La marihuana en la civilización de la inmediatez; los esfuerzos en pos de dominar el mercado
Vivimos a mil. Todos padecemos el cambio de era, pero más perturbador es el padecimiento para los denominados millennials...
21 de Marzo de 2018
'Las visitas a las salas de emergencia vinculadas a la marihuana se cuadruplican en el estado americano de Colorado'
Marzo, 2017. Science Daily, Estados Unidos
* * *
Vivimos a mil. Todos padecemos el cambio de era, pero más perturbador es el padecimiento para los denominados millennials (aquellos nacidos hacia fines de los años ochenta y que tienen padres comprimidos en tres siglos diferentes, esto es, progenitores formatos con pautas del siglo XIX, 'aggiornados' con premura al siglo XX, y portadores de la impronta del mundo globalista-verticalista del siglo XXI y sus respectivos canales de comunicación).
Y quedamos atónitos, invadidos por la perplejidad: abundan hoy los padres que no saben qué transmitir y, en consecuencia, chicos adolescentes apabullados por la incertidumbre o la apatía. Es que -conforme hemos tratado ya en este espacio-, la presente civilización ha decidido basarse casi exclusivamente en la imagen. Una urbe tecnificada en donde mandan el teléfono móvil y aplicaciones como Instagram, Facebook o Twitter -a partir de las cuales muchos creen poder dominar el mundo. Se ha neutralizado el contacto humano y la saturación de imágenes en tiempo real todo lo intoxica. La réplica ya ni siquiera comporta reflexión alguna. Las comunicaciones se reducen a lo estrictamente virtual; comunicarse no equivale, necesariamente, a hablar. En la franca desaparición de la otrora 'mesa familiar', los vacíos se multiplican por doquier.
A la postre, el escenario pareciera potenciar las probabilidades de crianzas fallidas, en donde los logros poco tienen que ver con el esfuerzo. La idea es obtenerlo todo sin poner mayor empeño; en las escuelas, maestros y profesores optan por otorgar a los alumnos una suerte de 'premio', que signifique al primero no sostener un combate con los padres de los segundos. El impacto del 'real time' y el carácter deficitario del vínculo humano comprobable coadyuvan en la liberación súbita de dopamina -transmisor químico-cerebral que, entre otras cosas, se vincula directamente con la percepción de la propia omnipotencia, la excitación y el placer instantáneo. Así las cosas, todo ha de ser conseguido 'ahora mismo' en el sujeto bajo descripción, quien fenece en un individuo que jamás ha sido entrenado para el esfuerzo. La realidad se estrella de bruces con la magia, en el panorama contemporáneo.
También el fumador compulsivo obtiene esa dosis notoria de dopamina; en mayor cantidad, quien se droga. Y lo propio sucede con quienes padecen de alcoholismo y con los apostadores omnubilados por la compulsión (sin importar su variante: casino, tragamonedas, caballos). Desde pequeños, muchos padres parecen entrenar a futuros adictos, de momento solo atados al presuroso dinamismo de las redes sociales (allí donde la aprobación o réplica instantánea es el gatillo de la ansiada dopamina). No se enseña a los jóvenes, que mañana serán adultos, a lidiar sanamente con el estrés; la experiencia impondrá, a la larga, que es preciso convivir con la frustración, aceptarla, y esforzarse en la consecución de logros que realmente brinden satisfacción. Por más que sea difícil explicárselo a muchos, lo cierto es que no existen Apps que enseñen a vivir; la vida es trabajo arduo. Todo lleva tiempo.
