide consecuencias y como dijo un célebre suicidado “El Poder es impunidad”. El delito bordea. Hay una doble vida, una franca disociación de la personalidad: es la conducta dual de aquellos que supuestamente representan a humildes y los explotan frente a los supuestos explotadores. Cuanto más se compromete el adicto con su adicción, más se defiende, y la paranoia se 'arma' con seguridad y sistemas de inteligencia y contrainteligencia. La violencia está ahí, 'a la mano'. El dinero erotiza. La dopamina bombea, como si estuviera frente a un plato de cocaína. La adrenalina bordea cada operación; la delación es premiada. La traición, cotidiana.
El dinero ocupa todos los lugares y es un verdadero anti-ideal perverso que convoca a lo peor de nosotros.
El acumulador de dinero y de todos sus fetiches (autos de alta gama, mansiones, piedras preciosas, etc.) parece desafiar su propia finitud. Para ellos, deviene en importante inflar el EGO, que es lo que permite trampear los límites. En tal sentido, la Ley es simplemente la representación de aquello que tiene precio: ¿cuánto cuesta comprar a un juez? Las leyes se han quedado huérfanas de representación, habida cuenta de que el representante siempre tiene precio. Es el lema del antisocial adicto, con algún reflejo en la realidad político-social nacional.
Estos individuos mucho se han alejado del legado de la vieja sabiduría estoica romana. Aquella escuela supo enseñar que, al ser escoltados los césares, el líder de la custodia era un sabio que acompañaba al funcionario como si de su sombra se tratase. Solo para recordarle, permanentemente, y al oído: 'No olvides tu condición de mortal; recuerda que vas a morir'. Así fue que Nerón optó por ignorar el consejo de Séneca.
A la postre, cuando el adicto no atiende a los límites de cualesquiera de sus adicciones, el suicidio se hace presente -o bien se encuentra a la vuelta de la esquina. La omnipotencia terrenal disfraza la existencia de una impotencia que es ignorada. El adicto reside en un mundo abundante en delirios megalómanos.
El viaje de vuelta
Conocí a Oscar hace varios años ya. Perdió todo el dinero que tenía en el póker virtual u online, y en las carreras. La cocaína supo ser su 'fiel compañera', desde los trece años de edad. Sus hijos fueron por él abandonados. Los prostíbulos representaban su otra adicción, junto con el dinero, el juego y las drogas. En los recientes festejos por el fin de año, decidió sorprenderme con un obsequio, sumamente emocionado. Oscar pudo regresar del 'viaje'. Lo conocí en terapia intensiva de un sanatorio capitalino, tras un llamado telefónico recibido un domingo por la mañana -efectuado por su padre. El servicio de terapia intensiva terminó por salvarle la vida a aquel hombre, acostumbrado a perder fortunas en soledad, encerrado en un departamento, mitigando todo tipo de dolores con la cocaína.
En su oportunidad, al compartirle mi opinión profesional al respecto de que debía continuar su tratamiento en una comunidad terapéutica, prefirió insultarme. 'Sé racionar la dosis', me dijo. Pero la omnipotencia siempre disfraza un destino a todas luces suicida. En este caso, la intervención del padre de Oscar y de un magistrado logró resguardar el Derecho a la Vida y a la Salud del protagonista central de este relato.
Oscar logró consolidar un plan de vida: aceptó ayuda y renunció a las sustancias. Rescató su rol parental; equilibró sus finanzas, y aceptó el trabajo legal como el destino del hombre digno. También abandonó el juego: la humildad suplantó a la soberbia y a la omnipotencia que estaban conduciéndolo a un triste final.
Los valores de una recuperación implican pasar por el camino de la aceptación y de la humildad, para que ambas cualidades terminen por sepultar a la soberbia. Son también necesarias importantes cuotas de transparencia -que entierre para siempre a la transgresión delictiva- y de perseverancia -que ayudará para experimentar cada día en plenitud-. Al final del proceso, se arribará a la sana reconciliación con nosotros mismos, estando en capacidad de perdonar y de pedir disculpas a aquellos a quienes hemos dañado. Al final del camino, muchos terminan comprendiendo que la vida es servicio, y que hemos de multiplicarla. Estas serían razones principales que justifican nuestra existencia.
Todo lo cual habrá de acompañarse con la renuncia cotidiana a todo lo que nos daña, como es el caso de las drogas.
En la Argentina, podríamos agregar a aquéllas la adicción al dinero y sus fetiches, representable ello en la forma de vehículos de alta gama, armas de guerra, onerosas mansiones, mujeres 'de alquiler', etcétera. El conjunto de estos trastornos se transforma en el único evento de sus vidas -no existe otra cosa. El plato de cocaína es el centro y, en muchos casos, esto sobreviene junto a otras adicciones. Se ha vuelto corriente hoy el 'combo' estupefacientes, juego, alcohol, mujeres. Con todas las características cifradas por la Asociación Médica Americana de Adicciones.
