¿Quién gobierna Venezuela?
El bolivarianismo o, si se quiere, la estrategia chavista que tiene por meta seducir a incautos y desprevenidos...
21 de May de 2019
El bolivarianismo o, si se quiere, la estrategia chavista que tiene por meta seducir a incautos y desprevenidos mientras un reducido conglomerado se tomaba el poder y saqueaba a Venezuela, dependía -necesariamente- de la penetración sistemática de las Fuerzas Armadas locales. Conforme lo han certificado los hechos en la atribulada nación caribeña, esa penetración portaba el objetivo de transformar a los militares en un ejército represivo, llamado a defender la revolución socialista hasta las últimas consecuencias.
Así, pues, el fallido golpe de Estado ingeniado en perjuicio de Hugo Chávez Frías, gestado por militares y organizaciones sociales el 11 de abril del 2002, constituyó el punto de inflexión del chavismo, como también su punto de partida, tanto para la instrumentación de la ya comentada transformación de las Fuerzas Armadas, como para la conformación de un ejército paralelo, que hoy es conocido como los Círculos Bolivarianos. El desaparecido ex presidente Chávez comprendió que la sola pertenencia a las F.A.B. en modo alguno le garantizaba la lealtad de ese cuerpo, ni su permanencia en el poder. A tal efecto, y con la eficiente consultoría ofrecida por los servicios de inteligencia cubanos (conocidos en toda jerga como G2), se procedió a diseñar e implementar un sofisticado proceso de adoctrinamiento, condicionamiento y conversión de la institución militar tradicional, para convertir a esa institución en una milicia revolucionaria al servicio de un sistema totalitario.
De tal suerte que el modo seleccionado por parte de Hugo Chávez a la hora de reclutar a sus compañeros de armas, coincidió con la oferta de incentivos para comprometerlos, generando, en simultáneo, un esquema de profunda dependencia y agradecimiento por los cargos ofertados, en la forma de recursos, viajes, prebendas, jugosos salarios, condecoraciones, y etcéteras. Rápidamente, la milicia venezolana se vio deslumbrada por la corrupción, por las reiteradas lisonjas, y por el nuevo papel que estaba llamado a desempeñar en la administración gubernamental. Naturalmente, todo juramento en pos de la defensa de libertades y derechos individuales del pueblo, fue velozmente descartado. El germen de la descomposición se había colado ya entre las filas de los militares.
Tras lo cual ha de consignarse que los uniformados venezolanos han sido corrompidos hasta alcanzarse un punto de no retorno. En derredor de ese espectro, solo quedan acusaciones de corrupción, homicidios selectivos (o ejecuciones extrajudiciales), reiteradas violaciones contra los derechos humanos de los ciudadanos, y más. Se arriba, entonces, a la insoslayable conclusión de que los militares en ese país han sido subyugados, no respondiendo ya al interés nacional, sino a la perniciosa agenda del crimen organizado y a los caprichos individuales de gobernantes y personeros de un Estado fallido, que porta la etiqueta de República Bolivariana de Venezuela.
La desaparición física de Hugo Chávez Frías dio lugar a inacabables luchas intestintas por el control de los resortes del poder y ello, a su vez, potenció la fractura institucional. Los elementos de las fuerzas armadas, acostumbrados -ya por dos décadas- a cogobernar y a saquear al erario público, no se hallaban en posición de ceder posiciones ni de despreciar su porcentual del botín. A la postre, el sendero elegido ha sido el de convenir una suerte de coexistencia pacífica con la administración de Nicolás Maduro Moros, quien solo se ocupó de gestionar la manutención de las referidas prebendas, nunca interviniendo en el ilícito consorcio comercial de los militares. Esa no-interferencia ha permitido que Maduro contase con el respaldo institucional necesario de cara a eventuales proscenios de desestabilización de orden interno o externo.
Por estas horas, habrá de subrayarse, asimismo, que la fallida intentona cívico-militar del presidente interino Juan Guaidó, en compañía de un puñado de uniformados disconformes, confirma lo evidenciado en los párrafos anteriores. Toda vez que la maniobra de Guaidó Márquez careció de aspectos críticos que hacen a una mínima planificación, los resultados obtenidos solo han contribuído a morigerar la otrora importante expectativa internacional, multiplicándose también el desconcierto en el andarivel doméstico: el escenario no se ha visto modificado.
Sin embargo, será importante concluir que Maduro no ha, en rigor, logrado consolidar su poder. Antes, bien: lo que ha sucedido es que las Fuerzas Armadas Bolivarianas han cimentado el control que tienen sobre todos los asuntos importantes del Estado. Sus principales referentes se encuentran hoy en posición idónea para negociar, si fuera el caso, con el presidente interino Guaidó.
Finalmente, la Crisis Venezolana no arribará a una solución -al menos no en el formato deseado por la comunidad internacional-, por cuanto quienes administran el poder son, precisamente, los militares. En paralelo, ellos no están siendo consultados en el proceso. Las negociaciones que estos días se desarrollan Oslo no prosperarán, en razón de que el actor principal, esto es, la 'milicia bolivariana' no fue convocada y, sin su beneplácito, nada ni nadie podrá alterar el contexto. Sin importar los repetidos llamados al diálogo.
