Ayer, pacientes; hoy, clientes: drogas y nueva barbarie
Se asiste a épocas de barbarie. Los griegos se referían a ella como la era de los que 'balbuceaban'...
09 de Septiembre de 2018
El Holocausto no fue un acontecimiento singular, sino una manifestación terrible, aunque puntual, de un 'barbarismo' persistente.
Zygmunt Bauman | Modernindad y Holocausto (1997)
* * *
Se asiste a épocas de barbarie. Los griegos se referían a ella como la era de los que 'balbuceaban', echando mano de asuntos intrascendentes y fatuos -allí donde primaba el discurso sobre el sinsentido y la violencia. En la Argentina, su equivalente sería la comentada 'sarasa' que, infortunadamente, parece conservar altas cuotas de poder sobre manipulación de conductas y hábitos. El factor común a los portadores de este discurso es la negación de la evidencia; a pesar de ello, logran imponerse. En simultáneo, también se verifica la amplificación de los genocidios silenciados.
Lo cierto es que, al escuchar a pacientes y a sus familias, se toma contacto con aquellos caracteres de barbarie: los tiempos individuales se destinan a la mutilación de la propia existencia; un grueso de jóvenes vive solo para drogarse. Mientras tanto, padres se drogan junto a sus hijos, y se conoce de familias que hacen lo propio, involucrando en el acto a parientes indirectos como primos y tíos -tal es la experiencia en nuestra comunidad terapéutica GRADIVA. Así, por ejemplo, sorprende cuando uno de los participantes de las asambleas comunitarias en nuestro centro confiesa, desde su rol de paciente, que gana un aproximado de 45 mil pesos al mes, pero que la totalidad de esa cifra le es acercada al dealer para que el paciente pueda contar con su dosis. ¿Cuántos harán lo mismo?, pregunto a los participantes. Casi el 70% de ellos responde afirmativamente. En otro comentado caso, un paciente compartía que tenía un 'peruano amigo' que, en cierta villa tomada por el narcotráfico en el barrio porteño de Chacarita le garantizaba un 'cuartito' y drogas. En paralelo, el 'amigo' también le proveía alimentos. Y los hijos quedan en el camino; solo importa la obtención de ese polvo que garantiza un mortífero placer que llegará hasta las fronteras del éxtasis y que, en el mejor de los casos, escribirá su capítulo final en una guardia hospitalaria.
Triunfan, a la postre, la compulsión y la barbarie, junto con su principal socio: el sinsentido. Los pacientes han abandonado su condición de tales, para convertirse en meros clientes. Lo cual certifica también la consolidación de una era de esclavitud. En pocas palabras, la sociedad asiste a un novedoso holocausto. Es que la barbarie también gobierna: referentes de la dirigencia política se aferran a contextos culturales de vacío y sinsentido, imponiéndose modas que remiten a sus votantes/clientes directa y anticipadamente al cementerio. Realidad que se oculta, convenientemente, bajo la alfombra. Y estos nuevos bárbaros pululan por el sistema, poderosos, gracias a la alianza forjada en torno a un individualismo sin límites, dirigido a la satisfacción de los impulsos más primarios de dinero, sexo, y hedonismo. Todo ello al servicio del poder.
El comentario de líneas arriba ilustra, con alguna crudeza, la alianza entre la élite cosmopolita y globalizadora que, bajo un barniz progresista, aniquila a la vida familiar, mientras que condena a miles a la pobreza: se ha comprobado que el mejor antídoto contra la marginalidad es el contar con una red cercana de apoyo emocional. En este contexto de vidas centradas exclusivamente en la reacción química, se registra un franco retroceso de los encuentros. Se verifica, de igual manera, un estado de crisis de la Ley en todo seno familiar y en el terreno cultural. Mucho de lo cual puede explicarse a partir de la acción de privilegiar al individuo, esto es, al ego, quedando el bien común a la vera del camino.
Zygmunt Bauman | Modernindad y Holocausto (1997)
* * *
Se asiste a épocas de barbarie. Los griegos se referían a ella como la era de los que 'balbuceaban', echando mano de asuntos intrascendentes y fatuos -allí donde primaba el discurso sobre el sinsentido y la violencia. En la Argentina, su equivalente sería la comentada 'sarasa' que, infortunadamente, parece conservar altas cuotas de poder sobre manipulación de conductas y hábitos. El factor común a los portadores de este discurso es la negación de la evidencia; a pesar de ello, logran imponerse. En simultáneo, también se verifica la amplificación de los genocidios silenciados.
