El establishment estadounidense contraataca
Existe un número de elementos a tener en cuenta, en la reciente acusación contra doce supuestos oficiales...
Existe un número de elementos a tener en cuenta, en la reciente acusación contra doce supuestos oficiales de la inteligencia militar rusa (GRU), llevada adelante por el Fiscal General Adjunto Rod Rosenstein, a los efectos de verificar eventuales vínculos entre Moscú y la Administración Trump, que encuentro o bien poco plausibles o declaradamente incoherentes. Pero, previo a considerarlo en detalle, evalúo como necesario ponderar el contexto del anuncio.
El Departamento de Justicia estadounidense, que de hecho -conforme puede respaldarse con evidencias ya reveladas- ha interferido en la elección de 2016 mucho más de lo que pudiera haberlo hecho Moscú, continuó la célebre tradición de dar a conocer una acusación tres días previo a que el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, se reuniera efectivamente con su par ruso, Vladimir Putin. La Cumbre de Helsinki entre ambos líderes comportó una importancia crítica para cualquier persona interesada en preservar el planeta Tierra tal como lo conocemos, y lo cierto es que no había razones para dar a conocer al público un documento con información tan sensible. De tal suerte que la intención declarada del evento fue arrojar sombras sobre los procedimientos. En rigor, la aparición pública de la acusación fácilmente podría ser explicada como un intento deliberado, de parte de un politizado Departamento de Justicia y del Consejero Robert Mueller, de torpedear a Trump, exhibiendo preocupaciones ante la eventualidad de que el mandatario americano pudiera llegar a un acuerdo o entendimiento con Putin.
La acusación -de treinta páginas de extensión- abunda en dolorosos detalles relativos al supuesto involucramiento ruso, pero efectúa numerosas afirmaciones al respecto de que el lector de la misma debe aceptar de buena fe todo lo que allí se publica, porque lo cierto es que existe poca o nula evidencia que respalde lo vertido. Y, naturalmente, tales sentencias bien podrían ser pistas falsas sembradas por cualquier cifra de servicios de inteligencia hostiles, cuyo fin es implicar a Moscú. Desde el punto de vista de un oficial de inteligencia, existen áreas de importancia en donde la nula plausibilidad operacional compromete, sin vueltas, la solidez del caso judicial presentado.
La acusación de referencia identifica con identidad y posición a doce supuestos oficiales de inteligencia del GRU que, 'a sabiendas, conspiraron de manera intencional entre ellos, y con personas conocidas y desconocidos para el Gran Jurado (colectivamente, los 'Conspiradores'), con la meta de arrogarse acceso no autorizado ('hackear') a computadoras pertenecientes a ciudadanos y entidades de los Estados Unidos de América involucrados en la elección presidencial de 2016, robar documentos de tales ordenadores, y escenificar la exhibición pública de documentación hurtada, para interferir con la elección presidencial estadounidense de 2016'.
La totalidad de los doce supuestos agentes del GRU son descriptos en detalle, en conjunto con los mecanismos clandestinos que se informa utilizaron, y los objetivos que perseguían. Pero todos ellos se encuentran en Rusia, y virtualmente no existen oportunidades de que sean extraditados para que sean sometidos a la justicia en Washington, lo cual ciertamente se sabía cuando la acusación fue redactada. Esto significa que los 'hechos', conforme fueron tipeados en el documento, jamás se verán sujetos a revisión judicial normal, ni a descubrimientos que puedan tener lugar cuando alguien es acusado de cometer un delito, lo cual, a su vez, implica que la información contenida en la acusación jamás será desafiada en su verosimilitud.
En sí mismo, el documento tampoco ofrece información al respecto de los modos en que los oficiales rusos y sus posiciones fueron identificadas, lo cual sugiere que pudo tratarse de un pirateo informático de origen estadounidense o de un agente infiltrado en ese ámbito, ya se hallare bajo control de la CIA o de la NSA, que luego preparó un listado con los individuos conectados al esquema de ciberoperaciones del GRU. Se trataría, entonces, de información que involucra a fuentes y metodologías, material protegido bajo la denominación en código 'Top Secret' [N. del T.: Alto Secreto; esto es, la clasificación más elevada para documentación sensible en conformidad con los parámetros del sistema de información estadounidense designado por Orden Ejecutiva].
