Objetivo militar: Siria
¿Hacia una nueva 'guerra-sorpresa' en octubre próximo?
Es oficial. El Ejército Sirio -respaldado por apoyo aéreo ruso- está cerrando el cerno sobre el último de los bolsones bajo control del terrorismo en el país -esto es, como se sabe, en la provincia de Idlib, en cercanías de Alepo. Estados Unidos, que ha entrenado y proporcionado armamento a algunos de los pistoleros hoy atrapados (y lo ha hecho hasta al menos un año atrás) describió a esa provincia como 'el santuario más importante de al-Qaeda desde el 11 de septiembre de 2001', y esto quizás haya, predeciblemente, dado una pista a los propios sirios. Inicialmente, la Casa Blanca había amenazado con tomar duras medidas si acaso el gobierno de Basher al-Assad empleara armas químicas en ese asalto militar definitivo, prediseñando un escenario en el que los terroristas pudiesen ejecutar una operación del tipo false flag, y culpando luego a Damasco. Todo lo cual hubiera conducido a la brutal respuesta de Washington contra el régimen y contra sus fuerzas armadas, en una coalición liderada por los propios Estados Unidos, la Gran Bretaña y Francia.
En apoyo de las afirmaciones vinculadas al empleo de armas químicas, la Administración Trump, que ya de por sí ha incurrido en la ocupación ilegal de Siria, ya procedió a crear un falseado casus belli. La Embajadora de Estados Unidos ante Naciones Unidas, Nikki Haley, dijo en oportunidad de una conferencia de prensa: 'Esta es una situación trágica, y si ellos [Rusia e Irán] desean continuar transitando el sendero de la toma de Siria, pueden hacerlo. Pero no pueden utilizar armas químicas. No pueden hacerlo, recurriendo al ataque contra su propia población, y no vamos a caer en esa trampa. Si se emplean armas químicas, ya sabremos de antemano, y con precisión. quién ordenó su uso'. Tal como sucede con cada comentario de Haley, la respuesta apropiada hubiese sido expresar sorpresa ante su capacidad de predecir quién haría algo previo a que ello ocurra, seguido de la aclaración: 'No es tan así, Nikki'. Ella debería familiarizarse con las advertencias de su propio Departamento de Estado sobre Siria, en donde se explicita claramente que 'las tácticas de ISIS [afiliado de al-Qaeda en Idlib], de Hayat Tahrir al-Sham, y de otros grupos extremistas violentos incluyen el empleo de... armas químicas'.
La puesta en escena de un ataque del estilo false flag, provocado sobre una nación que no amenaza a los Estados Unidos ya sería algo suficientemente malo pero, ahora, Washington ha, aparentemente, decidido endurecer sus posturas, expresando que cualquier uso del Ejército Sirio para limpiar a la provincia de Idlib de rebeldes... '... no será tolerado. Y punto'. Una vez más, Haley se refirió a la cuestión en Naciones Unidas, explicando: '... una ofensiva contra Idlib equivaldría a una desaprensiva escalada. El régimen y sus simpatizantes deben detener, en lo inmediato, toda campaña militar, en cualesquiera de sus formas'. Respaldando esta proposición inflexible, la Casa Blanca ha venido citando la presencia de una población civil de magnitud, que también se ha visto atrapada en el bolsón de Idlib, aún cuando no existen evidencias de ningún tipo frente a la posibilidad de que alguien en Washington se preocupe de manera genuina por las bajas en Siria.
Y ahí está también Irán, esperando para acusar el golpe, cuando todo lo demás fracase. Haley -siempre ignorante pero nunca en silencio- comentó, al acercarse el momento de ocupar la presidencia del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas el próximo-pasado viernes, que Rusia y Siria se proponen 'bombardear escuelas, hospitales y hogares' previo a lanzar una serie de diatribas contra Irán, afirmando luego que 'el presidente Trump tiene muy claro que debemos garantizar que Irán se ponga en línea con el orden internacional. Si uno toma nota al respecto del modo en que Irán ha respaldado el accionar terrorista, si Usted observa las pruebas misilísticas que hace, si Usted atiende a la venta de armamento iraní en favor de los rebeldes hutíes en Yemén -pues, bien; todo eso remite a violaciones directas de las resoluciones del Consejo de Seguridad. Todo ello se sintetiza en amenazas para la región, y estas son cosas que la comunidad internacional debe tratar'.
