Chile, ante un nuevo aniversario del Combate Naval de Iquique

Este próximo 21 mayo, en oportunidad del feriado nacional, los chilenos celebraremos el Combate Naval de Iquique, que tuviera lugar al inicio de la Guerra del Pacífico, en el año 1879.


Pocos meses antes, la República de Chile se aprestaba a declarar la guerra a la Argentina, algo que finalmente no sucedió, y que de hacerlo, acaso hubiese dado en llamarse la 'Guerra del Atlántico Sur', por cuanto la meta del gobierno en Santiago hubiese coincidido con garantizar la soberanía de Chile en la Patagonia.

 

El Combate Naval de Iquique, en rigor, fue una gesta heroica liderada por el Capitán de Fragata Arturo Prat Chacón. En un ejemplar acto de valentía, condujo a sus subalternos hacia un desigual combate entre la Fragata chilena 'Esmeralda' y el blindado peruano 'Huascar'. Combate que, sin llegar a la rendición, le costó la vida a él y a la mayoría de sus marinos. El evento se desarrolló en una época en la que no existía -como tampoco era necesario- 'Juramento a la Bandera' alguno, a la hora de exigir o asegurar el cumplimiento del deber militar. Bastó solo el sentido del honor, esto es, con la estricta disciplina inculcada desde los 14 años de edad de aquellos que servían, portadores de una obediencia absoluta e inquebrantable en el cumplimiento de órdenes superiores.

 

Con el transcurrir del tiempo —como siempre sucede, aquí y también en la República Argentina— la dirigencia política, la politiquería y, en particular, los presidentes elegidos y sus bancadas, siempre coherentes con su falta de liderazgo e incapacidades, inventaron esta exigencia para las Fuerzas Armadas. Lo que fue, ni más ni menos, un juramento arreglado a los intereses de cada época. A lo mucho, una disposición con el objeto de evitar las asonadas militares que, ante el clamor popular, intervinieron reiteradas veces en la política nacional. Muchos años después, esa iniciativa tampoco ha traído los resultados esperados y, nuevamente, ambas naciones se caracterizan hoy por contar con una dirigencia política incapaz de poner bajo su control las crisis que experimentan, lo cual remite a calco de lo ocurrido durante los años sesenta.

 

El 'juramento a la bandera' es, en la actualidad, exigido por los gobiernos de turno, y por una clase política (con ciertamente escasas excepciones) indolente, prepotente, empoderada, encapsulada y blindada, que claramente no está a la altura de los mejores, alejándose cada vez más del ciudadano, y del honor que supieron legarnos los héroes de nuestras naciones hermanas.