Colombia: crisis de gobernabilidad
Desafíos del mandatario colombiano Iván Duque.
14 de Diciembre de 2018
En Colombia, la Administración del presidente Iván Duque recibió, cuatro meses atrás ya, un país descuadernado, con una infinidad de problemas de fondo, así como también de índole estructural. Las expectativas iniciales fueron favorables para el conglomerado nacional, toda vez que los sectores socioeconómicos y la ciudadanía colombiana, en un acto de buena fe y de legítima confianza, obsequiaron al primer mandatario su aprobación -creyeron en él, y en su figura se sintieron correctamente representados.
Sin embargo, aquel cúmulo de expectativas comenzó a diluírse, al conocerse la puesta en marcha de medidas de corte impopular y que serían luego denostadas por los ciudadanos -tal es el caso de la mal llamada 'Ley de Financiamiento' (que rápidamente fue tildada de 'reforma tributaria'), la bien conocida improvisación ministerial, las abiertas contradicciones entre el gobierno y el partido de gobierno, y la reiteración de enfrentamientos con una oposición agresiva. Esta última, al parecer, solo ha invertido tiempo en desestabilizar toda iniciativa oficial.
Tiempo después, y a los efectos de explayarnos sobre cada cuestión por separado, hemos de manifestar lo que sigue.
En primer término, y en lo que respecta a la ley de financiamiento, no hubo pedagogía ni comunicación asertiva con los ciudadanos, frente a la necesidad inexorable de tramitar la misma. El ministro de hacienda, Carrasquilla, asumió un comportamiento imprudente desde los inicios, al manifestar opiniones sesgadas que carecían de una previa explicación. Así, por ejemplo, el funcionario afirmó que el salario mínimo era en extremo elevado, y que su misión como Ministro consistía en reducir la carga tributaria que debe aportar la clase empresaria nacional.
Craso error, el del ministro: no debió expresarse en tales formas sobre los ciudadanos de a pie; velozmente, éstos tomaron nota del abuso, habida cuenta de que sus bolsillos acusaron el golpe. Y bien sabido es que no existe situación más perjudicial para la ciudadanía que la imposición de costos sobre su patrimonio. Acto seguido, esos mismos ciudadanos tomaron como una afrenta institucional la declaratoria de Carrasquilla al respecto de lo alto del salario mínimo. Finalmente, nadie aprovechó la oportunidad para explicarle a los colombianos los modos elegidos para tramitar una reforma fiscal. Por ende, cada cual entendió lo que quiso entender. Infortunadamente, el efecto fue funesto: la audiencia se aferró a interpretaciones por sobre todo negativas. Nada tenía de bueno la propuesta oficial; y esto constituyó un problema.
Luego, ya es públicamente conocida la improvisación que portan bien identificados ministros. Estos, acaso por tener preferencias más emparentadas con cuestiones técnicas antes que por la política, desconocen cabalmente el funcionamiento del Congreso (y, de igual manera, ignoran cómo aproximarse a los legisladores). Todo lo cual les ha complicado el camino a la hora de conducir una relación sinérgica y de sintonía. En efecto, es menester que los gobiernos sean integrados por personas idóneas que provengan del ámbito académico; pero no es menos cierto que los políticos deben ser involucrados en la ecuación: existen aspectos vinculados al funcionamiento orgánico de las instituciones que está prohibido desconocer.
A continuación, también hemos observado el modo en que el partido de gobierno, el Centro Democrático, difiere crudamente con el mandatario que ellos mismos han puesto de suyo para elegir, en temáticas específicas. En ocasiones, parecen explicitar sin vueltas que Duque les provoca desagrado -situación que ha motorizado zozobras entre los electores. El conducto regular exige echar mano de la coherencia, y ésta parece haberse extraviado.
Al cierre, se ha certificado cómo determinados congresistas emiten quejas y reclamos que hacen a la falta de representatividad, o bien por la ausencia de mermelada. Existen aquellos quienes aún no han podido acostumbrarse a la escasez de contratos y de cupos indicativos. Realidad que, sin más, ha contribuído a la distracción presidencial en materia de gobernabilidad. Refiérase, adicionalmente, que no debe hacerse a un lado la férrea oposición que caracteriza a ciertos dirigentes políticos de oposición. Estos se han dado a la faena de emprenderla con violencia contra cualquier propuesta o iniciativa que parta del circuito del gobierno -sin importar los aspectos positivos que conlleve. En el quebranto, se asiste, pues, a cuantiosas razones que llevan a experimentar una marcada crisis de gobernabilidad e impopularidad.