Así, pues, el fallido golpe de Estado ingeniado en perjuicio de Hugo Chávez Frías, gestado por militares y organizaciones sociales el 11 de abril del 2002, constituyó el punto de inflexión del chavismo, como también su punto de partida, tanto para la instrumentación de la ya comentada transformación de las Fuerzas Armadas, como para la conformación de un ejército paralelo, que hoy es conocido como los Círculos Bolivarianos. El desaparecido ex presidente Chávez comprendió que la sola pertenencia a las F.A.B. en modo alguno le garantizaba la lealtad de ese cuerpo, ni su permanencia en el poder. A tal efecto, y con la eficiente consultoría ofrecida por los servicios de inteligencia cubanos (conocidos en toda jerga como G2), se procedió a diseñar e implementar un sofisticado proceso de adoctrinamiento, condicionamiento y conversión de la institución militar tradicional, para convertir a esa institución en una milicia revolucionaria al servicio de un sistema totalitario.
De tal suerte que el modo seleccionado por parte de Hugo Chávez a la hora de reclutar a sus compañeros de armas, coincidió con la oferta de incentivos para comprometerlos, generando, en simultáneo, un esquema de profunda dependencia y agradecimiento por los cargos ofertados, en la forma de recursos, viajes, prebendas, jugosos salarios, condecoraciones, y etcéteras. Rápidamente, la milicia venezolana se vio deslumbrada por la corrupción, por las reiteradas lisonjas, y por el nuevo papel que estaba llamado a desempeñar en la administración gubernamental. Naturalmente, todo juramento en pos de la defensa de libertades y derechos individuales del pueblo, fue velozmente descartado. El germen de la descomposición se había colado ya entre las filas de los militares.
Tras lo cual ha de consignarse que los uniformados venezolanos han sido corrompidos hasta alcanzarse un punto de no retorno. En derredor de ese espectro, solo quedan acusaciones de corrupción, homicidios selectivos (o ejecuciones extrajudiciales), reiteradas violaciones contra los derechos humanos de los ciudadanos, y más. Se arriba, entonces, a la insoslayable conclusión de que los militares en ese país han sido subyugados, no respondiendo ya al interés nacional, sino a la perniciosa agenda del crimen organizado y a los caprichos individuales de gobernantes y personeros de un Estado fallido, que porta la etiqueta de República Bolivariana de Venezuela.
La desaparición física de Hugo Chávez Frías dio lugar a inacabables luchas intestintas por el control de los resortes del poder y ello, a su vez, potenció la fractura institucional. Los elementos de las fuerzas armadas, acostumbrados -ya por dos décadas- a cogobernar y a saquear al erario público, no se hallaban en posición de ceder posiciones ni de despreciar su porcentual del botín. A la postre, el sendero elegido ha sido el de convenir una suerte de coexistencia pacífica con la administración de Nicolás Maduro Moros, quien solo se ocupó de gestionar la manutención de las referidas prebendas, nunca interviniendo en el ilícito consorcio comercial de los militares. Esa no-interferencia ha permitido que Maduro contase con el respaldo institucional necesario de cara a eventuales proscenios de desestabilización de orden interno o externo.
Por estas horas, habrá de subrayarse, asimismo, que la fallida intentona cívico-militar del presidente interino Juan Guaidó, en compañía de un puñado de uniformados disconformes, confirma lo evidenciado en los párrafos anteriores. Toda vez que la maniobra de Guaidó Márquez careció de aspectos críticos que hacen a una mínima planificación, los resultados obtenidos solo han contribuído a morigerar la otrora importante expectativa internacional, multiplicándose también el desconcierto en el andarivel doméstico: el escenario no se ha visto modificado.
Sin embargo, será importante concluir que Maduro no ha, en rigor, logrado consolidar su poder. Antes, bien: lo que ha sucedido es que las Fuerzas Armadas Bolivarianas han cimentado el control que tienen sobre todos los asuntos importantes del Estado. Sus principales referentes se encuentran hoy en posición idónea para negociar, si fuera el caso, con el presidente interino Guaidó.
Finalmente, la Crisis Venezolana no arribará a una solución -al menos no en el formato deseado por la comunidad internacional-, por cuanto quienes administran el poder son, precisamente, los militares. En paralelo, ellos no están siendo consultados en el proceso. Las negociaciones que estos días se desarrollan Oslo no prosperarán, en razón de que el actor principal, esto es, la 'milicia bolivariana' no fue convocada y, sin su beneplácito, nada ni nadie podrá alterar el contexto. Sin importar los repetidos llamados al diálogo.
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@CoronelPazmino
Sobre Mario Pazmiño Silva
Mario Pazmiño Silva es Coronel (R) del Ejército del Ecuador. Cuenta con un Master en Seguridad y Desarrollo. Es Presidente del Centro de Análisis e Investigación Internacional, Consultor Internacional en Seguridad y Defensa. Oficia de Analista para diferentes medios de comunicación sobre temas de Terrorismo e Inteligencia, y desarrolla publicaciones para distintos medios de comunicación en América Latina. Su correo electrónico, aquí.