En consecuencia, el estrés adolescente captura al millennial en su momento de mayor debilidad, esto es, cuando aquél se exhibe anémico en nutrición afectiva, carente de vínculo humano y de soporte social auténtico. Tras lo cual emerge -como nunca antes- el fenómeno de la depresión. Y lo mismo sucede con los episodios de sobredosis y fanatismos: para no pocos jóvenes, la complejidad de vivir es tal, que es preferible convertirse en adicto de algunas de las veredas de la simplificación que propone la grieta. Aclaración necesaria: la 'grieta' puede ser política, pero también cultural. En tal sentido, hay quienes se vuelcan al alcohol como anestésico para el estrés (el alcohol se comercializa en cantidad y con escaso control de parte de las autoridades; más del 70% de los adolescentes ya lo consume). Pero los efectos jamás se ausentan: el cerebro pasa factura, construyendo de a poco una memoria adictiva en la que participan servomecanismos de índole química; los cuales, una vez consolidados, contribuirán a la reiteración compulsiva de respuestas adictivas frente a la turbulencia que implica vivir. Tiempo después, cuando la persona deba lidiar con una problemática sentimental, financiera o laboral, la respuesta -previamente condicionada- estará presta a emerger. Fumar, beber o recurrir a las drogas se convierte en una posibilidad certera, dependiendo ello directamente de cómo han sido preparados los individuos desde temprana edad. Algunos dirán que la adicción los ayudará a 'tirar la pelota para adelante'. Pero, aunque se trate de pensamiento mágico, la realidad se presenta intolerable para muchos. Particularmente en aquellos en cuyas existencias el vacío ha sido la constitución primigenia de su historia personal.
La marihuana está 'ahí'
Se sabe hoy que el rito de iniciación adolescente por antonomasia remite al alcohol, al tabaco o a la marihuana. Visto en términos mercadológicos, grandes cerebros del mundo empresario advierten que un gran mercado se avecina. El alcohol ya ha plantado raíces; las tabacaleras se las ingenierán para comerciar, en algún futuro, cigarrillos de marihuana. Las grandes farmacéuticas ya se disputan -entre bambalinas- el mercado global del cannabis recreativo. Se producen hoy día fármacos y medicamentos en donde determinados elementos constitutivos del cannabis compiten con la farmacopea tradicional, a efectos de paliar los efectos poco confortables que se derivan de la quimioterapia, las epilepsias refractarias y variantes específicas de artritis. A ojos vista, la confusión que reina hoy en porciones de la ciudadanía a la hora de diferenciar al cannabis medicinal y el 'porro' es absoluta. Así es como numerosas familias argentinas se notifican en consulta de que el cigarrillo que tan seguido consumen sus propios hijos es adictivo, al observar los padres trastornos y deterioros en la conducta de sus chicos.
Una de las más renombradas farmacéuticas dedicadas al cannabis (Cronos Group, del Canada) cotiza ya en el mercado secundario de Wall Street (el Nasdaq), habiendo generado pingües ganancias netas. Las firmas de esta categoría han procedido a asociarse en joint ventures con firmas farmacéuticas tradicionales, de trayectoria: ayuda en ese esfuerzo el gigantesco esfuerzo promocional que, en los Estados Unidos de América, se ejercita en favor de la marihuana recreativa. Y habrá dos 'mostradores': farmacias y tiendas de venta de marihuana (ocho estados de la Unión ya lo han permitido en sus respectivas legislaciones). Canada ya se ha asociado al club, y el resto se anotará rápidamente. La República Oriental del Uruguay ya ha sido consignada como punta de lanza en la región latinoamericana. Aquí solo falta que las todopoderosas herramientas del marketing comience a colaborar con los grandes titanes del negocio, y que la propaganda política originada en las usinas del circuito progresista se aferre al 'derecho humano' de consumir. En el ínterin, se ha terminado por pegar el tiro de gracia a la salud pública. Los cárteles de la droga remanentes ya tienen todo listo para competir en los mercados legalizados. Ahora mismo, en Colombia se debaten las formas para que la nación cafetera se convierta en gran proveedor de marihuana legal. Habría que remitirse al ejemplo del valle de Medellín, en donde son cuidadosamente nutridos miles de plantíos de cannabis -escenografía que sería la envidia del malogrado Pablo Escobar Gaviria y de sus condiscípulos. O, al menos, así parece anunciarlo Pharma Cielo Colombia Holding: '¿Quién podrá competir con la Marca Colombia?'. Emergen novedosos conglomerados globales, para ocuparse de este monumental y flamante negocio de próxima inauguración. Un total de treinta y tres firmas privadas colombianas han recibido ya licencias oficiales para cultivo y posterior exportación.