Con todo, debe decirse que todavía queda tiempo para mejorar.
Sin embargo, aquel cúmulo de expectativas comenzó a diluírse, al conocerse la puesta en marcha de medidas de corte impopular y que serían luego denostadas por los ciudadanos -tal es el caso de la mal llamada 'Ley de Financiamiento' (que rápidamente fue tildada de 'reforma tributaria'), la bien conocida improvisación ministerial, las abiertas contradicciones entre el gobierno y el partido de gobierno, y la reiteración de enfrentamientos con una oposición agresiva. Esta última, al parecer, solo ha invertido tiempo en desestabilizar toda iniciativa oficial.
Tiempo después, y a los efectos de explayarnos sobre cada cuestión por separado, hemos de manifestar lo que sigue.
En primer término, y en lo que respecta a la ley de financiamiento, no hubo pedagogía ni comunicación asertiva con los ciudadanos, frente a la necesidad inexorable de tramitar la misma. El ministro de hacienda, Carrasquilla, asumió un comportamiento imprudente desde los inicios, al manifestar opiniones sesgadas que carecían de una previa explicación. Así, por ejemplo, el funcionario afirmó que el salario mínimo era en extremo elevado, y que su misión como Ministro consistía en reducir la carga tributaria que debe aportar la clase empresaria nacional.
Craso error, el del ministro: no debió expresarse en tales formas sobre los ciudadanos de a pie; velozmente, éstos tomaron nota del abuso, habida cuenta de que sus bolsillos acusaron el golpe. Y bien sabido es que no existe situación más perjudicial para la ciudadanía que la imposición de costos sobre su patrimonio. Acto seguido, esos mismos ciudadanos tomaron como una afrenta institucional la declaratoria de Carrasquilla al respecto de lo alto del salario mínimo. Finalmente, nadie aprovechó la oportunidad para explicarle a los colombianos los modos elegidos para tramitar una reforma fiscal. Por ende, cada cual entendió lo que quiso entender. Infortunadamente, el efecto fue funesto: la audiencia se aferró a interpretaciones por sobre todo negativas. Nada tenía de bueno la propuesta oficial; y esto constituyó un problema.
Luego, ya es públicamente conocida la improvisación que portan bien identificados ministros. Estos, acaso por tener preferencias más emparentadas con cuestiones técnicas antes que por la política, desconocen cabalmente el funcionamiento del Congreso (y, de igual manera, ignoran cómo aproximarse a los legisladores). Todo lo cual les ha complicado el camino a la hora de conducir una relación sinérgica y de sintonía. En efecto, es menester que los gobiernos sean integrados por personas idóneas que provengan del ámbito académico; pero no es menos cierto que los políticos deben ser involucrados en la ecuación: existen aspectos vinculados al funcionamiento orgánico de las instituciones que está prohibido desconocer.
A continuación, también hemos observado el modo en que el partido de gobierno, el Centro Democrático, difiere crudamente con el mandatario que ellos mismos han puesto de suyo para elegir, en temáticas específicas. En ocasiones, parecen explicitar sin vueltas que Duque les provoca desagrado -situación que ha motorizado zozobras entre los electores. El conducto regular exige echar mano de la coherencia, y ésta parece haberse extraviado.
Al cierre, se ha certificado cómo determinados congresistas emiten quejas y reclamos que hacen a la falta de representatividad, o bien por la ausencia de mermelada. Existen aquellos quienes aún no han podido acostumbrarse a la escasez de contratos y de cupos indicativos. Realidad que, sin más, ha contribuído a la distracción presidencial en materia de gobernabilidad. Refiérase, adicionalmente, que no debe hacerse a un lado la férrea oposición que caracteriza a ciertos dirigentes políticos de oposición. Estos se han dado a la faena de emprenderla con violencia contra cualquier propuesta o iniciativa que parta del circuito del gobierno -sin importar los aspectos positivos que conlleve. En el quebranto, se asiste, pues, a cuantiosas razones que llevan a experimentar una marcada crisis de gobernabilidad e impopularidad.
Con todo, debe decirse que todavía queda tiempo para mejorar.
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@JuanDaEscobarC
Sobre Juan David Escobar Cubides
Escobar Cubides reside en Medellín (Colombia), y se desempeña como Editor político en el sitio web Al Poniente, colaborando también con análisis sobre la realidad política colombiana en otros medios de comunicación de la región.