Los conservadores en el Reino Unido están hartándose de sus líderes
La conferencia anual del Partido Conservador Británico clausuró el pasado miércoles, en la ciudad de Birmingham.
La conferencia anual del Partido Conservador Británico clausuró el pasado miércoles, en la ciudad de Birmingham. Han pasado años (veinte, para ser precisos) desde que las conferencias del Partido Conservador se presentaban como un cónclave genuino protagonizado por miembros del espectro. A lo largo de esos años, la conferencia fue controlada cada vez más con mayor firmeza, mientras que lobbistas y compañías privadas fueron haciéndose del control, en desmedro de las verdaderas voces del conservadurismo. El resultado fue que cada vez menos de esos conservadores vieron valioso el participar de los encuentros -mientras que quienes sí participan esgrimen discursos que nada tienen que ver con el espíritu del núcleo.
Este año, el problema de las sillas vacías se exhibió peor que nunca antes, en tanto Michael Gove -ministro de medioambiente- vio imposible llenar apenas más que las dos principales filas de asientos. Las mayores atracciones fueron Boris Johnson—la más destacada personalidad en la política británica, quien supo regisnar varios meses atrás, habiendo ocupado el puesto de secretario de Relaciones Exteriores; tomó esa medida para protestar contra el modo en que el gobierno enfrentó el tema Brexit- y Jacob Rees-Mogg, miembro conservador del parlamento, quien cuenta con la admirable virtud de plantarse frente a la izquierda, permanecer calmo, y articulando con claridad sobre cuestiones de importancia.
El público asistente prestó atención a la primer ministro Theresa May, en tanto su discurso sintetizó a la perfección la mayor de sus virtudes: la perserverancia. Pero, más que en años anteriores, la mayor atención se concentró en las presentaciones por parte de académicos (esto es, en los paneles y discursos centrados en libremercado y el grupos conservadores que organizaron sus ponencias separados del programa central. Casi nadie se apersonó para escuchar presentaciones sobre la política oficial sobre medioambiente, drogadicción, deportes, o sobre los medios de comunicación. Sin embargo, cientos llenaron los pasillos laterales para aplaudir por el librecomercio, para respaldar al Brexit, y para apoyar un acuerdo comercial o TLC entre los Estados Unidos de América y la Gran Bretaña.
No se trata de que el gobierno conservador carezca esencialmente de ideas; sucede, antes bien, que muchas de ellas se dirimen en cuestiones de escasa importancia. Y alguna de ellas, como forzar los ciudadanos extranjeros que deseen adquirir bienes inmobiliarios en el Reino Unido a pagar más impuestos, solo suenan bien si Usted no debe pensarlo tanto. Está bien afirmar que una casa adquirida por un extranjero no es un escenario idéntico a aquel en donde un ciudadano de la Gran Bretaña compra una -pero también es cierto que es menos probable que un extranjero viva e invierta en el Reino Unido si debe pagar más de la cuenta por una propiedad. Como tampoco queda claro por qué alguien que emplea a trabajadores británicos debería pagar más por una casa, solo por ser extranjero o extranjera.
Y allí reposa el problema fundamental, que se sintetiza en que el plan gubernamental de cara al Brexit ha sido rechazado de plano por la Unión Europea, y es igualmente despreciado por virtualmente todo miembro del partido conservador que no ocupa puestos en el Gabinete. Las virtudes de la primer ministro -por encima de su perserverancia y de su capacidad como administradora del proceso- no cuajan con una instancia histórica que exige ideas de altura. El resultado natural es que los think tanks están tomando la iniciativa, a efectos de clausurar la brecha entre lo que ofrece el gobierno conservador, y lo que demandan los conservadores del país.
De algún modo, esto es positivo. Se asiste a un momento de la historia de la Gran Bretaña en la que ministros jóvenes con ideas pueden poner las cosas a funcionar, construyendo una reputación; y es un momento en el cual un sistema que no se interesa mayormente por las ideas desde su cúpula, puede tomarlas de más abajo. Súmese esto al hecho de que el Partido Conservador está recaudando grandes cantidades de fondos -gracias a la amenaza del Partido Laborista, que sigue orientándose hacia la izquierda y también reposándose en el antisemitismo. A la postre, los conservadores británicos podrían estar acercándose a una instancia histórica de posible renacimiento.
Pero, hasta ahora al menos, allí donde el gobierno conservador fracasa es en la implementación de políticas de índole conservadora. El discurso de la primer ministro en la conferencia fue efectivo, en gran parte porque echó mano de un discurso conservador ('el primero que comparte', conforme bromeó un activista a quien esto escribe). Pero los discursos solo pueden llevarlo a Usted hasta cierto punto. Cuando todo mundo retorne al mundo de la política de todos los días la semana que viene, regresarán los problemas que el gobierno no pudo solucionar durante el año pasado: por sobre todo, el Brexit.
Como consecuencia, en el Reino Unido es casi universalmente aceptado que, en este mismo momento, pero en 2019, May podría convertirse en ex primer ministro. Las expectativas centradas en esta posibilidad podrían diluírse pero, por estas horas, May sencillamente no está dotando de sustancia al estilo que su partido demanda.
Y, en política británica, es más fácil solucionar el problema de lo que lo es en los Estados Unidos. El partido puede reemplazar a su liderazgo, mientras que -en general- retiene su mayoría gubernamental.
Artículo original, en inglés, en éste link
Egresado de la Universidad de Yale y con un doctorado obtenido en esa casa de estudios, es Analista Senior en Relaciones Británico-estadounidenses. Se unió a la Fundación Heritage (Washington, D.C.) en 2008, luego de oficiar como director asociado de Estudios de Seguridad Internacional en Yale, un centro de investigación y enseñanza dedicado a historia de la estrategia, temas militares y diplomáticos. Ha brindado numerosas conferencias en Historia y, desde 2004, sobre asuntos internacionales. Sus artículos y análisis son publicados regularmente en The Daily Signal.