Lo cierto es que, al escuchar a pacientes y a sus familias, se toma contacto con aquellos caracteres de barbarie: los tiempos individuales se destinan a la mutilación de la propia existencia; un grueso de jóvenes vive solo para drogarse. Mientras tanto, padres se drogan junto a sus hijos, y se conoce de familias que hacen lo propio, involucrando en el acto a parientes indirectos como primos y tíos -tal es la experiencia en nuestra comunidad terapéutica GRADIVA. Así, por ejemplo, sorprende cuando uno de los participantes de las asambleas comunitarias en nuestro centro confiesa, desde su rol de paciente, que gana un aproximado de 45 mil pesos al mes, pero que la totalidad de esa cifra le es acercada al dealer para que el paciente pueda contar con su dosis. ¿Cuántos harán lo mismo?, pregunto a los participantes. Casi el 70% de ellos responde afirmativamente. En otro comentado caso, un paciente compartía que tenía un 'peruano amigo' que, en cierta villa tomada por el narcotráfico en el barrio porteño de Chacarita le garantizaba un 'cuartito' y drogas. En paralelo, el 'amigo' también le proveía alimentos. Y los hijos quedan en el camino; solo importa la obtención de ese polvo que garantiza un mortífero placer que llegará hasta las fronteras del éxtasis y que, en el mejor de los casos, escribirá su capítulo final en una guardia hospitalaria.
Triunfan, a la postre, la compulsión y la barbarie, junto con su principal socio: el sinsentido. Los pacientes han abandonado su condición de tales, para convertirse en meros clientes. Lo cual certifica también la consolidación de una era de esclavitud. En pocas palabras, la sociedad asiste a un novedoso holocausto. Es que la barbarie también gobierna: referentes de la dirigencia política se aferran a contextos culturales de vacío y sinsentido, imponiéndose modas que remiten a sus votantes/clientes directa y anticipadamente al cementerio. Realidad que se oculta, convenientemente, bajo la alfombra. Y estos nuevos bárbaros pululan por el sistema, poderosos, gracias a la alianza forjada en torno a un individualismo sin límites, dirigido a la satisfacción de los impulsos más primarios de dinero, sexo, y hedonismo. Todo ello al servicio del poder.
El comentario de líneas arriba ilustra, con alguna crudeza, la alianza entre la élite cosmopolita y globalizadora que, bajo un barniz progresista, aniquila a la vida familiar, mientras que condena a miles a la pobreza: se ha comprobado que el mejor antídoto contra la marginalidad es el contar con una red cercana de apoyo emocional. En este contexto de vidas centradas exclusivamente en la reacción química, se registra un franco retroceso de los encuentros. Se verifica, de igual manera, un estado de crisis de la Ley en todo seno familiar y en el terreno cultural. Mucho de lo cual puede explicarse a partir de la acción de privilegiar al individuo, esto es, al ego, quedando el bien común a la vera del camino.
Al cierre, estos nuevos bárbaros están liquidando las fuentes de nuestra cultura, su legado y tradición. Y, con ello, han cercenado todo ideal -aunque más no sea aproximado- de virtud. Los narcos y los legisladores de la Nación que promocionan impúdica y abiertamente el consumo de drogas cuentan con un apetecible mercado de huérfanos de sentido y de 'nadies' que tienen al vacío y al sinsentido como únicos protagonistas.
El mundo de los clientes
De tal suerte que, en este contexto de barbarie, la clientela se amplifica, merced a tres factores:
a) La banalización del consumo de drogas y la aceptación social del mismo, desde donde se montan nuevos intereses comerciales que ingresan en una loca carrera en pos de captar a esta población cautiva. En la perspectiva del profesional de la medicina, estas personas son pacientes; pero no es así para el empresariado de la barbarie, para cuyos integrantes los consumidores son meros clientes que generan una remarcable plusvalía. Entiéndase esto a partir de la confluencia entre los intereses del narcotráfico transnacional y el conglomerado farmacéutico global, allí donde se idean productos que contengan derivados del cannabis. Conforme ya lo hemos explicado en trabajos previos, ganan fuerza aquí los ejemplos comentados de Canada, Estados Unidos y Uruguay;
a) La banalización del consumo de drogas y la aceptación social del mismo, desde donde se montan nuevos intereses comerciales que ingresan en una loca carrera en pos de captar a esta población cautiva. En la perspectiva del profesional de la medicina, estas personas son pacientes; pero no es así para el empresariado de la barbarie, para cuyos integrantes los consumidores son meros clientes que generan una remarcable plusvalía. Entiéndase esto a partir de la confluencia entre los intereses del narcotráfico transnacional y el conglomerado farmacéutico global, allí donde se idean productos que contengan derivados del cannabis. Conforme ya lo hemos explicado en trabajos previos, ganan fuerza aquí los ejemplos comentados de Canada, Estados Unidos y Uruguay;
b) La crisis de los sistemas familiares de contención en los comentados pacientes, apremiados psicológica y emocionalmente por una sucesión de abandonos, negligencias y -en muchos casos- abusos que van desde lo físico a lo sexual;
c) La potenciación de un sistema cultural y educativo de matriz 'progresista'. Este se ha alzado con la victoria en la República Argentina, por cuanto valores como el cuidado de la salud y la calidad de vida se han derrumbado ante el avance del individualismo exacerbado y la promoción desenfrenada de comportamientos hedonistas. El capital institucional representado por cultura educativa, barrial o bien espiritual confiesa hoy su posición minoritaria, señalada con dedo acusador por los referentes de la 'sociedad líquida' que promueve un absoluto vacío de contenido ético para el desarrollo humano, desde múltiples canales de comunicación y propaganda.