Y se asiste, de igual manera, al costumbrismo hipócrita al encararse objetivos de largo plazo. El presidente estadounidense Donald Trump declaró en abril pasado que era 'hora' de traer de regreso a las tropas americanas desde Siria -toda vez que los yijadistas de Estado Islámico hayan sido derrotados. Pero, ahora que ese objetivo emerge en el punto de mira, muchos han comenzado a preguntarse quién es, en rigor, el que fija las políticas que emergen de la Casa Blanca, todo lo cual se exhibe todavía más desordenado que lo usual, en parte a la aparición (la semana pasada) de un editorial anónimo en el matutino New York Times que describió un movimiento de 'resistencia' en el seno del Ala Occidental de la Casa Blanca, el cual deliberadamente ha estado comprometiendo e ignorando la promoción de políticas de Estado amigables para el establishment y el Deep State desde el gobierno de Trump. El editorial -acaso no mediando coincidencias- apareció una semana antes de darse a conocer el libro de Bob Woodward, intitulado 'Miedo: Trump en la Casa Blanca' (Fear: Trump in the White House, que acaba de salir a la venta también en Amazon)..
Tanto el libro como el editorial en el Times construyen sinergia a la hora de describir cómo Donald Trump es un desastre ambulante que es eludido deliberadamente por su propio personal. Un apartado del editorial es particularmente revelador y sugerente de cara a la política exterior neoconservadora, describiendo cómo el staff de la Casa Blanca ha tenido éxito en '[acusar] a países como Rusia... de interferir y [habiéndolos] castigado de manera acorde' a pesar de las aspiraciones de Trump de construir consenso para una détente. Más adelante, se explaya sobre Rusia y Trump, describiendo el editorial cómo '... el presidente se rehusaba a expulsar a espías rusos como castigo por el envenamiento del ex espía ruso en la Gran Bretaña. Trump se quejó, durante semanas, contra miembros de su personal que lo habían depositado en una encerrona para no tener otro camino que confrontar con Rusia, y expresó frustración al respecto de que Estados Unidos seguía imponiendo sanciones contra ese país, por un comportamiento maligno. Pero el equipo de seguridad nacional sabe más sobre estos temas -tales acciones debieron tomarse, a efectos de hacer responsable a Moscú'.
Si se diera el caso de que el citado editorial y el libro de Woodward son, en realidad, precisos, uno debería preguntarse: '¿De quién es la política que se sigue desde el gobierno? ¿La de un presidente electo, o la de una cofradía de personas furiosas que bien podrían identificarse como neoconservadores?'. Como fuere, la Casa Blanca intenta, desesperadamente, defenderse. Mientras que, al mismo tiempo, se esfuerza en rastrear la identidad del traidor; lo cual sugiere para muchas personas en Washington que preferiría enderezar el barco que se hunde, previo a las elecciones de noviembre en los tiempos prestablecidos y recurriendo a metodologías aprobadas y empleadas por dirigentes políticos en todo el mundo, lo que, a su vez, implica iniciar una guerra para cosechar respaldos, en toda la nación, para el gobierno.
Provisto que Corea del Norte cuenta con armas nucleares, los objetivos obvios para una guerra nueva o mejorada serían Irán y Siria. Teniendo en cuenta que Irán podría responder con efectividad y el Pentágono siempre elige enemigos más sencillos de derrotar, uno sospecha que sería preferible, en tales espectros, amplificar el esfuerzo actual en Siria. Se presume que eso sería deseable, a los efectos de evitar un conflicto abierto con Rusia -el cual sería impredecible-, mientras que un ataque contra las fuerzas del gobierno sirio que pudieran dar lugar a un rápido resultado y que podría ser descripto como una victoria, ciertamente valdría la pena ponderar.