Precisamente, aquella asociación ha informado que la adicción se trata de una dolencia primaria, crónica de los sistemas de recompensa (sistema del placer) del cerebro, la motivación, la memoria y todos los circuitos relacionados. La disfunción de estos circuitos conduce a características biológicas, manifestaciones psicológicas, sociales y espirituales. La adicción se caracteriza por la incapacidad de abstenerse, el deterioro en el control del comportamiento, ansiedad, disminución de reconocimiento de problemas significativos con un desorden de las conductas y las relaciones interpersonales asi una respuesta emocional disfuncional (alteraciones continuas del estado de ánimo).
El consumidor de sustancias, sexo, tecnología, comida y dinero, etc. tiene como característica el no poder abstenerse de hacerlo; como tampoco se encuentra capacitado para medir consecuencias.
Adictos al dinero
A muchos observadores les impacta observar escenas de esos nuevos ricos argentinos con flotas de autos de lujo, mansiones fastuosas, aviones, armamento. La omnipotencia que es la inflación del Ego no mide consecuencias y como dijo un célebre suicidado “El Poder es impunidad”. El delito bordea. Hay una doble vida, una franca disociación de la personalidad: es la conducta dual de aquellos que supuestamente representan a humildes y los explotan frente a los supuestos explotadores. Cuanto más se compromete el adicto con su adicción, más se defiende, y la paranoia se 'arma' con seguridad y sistemas de inteligencia y contrainteligencia. La violencia está ahí, 'a la mano'. El dinero erotiza. La dopamina bombea, como si estuviera frente a un plato de cocaína. La adrenalina bordea cada operación; la delación es premiada. La traición, cotidiana.
El dinero ocupa todos los lugares y es un verdadero anti-ideal perverso que convoca a lo peor de nosotros.
El acumulador de dinero y de todos sus fetiches (autos de alta gama, mansiones, piedras preciosas, etc.) parece desafiar su propia finitud. Para ellos, deviene en importante inflar el EGO, que es lo que permite trampear los límites. En tal sentido, la Ley es simplemente la representación de aquello que tiene precio: ¿cuánto cuesta comprar a un juez? Las leyes se han quedado huérfanas de representación, habida cuenta de que el representante siempre tiene precio. Es el lema del antisocial adicto, con algún reflejo en la realidad político-social nacional.
Estos individuos mucho se han alejado del legado de la vieja sabiduría estoica romana. Aquella escuela supo enseñar que, al ser escoltados los césares, el líder de la custodia era un sabio que acompañaba al funcionario como si de su sombra se tratase. Solo para recordarle, permanentemente, y al oído: 'No olvides tu condición de mortal; recuerda que vas a morir'. Así fue que Nerón optó por ignorar el consejo de Séneca.
A la postre, cuando el adicto no atiende a los límites de cualesquiera de sus adicciones, el suicidio se hace presente -o bien se encuentra a la vuelta de la esquina. La omnipotencia terrenal disfraza la existencia de una impotencia que es ignorada. El adicto reside en un mundo abundante en delirios megalómanos.
El viaje de vuelta
Conocí a Oscar hace varios años ya. Perdió todo el dinero que tenía en el póker virtual u online, y en las carreras. La cocaína supo ser su 'fiel compañera', desde los trece años de edad. Sus hijos fueron por él abandonados. Los prostíbulos representaban su otra adicción, junto con el dinero, el juego y las drogas. En los recientes festejos por el fin de año, decidió sorprenderme con un obsequio, sumamente emocionado. Oscar pudo regresar del 'viaje'. Lo conocí en terapia intensiva de un sanatorio capitalino, tras un llamado telefónico recibido un domingo por la mañana -efectuado por su padre. El servicio de terapia intensiva terminó por salvarle la vida a aquel hombre, acostumbrado a perder fortunas en soledad, encerrado en un departamento, mitigando todo tipo de dolores con la cocaína.
En su oportunidad, al compartirle mi opinión profesional al respecto de que debía continuar su tratamiento en una comunidad terapéutica, prefirió insultarme. 'Sé racionar la dosis', me dijo. Pero la omnipotencia siempre disfraza un destino a todas luces suicida. En este caso, la intervención del padre de Oscar y de un magistrado logró resguardar el Derecho a la Vida y a la Salud del protagonista central de este relato.
Oscar logró consolidar un plan de vida: aceptó ayuda y renunció a las sustancias. Rescató su rol parental; equilibró sus finanzas, y aceptó el trabajo legal como el destino del hombre digno. También abandonó el juego: la humildad suplantó a la soberbia y a la omnipotencia que estaban conduciéndolo a un triste final.
Los valores de una recuperación implican pasar por el camino de la aceptación y de la humildad, para que ambas cualidades terminen por sepultar a la soberbia. Son también necesarias importantes cuotas de transparencia -que entierre para siempre a la transgresión delictiva- y de perseverancia -que ayudará para experimentar cada día en plenitud-. Al final del proceso, se arribará a la sana reconciliación con nosotros mismos, estando en capacidad de perdonar y de pedir disculpas a aquellos a quienes hemos dañado. Al final del camino, muchos terminan comprendiendo que la vida es servicio, y que hemos de multiplicarla. Estas serían razones principales que justifican nuestra existencia.
Todo lo cual habrá de acompañarse con la renuncia cotidiana a todo lo que nos daña, como es el caso de las drogas.