Si acaso el listado de elementos del GRU fuera auténtica, entonces ello expondría la capacidad estadounidense para penetrar aquella organización, lo cual conducirá a que Moscú apriete más las tuercas sobre su seguridad, en detrimento del trabajo de la labor desempeñada por espías americanos. Pero, alternativamente, podría sugerirse que los reclutadores precisaban de un grupo de potenciales rusos, y que emplearon una lista proporcionada o bien por la CIA o bien por la NSA, a los efectos de mostrarse con una lista de 'culpables aceptables', y que luego utilizaran esas identidades y la información detallada que los acompañaba para proporcionar credibilidad a su relato. Lo que no hicieron, sin embargo, es ofrecer evidencias reales que vincularan a tales individuos con la 'interferencia o hacking', ni se preocuparon tampoco por vincularlos al gobierno ruso. Si la información de la acusación es completamente precisa, lo cual no es el caso, existiría entonces la sugerencia de que supuestos proxies de Moscú pudieron, deliberadamente, buscar comprometer a la plataforma de Hillary Clinton para favorecer a Bernie Sanders. Pero no existe evidencia en lo absoluto de que hicieran nada para ayudar a la campaña de Donald Trump.
Más allá de lo que contenga o no el documento que hace a la acusación, existe una clara falta de comprensión al respecto de cómo una organización de inteligencia tan sofisticada -la cual ciertamente incluye al GRU- opera. Si acaso hubiese un plan a gran escala orquestado por el Kremlin para generar disrupción en el proceso electoral estadounidense, pues entonces jamás hubiese sido administrado por doce oficiales identificables del GRU trabajando con lo que se presenta como recursos en extremo limitados. Si los hechos son correctos, tal actividad bien pudo haber sido una rutina a modo de globo de ensayo, a efectos de recolectar y diseminar selectivamente datos, o pudo haber sido un esfuerzo informativo en el cual la totalidad de las agencias de inteligencia suelen involucrarse. El gobierno de los Estados Unidos de América lo autoriza de manera rutinaria en muchísimos países, interfiriendo en comicios en todo el globo -mucho más de lo que lo hace Rusia con sus limitados rercursos-, e incluso ejecutando acciones vinculadas al cambio de regímenes en el globo.
Si, verdaderamente, el objetivo del Kremlin hubiese sido poner en jaque a la democracia estadounidense -tarea que, en rigor, ya está siendo ejecutada con notable capacidad por los Demócratas y por el Partido Republicano-, entonces se hubieran destinado a la tarea centenares de oficiales de inteligencia, todos ellos trabajando con la debida cobertura y operando de forma segura en sitios dispersos. Y nadie involucrado hubiese utilizado computadoras conectadas a redes que pudieran ser penetradas con el fin de tolerarse la identificación de staff operativo, o que pudiere dar pistas sobre la fuente de tales actividades de espionaje. Todos hubiesen trabajado empleando un alias en ordenadores aislados -no conectados a redes; standalone-, y la transmisión de información hubiese sido llevada a cabo con interrupciones, para quebrar cualquier posible cadena de custodia electrónica. Un modelo de interrupciones consiste en utilizar pendrives para transmitir, por ejemplo, información de una computadora a otra. Jamás se enviaría ni recibiría información por canales potencialmente identificables por la NSA o la CIA y que, por ende, estuviesen comprometidos.
De manera tal que la idea de que el gobierno de los Estados Unidos de América identificó a doce culpables, responsables de haber intentado derribar a la democracia americana, resulta demencial bajo cualquier parámetro -si acaso existió, en lo absoluto, un intento de generar disrupción en los comicios. La acusación es, a lo mucho, un documento político que busca comprometer todo esfuerzo llevado a cabo por Donald Trump en su objetivo de restablecer relaciones con Vladimir Putin. Asimismo, la operatoria sería de utilidad a los Demócratas, que aún no saben cómo evaluar lo que le sucedió a Hillary Clinton, y a los Republicanos como John McCain, Lindsay Graham, Jeff Flake y Ben Sasse, todos los cuales insisten en buscar refritar la Guerra Fría. Tal como Donald Trump y Vladimir Putin lo declararon en la conferencia de prensa de Helsinki, la reunión de los líderes de las potencias globales con mayor poder nuclear es demasiado importante como para dejarla pasar. Los simpatizantes de la Guerra Fría en Washington, los 'Cold Warriors', deberán tomar nota.
Artículo original, en inglés, en éste link | Traducido y republicado con permiso del autor y del Editor en The Unz Review (Estados Unidos)
Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.