INTERNACIONALES : MATIAS E. RUIZ

Brasil: Jair Bolsonaro y la derrota cultural de una izquierda ramplona y escuálida de ideas

En la caída del telón, la percepción de corrupción pudo más: en la noche de este domingo 28 de octubre...

28 de Octubre de 2018

En la caída del telón, la percepción de corrupción pudo más: en la noche de este domingo 28 de octubre, el Capitán Jair Messias Bolsonaro terminó siendo ungido por la ciudadanía brasileña como el trigésimo octavo presidente de la vecina República Federativa. Con el 99,9% de las mesas escrutadas en todo el país, el denominado 'Trump sudamericano' -del espectro político PSL- logró imponerse a su contendiente, Fernando Haddad (Partido dos Trabalhadores, PT), por un 55% de los sufragios, contra un 44.87%. Al hacerse a un lado los guarismos mensurados en impersonales porcentuales, la fuerza del titular ganará más empuje: el ex uniformado le sacó casi once millones de votos de diferencia a su competidor.

Brasil, Jair Bolsonaro PresidenteDesde luego que los resultados del comicio dejarán abundante tela para el corte, comenzando por las implicaciones regionales emergentes -las cuales, se sugiere, deberán comenzar por aquellas vinculadas a cuestiones geopolíticas y geoeconómicas. Así, pues, en ese primer andarivel, el rupturismo geopolítico personificado en el triunfo de Bolsonaro consigna una derrota contundente (y ciertamente dolorosa) para los personeros latinoamericanos del populismo de izquierdas, allí donde los dignatarios venezolanos y argentinos que han tenido por costumbre participar del radicalizado Foro de San Pablo se exhiben como principales damnificados. La continuidad de la infiltración ideológica sociopopulista, confesa admiradora del eje La Habana-Caracas, dejará de tener al Brasil como nodo central desde donde diseminar su influencia hacia naciones limítrofes. En simultáneo, la llegada del ex capitán del Ejército de Brasil a Planalto profundizará el aislamiento de la República Bolivariana de Venezuela, como también la del Estado Pluricultural de Bolivia (hoy, regenteado con mano temblorosa por el indigenista Evo Morales). En la República Argentina, el incipiente experimento que el kirchnerismo de Cristina Elisabet Fernández Wilhelm estrenara recientemente junto a la izquierda violenta, que venía bregando angustiosamente por un retorno de los petistas a Brasilia, acusará un impacto de magnitud en su fortaleza moral. Sucede que -guste o no- el contagio sociopolítico ha comenzado a ganar un remarcable protagonismo en los últimos tiempos, no solo a nivel regional, sino también continental. Era de esperarse: en un mundo globalizado, la propagación y la diseminación de titulares y/o noticias sobre la realidad de un país saltan rápidamente a otros, y este imponderable lleva consigo la mala costumbre de escapar a todo control. Así sucedió con el affaire Lava Jato que, en rimbombantes titulares, logró trascender las fronteras de la nación vecina para disparar su popularidad al escenario internacional -llegándose incluso a la emisión de una serie de episodios en la emisora estadounidense de contenidos Netflix, y que fuera dado en llamar 'El Mecanismo'. El alto mando político partidario del Partido dos Trabalhadores debió tomar debida nota de ello; no lo hizo, y acusó el primer golpe ya en la primera vuelta de las elecciones, instancia en la que Dilma Rousseff tuvo una paupérrima performance en la carrera hacia el senado.

Entre las implicaciones geoeconómicas que los resultados de los comicios brasileños ya comienzan a compartir, revista el eventual quiebre del promocionado Mercado Común del Cono Sur (o MERCOSUR). A tal efecto, y más allá del intento del propio Bolsonaro de poner paños fríos a cualquier preocupación en el núcleo gobernante del Presidente Mauricio Macri, lo cierto es que las tratativas para la inauguración de un tratado de libre comercio o TLC entre Brasil y Chile han concluído recientemente, en tanto habían cobrado impulso con el mismísimo PT sentado en el Palacio do Planalto. En las negociaciones llevadas a cabo entre Santiago de Chile y Brasilia, en la práctica, puede leerse una confesión subterráneamente diplomática que explicita que el MERCOSUR ha perdido todo sentido para, al menos, el todopoderoso clan industrial de San Pablo. Tarde o temprano, los padecimientos llegarán en oleadas a la Argentina, cuya desgastada y enclenque clase empresaria -acostumbrada a subsistir esquivando la competencia y parasitando de prebendas estatales- lograba exportar cuotas de productos con escaso valor agregado a un vecino que, en rigor, no los necesitaba. La magnitud del golpe (que viene verificándose hace ya años en la proporcional dependencia del Merval respecto del Bovespa brasileño) habrá de abarcar eventualmente al esperpento conocido como Parlasur y a los innumerables ecosistemas de burocracia binacional que la dirigencia política argentina suele explotar para propio y exclusivo provecho. En síntesis, este laberíntico y oneroso entramado de infortunadas interdependencias terminará por certificar la verosimilitud de la advertencia alguna vez lanzada por el ex presidente Arturo Frondizi a Raúl Ricardo Alfonsín, respecto del mercado común sudamericano: 'Nos convertirá en una provincia económica del Brasil'.