Tampoco representa sorpresa -ni casualidad- que, hace poco tiempo, la mismísima Forbes Magazine haya recomendado a productores lecheros de los Estados Unidos que, dada la abrupta caída en los precios de los productos lácteos, inviertan tiempo en involucrarse en el nicho del cannabis, a efectos de compensar aquellas pérdidas. No habría que hacer a un lado, en igual sentido, a los comestibles de marihuana (tortas y similares). En marzo pasado, Forbes aconsejó al sector lácteo americano que pondere la alternativa de negociar con los grandes productores de cannabis, a los efectos de preparar alimentos e infusiones que incluyan ese ingrediente.
En cualquier caso, aquellos que saben contarán ingresos multimillonarios tras dedicarse al negocio todavía no se han ganado el visto bueno del gobierno federal en Washington, que entiende que toda ganancia asociada a un perjuicio en la salud pública es, a todas luces, ilegal. Pero será difícil que el inveterado eslogan 'Business as usual' quede afuera de la ecuación.
Cannabis y recordatorio
Al cierre, ¿cómo hacer a un lado los efectos provocados por el consumo de marihuana? Tal como se tratara previamente en nuestros artículos: a) construcción de dependencia y abre el camino hacia otras drogas; b) alteración de la percepción; generando desorientación espacial, potenciando la probabilidad de ocurrencia de accidentes; afectación de la coordinación motriz; c) deterioro neurocognitivo a largo plazo; caída casi inmediata en el rendimiento académico de adolescentes, generando caída de los rendimientos académicos; d) generación de episodios psicóticos agudos con recurrencia de alucinaciones, división de la personalidad, delirio paranoide, episodios espontáneos de panic attack; e) potenciación de los riesgos de generar esquizofrenia; e) incremento de la probabilidad de inducción de compromiso respiratorio, en donde no está ausente el cáncer de pulmón.
De todas maneras -y como ya ha sucedido en el pasado-, será difícil aguardar que los contextos cultural, ideológico y económico evalúen a consciencia estos perniciosos efectos.
Marzo, 2017. Science Daily, Estados Unidos
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Vivimos a mil. Todos padecemos el cambio de era, pero más perturbador es el padecimiento para los denominados millennials (aquellos nacidos hacia fines de los años ochenta y que tienen padres comprimidos en tres siglos diferentes, esto es, progenitores formatos con pautas del siglo XIX, 'aggiornados' con premura al siglo XX, y portadores de la impronta del mundo globalista-verticalista del siglo XXI y sus respectivos canales de comunicación).
Y quedamos atónitos, invadidos por la perplejidad: abundan hoy los padres que no saben qué transmitir y, en consecuencia, chicos adolescentes apabullados por la incertidumbre o la apatía. Es que -conforme hemos tratado ya en este espacio-, la presente civilización ha decidido basarse casi exclusivamente en la imagen. Una urbe tecnificada en donde mandan el teléfono móvil y aplicaciones como Instagram, Facebook o Twitter -a partir de las cuales muchos creen poder dominar el mundo. Se ha neutralizado el contacto humano y la saturación de imágenes en tiempo real todo lo intoxica. La réplica ya ni siquiera comporta reflexión alguna. Las comunicaciones se reducen a lo estrictamente virtual; comunicarse no equivale, necesariamente, a hablar. En la franca desaparición de la otrora 'mesa familiar', los vacíos se multiplican por doquier.
A la postre, el escenario pareciera potenciar las probabilidades de crianzas fallidas, en donde los logros poco tienen que ver con el esfuerzo. La idea es obtenerlo todo sin poner mayor empeño; en las escuelas, maestros y profesores optan por otorgar a los alumnos una suerte de 'premio', que signifique al primero no sostener un combate con los padres de los segundos. El impacto del 'real time' y el carácter deficitario del vínculo humano comprobable coadyuvan en la liberación súbita de dopamina -transmisor químico-cerebral que, entre otras cosas, se vincula directamente con la percepción de la propia omnipotencia, la excitación y el placer instantáneo. Así las cosas, todo ha de ser conseguido 'ahora mismo' en el sujeto bajo descripción, quien fenece en un individuo que jamás ha sido entrenado para el esfuerzo. La realidad se estrella de bruces con la magia, en el panorama contemporáneo.