Desde todo punto de vista, la preparación del público ante la eventualidad de un ataque contra Siria ya está en marcha. Los medios masivos de comunicación han sido saturados con descripciones del tirano al-Assad, quien -según se ha dicho- ha asesinado a cientos de miles de sus conciudadanos. La retórica emergente de las fuentes naturales del gobierno son destacables por su presentación truculenta, particularmente cuando uno considera que Damasco está intentando retomar el control sobre lo que -indisputable por donde se mire- es su territorio soberano, rescatándolo de manos de grupos sobre los cuales todo mundo está de acuerdo se trata de terroristas.
La pasada semana, la Casa Blanca de Trump aprobó el nuevo plan estadounidense para Siria, el cual -a diferencia del antiguo plan de retiro de tropas- considera la perspectiva de estacionar elemento castrense de forma permanente en esa nación. El informe incluye la recurrente ocupación del territorio noroeste de Siria, que es el cuadrante kurdo; implica también forzar a Irán y a sus proxies o fuerzas subsidiarias (incluído Hezbolá) a que abandonen el país definitivamente; y prorrogar la presión sobre Damasco para dar lugar a un cambio de régimen.
De igual manera, Washington ha modificado su percepción sobre quiénes están atrapados en Idlib, a partir del recientemente designado Representante Especial de los Estados Unidos para Siria, James Jeffrey, argumentándose que: '... ellos no son terroristas, sino un pueblo que combate en una guerra civil contra un dictador brutal'. Debería apuntarse marginalmente que Jeffrey fue sacado de su retiro -donde contaba con un colega en el Instituto de Washington para Próximo Oriente (Washington Institute for Near East Policy; WINEP), desprendimiento del Comité Americano-Israelí de Asuntos Públicos (American Israel Public Affairs Committee, AIPAC). En su reciente periplo a Oriente Medio, hizo una escala en Israell, nueve días atrás, para reunirse con el premier Benjamin Netanyahu. El cambio en la política exterior estadounidense -hoy en línea con los intereses de Tel Aviv- sugeriría que Jeffrey recibió instrucciones durante su visita.
En efecto, Israel está redoblando su apuesta en Siria. Ha bombardeado el país en doscientas oportunidades durante los últimos dieciocho meses y, ahora mismo, amenaza con ampliar el teatro de operaciones, atacando a los iraníes que operan en Irak. Asimismo, ha proporcionado armamento a los grupos terroristas que operan en el seno de Siria.
Y Netanyahu también se exhibe en pleno ejercicio de preparación de sus simpatizantes, con vistas a derramar algo de sangre. En una reciente ceremonia, alardeó con la sentencia 'Los débiles son masacrados', mientras que 'los fuertes' sobreviven, 'para bien o para mal'. Los observadores en Israel observaron que las palabras se acercaron peligrosamente a aquellas empleadas por Adolf Hitler en Mein Kampf, en un capítulo que describe la inevitabilidad histórica del dominio por parte de la raza aria. En igual sentido, se apunta en Israel que Netanyahu, como Trump, también necesita de una guerra para liberarse de sus propios problemas legales.
Reconsidérense apropiadamente las posturas del presidente de los Estados Unidos, de su Embajadora ante Naciones Unidas, del primer ministro del Estado de Israel, y del Representante Especial de EE.UU. para Siria, con sus propias palabras, y podría concluirse que el establishment en Washington y los manipuladores en Tel Aviv han reducido el andarivel de opciones para lidiar con Siria y su socio regional Irán, a solo dos alternativas: guerra, o guerra. Súmese a ello la ventana de oportunidad que comienza a cerrarse, si de lo que se trata es de hacer algo para morigerar el pánico de la Administración Trump de cara a la compleja elección de medio término en noviembre. Todo parecería explicitar que existe algún porcentual de inevitabilidad en relación al proceso, allí donde las fuerzas armadas de los Estados Unidos de América volverán a marchar a través de Oriente Medio.
Artículo original, en inglés, en éste link | Traducido y republicado con permiso del autor, y del editor del sitio web estadounidense The Unz Review
Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.