Paraguay: errores que transforman

El ministro de Hacienda de la República del Paraguay, Benigno López, en su artículo 'Reformas que transforman' -publicado recientemente en el matutino local ABC Color, de Asunción- explicita dos cuestiones trascendentales, que permiten conocer su línea de pensamiento como funcionario del área, y sobre el por qué se debería dar lugar a la reforma impositiva.

 

En primer término, afirma López: 'Nos enfrentamos a un círculo vicioso de escasez de recursos y desconfianza' y que Paraguay 'cuenta con una baja carga tributaria que no pasa del 10% del PIB, lo cual resulta insuficiente a la hora de cubrir las demandas ciudadanas'. 

 

En segundo orden, refiere: 'Tampoco cumplimos con el mandato constitucional de respetar la capacidad económica del ciudadano a la hora de contribuir. Nuestro sistema tributario –prosige el ministro– no recoge principios de justicia y equidad, ya que los impuestos directos son los que menos inciden'. 

 

Ambas aseveraciones del funcionario ameritan respuesta, al menos para que no quede duda alguna con respecto a si nos mostramos o no de acuerdo con aquéllas. En rigor, no es posible estar de acuerdo, conforme su línea de pensamiento porta una elevada dosis de errores que quien esto escribe entiende no se caracterizan por mala intención -aunque esto no convierte a sus comentarios en acertados. 

 

Primeramente, no es correcto afirmar que el Estado paraguayo carece de los recursos necesarios para hacer frente, con relativo éxito, al gasto público. Informes oficiales del propio ministerio de Hacienda dan cuenta de que los ingresos se han venido multiplicando en estos años, aunque los egresos exhiben idéntica tendencia, en una suerte de juego de suma cero. Esto puede certificarse, de dos maneras.  

 

Una de ellas tiene relación con la recaudación tributaria registrada el año pasado (2018), en donde por cada 100 guaraníes recaudados, 75 de ellos fueron destinados al pago de salarios, lo que significa que apenas 25 guaraníes son destinados a inversiones y obra pública. Otro sendero para probar lo antedicho se emparenta con la configuración técnica del Presupuesto de Gastos de la Nación, elaborado éste bajo el modelo del crecimiento vegetativo que versa que, si el año anterior ese gasto ha sido de 100 guaraníes, pues ahora tiene que ser 120 o 130 -y así de manera progresiva, sin viso alguno de modificación en la tendencia del gasto.

 

Por lo demás, tampoco el ministro acierta cuando informa que el Paraguay cuenta con una baja carga tributaria que no supera el 10% del Producto Interno Bruto, lo cual deviene en insuficiente a efecots de cubrir la demanda ciudadana. Esto no es correcto, debido a que el componente del PBI y su relación con la carga tributaria que, adrede fue modificado hace poco, no toma en cuenta el gasto corrupto y despilfarrador, así como tampoco la existencia de legislaciones de impacto negativo y la informalidad extrema en la que vive el país. A todas luces, es un engaño creer que Paraguay puede seguir incrementando su carga tributaria sin tomar en cuenta que eso representará costos que terminan verificándose en evasión, contrabando, subfacturación, etcéteras. Todo lo cual sucede porque continúa vigente un modelo de gasto público que carece de compromisos de calidad y de rendición de cuentas. Lo peor que podría sucederle al país es perder lo poco que aún conserva, en materia de competitividad tributaria. 

 

De igual importancia a señalar es que el ministro considera necesario implementar más impuestos directos. Este es un error conceptual, bien propio de los economistas y analistas de tendencia keynesiana y estatista. Los impuestos directos son, en realidad, los más injustos, porque gravan y castigan los ingresos que el público y las empresas privadas destinan al mercado de capitales o, lo que es lo mismo, es una forma de afectar negativamente al ahorro y la inversión.