También el fumador compulsivo obtiene esa dosis notoria de dopamina; en mayor cantidad, quien se droga. Y lo propio sucede con quienes padecen de alcoholismo y con los apostadores omnubilados por la compulsión (sin importar su variante: casino, tragamonedas, caballos). Desde pequeños, muchos padres parecen entrenar a futuros adictos, de momento solo atados al presuroso dinamismo de las redes sociales (allí donde la aprobación o réplica instantánea es el gatillo de la ansiada dopamina). No se enseña a los jóvenes, que mañana serán adultos, a lidiar sanamente con el estrés; la experiencia impondrá, a la larga, que es preciso convivir con la frustración, aceptarla, y esforzarse en la consecución de logros que realmente brinden satisfacción. Por más que sea difícil explicárselo a muchos, lo cierto es que no existen Apps que enseñen a vivir; la vida es trabajo arduo. Todo lleva tiempo.
En consecuencia, el estrés adolescente captura al millennial en su momento de mayor debilidad, esto es, cuando aquél se exhibe anémico en nutrición afectiva, carente de vínculo humano y de soporte social auténtico. Tras lo cual emerge -como nunca antes- el fenómeno de la depresión. Y lo mismo sucede con los episodios de sobredosis y fanatismos: para no pocos jóvenes, la complejidad de vivir es tal, que es preferible convertirse en adicto de algunas de las veredas de la simplificación que propone la grieta. Aclaración necesaria: la 'grieta' puede ser política, pero también cultural. En tal sentido, hay quienes se vuelcan al alcohol como anestésico para el estrés (el alcohol se comercializa en cantidad y con escaso control de parte de las autoridades; más del 70% de los adolescentes ya lo consume). Pero los efectos jamás se ausentan: el cerebro pasa factura, construyendo de a poco una memoria adictiva en la que participan servomecanismos de índole química; los cuales, una vez consolidados, contribuirán a la reiteración compulsiva de respuestas adictivas frente a la turbulencia que implica vivir. Tiempo después, cuando la persona deba lidiar con una problemática sentimental, financiera o laboral, la respuesta -previamente condicionada- estará presta a emerger. Fumar, beber o recurrir a las drogas se convierte en una posibilidad certera, dependiendo ello directamente de cómo han sido preparados los individuos desde temprana edad. Algunos dirán que la adicción los ayudará a 'tirar la pelota para adelante'. Pero, aunque se trate de pensamiento mágico, la realidad se presenta intolerable para muchos. Particularmente en aquellos en cuyas existencias el vacío ha sido la constitución primigenia de su historia personal.
La marihuana está 'ahí'
Se sabe hoy que el rito de iniciación adolescente por antonomasia remite al alcohol, al tabaco o a la marihuana. Visto en términos mercadológicos, grandes cerebros del mundo empresario advierten que un gran mercado se avecina. El alcohol ya ha plantado raíces; las tabacaleras se las ingenierán para comerciar, en algún futuro, cigarrillos de marihuana. Las grandes farmacéuticas ya se disputan -entre bambalinas- el mercado global del cannabis recreativo. Se producen hoy día fármacos y medicamentos en donde determinados elementos constitutivos del cannabis compiten con la farmacopea tradicional, a efectos de paliar los efectos poco confortables que se derivan de la quimioterapia, las epilepsias refractarias y variantes específicas de artritis. A ojos vista, la confusión que reina hoy en porciones de la ciudadanía a la hora de diferenciar al cannabis medicinal y el 'porro' es absoluta. Así es como numerosas familias argentinas se notifican en consulta de que el cigarrillo que tan seguido consumen sus propios hijos es adictivo, al observar los padres trastornos y deterioros en la conducta de sus chicos.