Finalmente, algunos pocos analistas de la región intentan, por estas horas, rastrear las razones de la derrota del consorcio latinoamericano de izquierda/centroizquierda no solo en la puja electoral brasileña, sino en la también perdidosa batalla ideológica de los 'Acuerdos de Paz' que, en la República de Colombia, sentaron en la misma mesa a la Casa de Nariño en Bogotá, a terroristas de la organización narcoguerrillera FARC, al liderato de la nomenklatura castrista de La Habana y al dictador Nicolás Maduro. Muchos de aquéllos debates giran en torno del empleo poco idóneo, por parte de la militancia izquierdopopulista, de redes sociales y novedosos instrumentos tecnológicos de comunicación. En una suerte de reductio ad absurdum, los críticos de tales espectros le achacan la propia debacle a un éxito de sus contrapartes a la hora de promocionar su propaganda en redes tales como Twitter, Facebook, WhatsApp, y canales variopintos. Pero acaso insistan éstos en aferrarse a la negación, al equívoco o al grosero error de autodiagnóstico -extraviados en el laberinto de las enseñanzas de Marshall McLuhan ('El medio es el mensaje') o las abstractas ensoñaciones semióticas de Umberto Eco. Quizás el fragor de la batalla no deba transitar necesariamente por el sendero la herramienta empleada -esto es, el vehículo o las formas-, sino por el intinerario que conduce al contenido. La izquierda latina -sin importar cuál sea su desprendimiento o spin-off; llámese a éste anarquismo, protosindicalismofeminismo, derechohumanismo o militancia por los derechos LGBT- parece haberse extraviado en su propio desvarío retórico de consumo interno, alejándose, en el proceso, de la detección de las necesidades del electorado. Un vistazo más cercano a este proscenio tampoco habrá de arrojar conclusiones favorables para el exhausto núcleo, especialmente cuando se verifica que, en el dominio operativo, la ideología socialista carece palmariamente de soluciones concretas para problemas concretos. Así, por ejemplo, al reclamo genuino de ocupación y empleo, la izquierda replica con una fraseología emparentada con la lucha de clases o la 'opresión capitalista'; al grito ciudadano que exige una mejora en la seguridad urbana, la izquierda contesta con la victimización del delincuente, el violador o el homicida. Y así, sucesivamente. El sociopopulismo hispanoamericano fracasa en cualquier teatro de operaciones plebiscitario, no solo porque carece de respuestas y soluciones; sus personeros políticos caen en desgracia porque, sencillamente, se han alejado de toda interlocución directa con la ciudadanía -fenómeno similar que aqueja hoy a pobremente entrenados periodistas, opinadores compulsivos de medios de comunicación tradicionales, y comerciantes del nebuloso arte de la encuestología. En otro plano existencial, Donald Trump y Jair Bolsonaro, en los Estados Unidos de América y en Brasil, respectivamente, han acortado distancias con el votante/ciudadano, tomando buena nota de sus preocupaciones. 

La proposición panfletaria de Antonio Francesco Gramsci, por caso, comporta lecciones interesantes sobre agitación e infiltración. Pero, a largo plazo, sus implementadores sudamericanos siempre tendrán al fracaso como único norte. Los ideólogos y generales del socialismo regional podrán ser individuos dotados de un admirable intelecto y de un conocimiento enciclopédico superlativo sobre la Historia humana, pero el problema es que sus planes y ambiciones terminan diluyéndose, sin más, en el inenarrablemente famélico coeficiente intelectual de sus soldados rasos. Y no es posible ganar una batalla cultural con combatientes aculturales.


 

Sobre Matias E. Ruiz

Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Publicidad. Es Editor y Director de El Ojo Digital desde 2005.