Sociedad desvinculada y negocios
El firme márketing del consumo de drogas, el encumbramiento de los que lo ejercitan, y la promoción de la vida desde la reacción química son elementos clave de la sociedad desvinculada -así lo ha sentenciado, magistralmente, el filósofo español Josep Miró i Ardèvol. Así, pues, lo humano, la palabra y la Ley, todos ellos ceden ante el frenesí del deseo individualista, en una recurrente alabanza de la autosatisfacción como máximo logro alcanzable, y en donde la adquisición o manutención de compromisos se presenta como una pérdida de libertad. Ha desaparecido el deber; pues el deber y la responsabilidad deben ceder ante lo apetecible y lo mundano. Gana espacio ese mundo de 'nadies', cuyo único acto diario es merodear el vacío de sus propias existencias.
En ese escenario, las reacciones químicas ofrecen una respuesta fugaz a la persona. Pero esa respuesta, de fugaz en sus estados primigenios, pasa luego a convertirse en necesaria; en perpetua.
Corolario que nos lleva, una vez más, a refrendar aquello del ingreso de la marihuana en el mundo de los negocios legales, adosando un nuevo elemento del comercio de los 'vacíos subjetivos' de millones de individuos. En un ejemplo para certificarlo, los fabricantes de alcohol de no pocas localidades de los Estados Unidos de América corroboraron que disminuyeron sus ventas allí donde las tiendas comenzaron con la comercialización de marihuana y derivados. De forma tal que firmas privadas le han encomendado una nueva tarea a sus ingenieros químicos; el resultado más comentado: un joint venture o acuerdo comercial de comercialización entre Canopy Growth Corporation y el fabricante de cerveza Corona, consolidándose el aumento del precio en las acciones del productor de marihuana (la inversión de Corona en Canopy fue de US$ 4 mil millones). Asoma una conclusión, que nada tiene ya de prematuro: en los próximos años, la producción y comercialización de alcohol con cannabis será un hecho.
En la caída del telón, un mundo atiborrado de clientes (otrora, pacientes) que hacen del vacío y la reacción química un imperativo de vida, precisan de un márketing adecuado para que les llegue el mensaje. Las grandes corporaciones privadas se han volcado a ello, explorando nuevos territorios qué conquistar. Y -como ya dijimos- clientes sobran.
Sociedad desvinculada y negocios
El firme márketing del consumo de drogas, el encumbramiento de los que lo ejercitan, y la promoción de la vida desde la reacción química son elementos clave de la sociedad desvinculada -así lo ha sentenciado, magistralmente, el filósofo español Josep Miró i Ardèvol. Así, pues, lo humano, la palabra y la Ley, todos ellos ceden ante el frenesí del deseo individualista, en una recurrente alabanza de la autosatisfacción como máximo logro alcanzable, y en donde la adquisición o manutención de compromisos se presenta como una pérdida de libertad. Ha desaparecido el deber; pues el deber y la responsabilidad deben ceder ante lo apetecible y lo mundano. Gana espacio ese mundo de 'nadies', cuyo único acto diario es merodear el vacío de sus propias existencias.
En ese escenario, las reacciones químicas ofrecen una respuesta fugaz a la persona. Pero esa respuesta, de fugaz en sus estados primigenios, pasa luego a convertirse en necesaria; en perpetua.
Corolario que nos lleva, una vez más, a refrendar aquello del ingreso de la marihuana en el mundo de los negocios legales, adosando un nuevo elemento del comercio de los 'vacíos subjetivos' de millones de individuos. En un ejemplo para certificarlo, los fabricantes de alcohol de no pocas localidades de los Estados Unidos de América corroboraron que disminuyeron sus ventas allí donde las tiendas comenzaron con la comercialización de marihuana y derivados. De forma tal que firmas privadas le han encomendado una nueva tarea a sus ingenieros químicos; el resultado más comentado: un joint venture o acuerdo comercial de comercialización entre Canopy Growth Corporation y el fabricante de cerveza Corona, consolidándose el aumento del precio en las acciones del productor de marihuana (la inversión de Corona en Canopy fue de US$ 4 mil millones). Asoma una conclusión, que nada tiene ya de prematuro: en los próximos años, la producción y comercialización de alcohol con cannabis será un hecho.
En la caída del telón, un mundo atiborrado de clientes (otrora, pacientes) que hacen del vacío y la reacción química un imperativo de vida, precisan de un márketing adecuado para que les llegue el mensaje. Las grandes corporaciones privadas se han volcado a ello, explorando nuevos territorios qué conquistar. Y -como ya dijimos- clientes sobran.