Una de las más renombradas farmacéuticas dedicadas al cannabis (Cronos Group, del Canada) cotiza ya en el mercado secundario de Wall Street (el Nasdaq), habiendo generado pingües ganancias netas. Las firmas de esta categoría han procedido a asociarse en joint ventures con firmas farmacéuticas tradicionales, de trayectoria: ayuda en ese esfuerzo el gigantesco esfuerzo promocional que, en los Estados Unidos de América, se ejercita en favor de la marihuana recreativa. Y habrá dos 'mostradores': farmacias y tiendas de venta de marihuana (ocho estados de la Unión ya lo han permitido en sus respectivas legislaciones). Canada ya se ha asociado al club, y el resto se anotará rápidamente. La República Oriental del Uruguay ya ha sido consignada como punta de lanza en la región latinoamericana. Aquí solo falta que las todopoderosas herramientas del marketing comience a colaborar con los grandes titanes del negocio, y que la propaganda política originada en las usinas del circuito progresista se aferre al 'derecho humano' de consumir. En el ínterin, se ha terminado por pegar el tiro de gracia a la salud pública. Los cárteles de la droga remanentes ya tienen todo listo para competir en los mercados legalizados. Ahora mismo, en Colombia se debaten las formas para que la nación cafetera se convierta en gran proveedor de marihuana legal. Habría que remitirse al ejemplo del valle de Medellín, en donde son cuidadosamente nutridos miles de plantíos de cannabis -escenografía que sería la envidia del malogrado Pablo Escobar Gaviria y de sus condiscípulos. O, al menos, así parece anunciarlo Pharma Cielo Colombia Holding: '¿Quién podrá competir con la Marca Colombia?'. Emergen novedosos conglomerados globales, para ocuparse de este monumental y flamante negocio de próxima inauguración. Un total de treinta y tres firmas privadas colombianas han recibido ya licencias oficiales para cultivo y posterior exportación.
Tampoco representa sorpresa -ni casualidad- que, hace poco tiempo, la mismísima Forbes Magazine haya recomendado a productores lecheros de los Estados Unidos que, dada la abrupta caída en los precios de los productos lácteos, inviertan tiempo en involucrarse en el nicho del cannabis, a efectos de compensar aquellas pérdidas. No habría que hacer a un lado, en igual sentido, a los comestibles de marihuana (tortas y similares). En marzo pasado, Forbes aconsejó al sector lácteo americano que pondere la alternativa de negociar con los grandes productores de cannabis, a los efectos de preparar alimentos e infusiones que incluyan ese ingrediente.
En cualquier caso, aquellos que saben contarán ingresos multimillonarios tras dedicarse al negocio todavía no se han ganado el visto bueno del gobierno federal en Washington, que entiende que toda ganancia asociada a un perjuicio en la salud pública es, a todas luces, ilegal. Pero será difícil que el inveterado eslogan 'Business as usual' quede afuera de la ecuación.
Cannabis y recordatorio
Al cierre, ¿cómo hacer a un lado los efectos provocados por el consumo de marihuana? Tal como se tratara previamente en nuestros artículos: a) construcción de dependencia y abre el camino hacia otras drogas; b) alteración de la percepción; generando desorientación espacial, potenciando la probabilidad de ocurrencia de accidentes; afectación de la coordinación motriz; c) deterioro neurocognitivo a largo plazo; caída casi inmediata en el rendimiento académico de adolescentes, generando caída de los rendimientos académicos; d) generación de episodios psicóticos agudos con recurrencia de alucinaciones, división de la personalidad, delirio paranoide, episodios espontáneos de panic attack; e) potenciación de los riesgos de generar esquizofrenia; e) incremento de la probabilidad de inducción de compromiso respiratorio, en donde no está ausente el cáncer de pulmón.
De todas maneras -y como ya ha sucedido en el pasado-, será difícil aguardar que los contextos cultural, ideológico y económico evalúen a consciencia estos perniciosos efectos.
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Sobre Juan Alberto Yaría
Juan Alberto Yaría es Doctor en Psicología, y Director General en GRADIVA, comunidad terapéutica profesional en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Los artículos del autor en El Ojo Digital, compilados en éste link.