Reino Unido: Theresa May; honor y sensatez
Las dificultades a la hora de lograrse la aprobación del acuerdo alcanzado entre el Reino Unido...
29 de Marzo de 2019
Las dificultades a la hora de lograrse la aprobación del acuerdo alcanzado entre el Reino Unido y la Unión Europea, que tiene por objetivo el facilitar la salida de este del espacio comunitario, han generado tal desgaste y tensión política en el país, que la primera ministra, Theresa May, ha terminado por anunciar su dimisión como jefe del gobierno. Luego de no pocos meses de negociaciones y debates, tanto dentro de los escenarios políticos de Gran Bretaña, principalmente el Parlamento, como en la Eurocámara y otros frentes de la Unión Europea, May no consiguió convencer a las mayorías de su plan, el Soft Brexit (o Brexit Blando).
Y, aún cuando había superado la moción de censura en enero, el punto definitivo de la crisis fue esta semana, cuando ninguna de las ocho alternativas propuestas alcanzó el apoyo suficiente, ni en su partido, el Conservador, ni entre los reconocidos euroescépticos, que abogan por abandonar la Unión sin acuerdo alguno ('No deal is better than a bad deal').
Contrario a lo que sostienen los alarmistas, no estar en la Unión Europea no significa el fin de la civilización occidental, ni el fracaso absoluto del Reino Unido en las relaciones internacionales, ni el preludio de la Tercera Guerra Mundial. Su grandeza no se debe a la 'pertenencia a Europa' pues, si así fuera, Noruega y Suiza harían hasta lo imposible por ingresar. Con Theresa May o sin ella, el país dejará la UE, y así lo asumen las élites políticas británicas, sobre todo los conservadores, quienes ya iniciaron el proceso para sucederla.
Se requiere un nuevo liderazgo para cumplir a cabalidad lo dispuesto en las urnas por la mayoría, y May, con responsabilidad, honor y decencia, ha decidido apartarse. No podría esperarse menos de la cuna de los valores liberales, inspirados por Locke y Stuart Mill, en donde el imperio de la ley, la garantía de las libertades individuales y los límites al poder del Estado, se toman en serio y procuran la prosperidad y estabilidad social. Igual decisión había tomado David Cameron, antecesor de May, cuando el resultado del referendo de 2016 fue contrario a sus expectativas.
¿Por qué razón los líderes británicos, sabedores del gran poderío de su nación, se llenan de sensatez y valor para aceptar que han perdido el liderazgo y deciden renunciar al gobierno, en lugar de atornillarse en él? ¿Son explicaciones suficientes las instituciones y la existencia de contrapesos al ejercicio del poder? ¿O esa razón se encuentra en la cultura y la trayectoria histórica? Tal parece que las instituciones democráticas y el Estado de Derecho, por sí mismos, no aseguran que los individuos sabrán comportarse en situaciones críticas.
Desde luego, comparar el gobierno legítimo y democrático de Theresa May con la narcotiranía tropical chavista, es irrespetuoso y desproporcionado, pero es útil y esclarecedor como ejercicio para los politólogos, incluso para aquellos que se encuentran en plena posesión ideológica y siguen insistiendo en que Venezuela no está secuestrada por una pandilla criminal, sino gobernada por unos altruistas y soñadores. En la peor crisis económica, política y social de la historia de Venezuela, Maduro y su régimen se aferran al poder y, como lo expresó la ministro de Prisiones, Iris Varela, prefieren incendiar el país y dejarlo en cenizas, antes que renunciar a la Revolución.
En cambio, Cameron y May, en circunstancias ostensiblemente menos graves, se hicieron a un lado y permiten que el país siga su curso.
Y, aún cuando había superado la moción de censura en enero, el punto definitivo de la crisis fue esta semana, cuando ninguna de las ocho alternativas propuestas alcanzó el apoyo suficiente, ni en su partido, el Conservador, ni entre los reconocidos euroescépticos, que abogan por abandonar la Unión sin acuerdo alguno ('No deal is better than a bad deal').
Contrario a lo que sostienen los alarmistas, no estar en la Unión Europea no significa el fin de la civilización occidental, ni el fracaso absoluto del Reino Unido en las relaciones internacionales, ni el preludio de la Tercera Guerra Mundial. Su grandeza no se debe a la 'pertenencia a Europa' pues, si así fuera, Noruega y Suiza harían hasta lo imposible por ingresar. Con Theresa May o sin ella, el país dejará la UE, y así lo asumen las élites políticas británicas, sobre todo los conservadores, quienes ya iniciaron el proceso para sucederla.
Se requiere un nuevo liderazgo para cumplir a cabalidad lo dispuesto en las urnas por la mayoría, y May, con responsabilidad, honor y decencia, ha decidido apartarse. No podría esperarse menos de la cuna de los valores liberales, inspirados por Locke y Stuart Mill, en donde el imperio de la ley, la garantía de las libertades individuales y los límites al poder del Estado, se toman en serio y procuran la prosperidad y estabilidad social. Igual decisión había tomado David Cameron, antecesor de May, cuando el resultado del referendo de 2016 fue contrario a sus expectativas.
¿Por qué razón los líderes británicos, sabedores del gran poderío de su nación, se llenan de sensatez y valor para aceptar que han perdido el liderazgo y deciden renunciar al gobierno, en lugar de atornillarse en él? ¿Son explicaciones suficientes las instituciones y la existencia de contrapesos al ejercicio del poder? ¿O esa razón se encuentra en la cultura y la trayectoria histórica? Tal parece que las instituciones democráticas y el Estado de Derecho, por sí mismos, no aseguran que los individuos sabrán comportarse en situaciones críticas.
Desde luego, comparar el gobierno legítimo y democrático de Theresa May con la narcotiranía tropical chavista, es irrespetuoso y desproporcionado, pero es útil y esclarecedor como ejercicio para los politólogos, incluso para aquellos que se encuentran en plena posesión ideológica y siguen insistiendo en que Venezuela no está secuestrada por una pandilla criminal, sino gobernada por unos altruistas y soñadores. En la peor crisis económica, política y social de la historia de Venezuela, Maduro y su régimen se aferran al poder y, como lo expresó la ministro de Prisiones, Iris Varela, prefieren incendiar el país y dejarlo en cenizas, antes que renunciar a la Revolución.
En cambio, Cameron y May, en circunstancias ostensiblemente menos graves, se hicieron a un lado y permiten que el país siga su curso.
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@JuanDavidGR82
Sobre Juan David García Ramírez
Columnista regular en el periódico El Colombiano (Medellín) y en El Quindiano (Armenia, Colombia). También se desempeña como analista político para diversos programas radiales y televisivos en América Latina, compartiendo apuntes y notas sobre temas políticos vinculados a Colombia, y asuntos internacionales.