Argentina y el suicidio del sistema; disquisiciones en la emergencia
El Presidente Mauricio Macri y su entorno acusaron,este pasado domingo 11 de agosto...
El Presidente Mauricio Macri y su entorno acusaron, este pasado domingo 11 de agosto de las PASO, el peor golpe electoral desde que llegaron al poder en diciembre del año 2015.
A cuarenta y ocho horas del episodio, ha quedado expuesto que las arengas y los reiterados pedidos en pos de mayores sacrificios para la ciudadanía no fueron suficientes. Acaso intuyendo la endeblez de la proposición oficialista en todo andarivel comprobable (en donde, como es atendible, la economía capturó el centro de las preocupaciones), los votantes huyeron en masa de las boletas del consorcio rebautizado como 'Juntos por el Cambio' (otrora 'Cambiemos'), para refugiarse en Roberto Lavagna y candidatos menores, aunque también será lícito consignar que buena parte de quienes anteriormente se habían inclinado por el oficialismo decidieron castigarlo ahora con particular severidad, optando por la más opuesta y extrema de las alternativas: Alberto Fernández (Frente de Todos; kirchnerismo).
Este proscenio no solo permitirá concluir sin vueltas no solamente que el ecosistema de medios de comunicación y encuestadores de opinión -mal acostumbrados a facturar por edulcorar cifras y titulares a gusto del consumidor- ha fracasado miserable y estrepitosamente, sino que certifica también la naturaleza inherentemente volátil del sufragio. O, transitivamente y puesto en limpio: los votos registrados en 2015 y 2017 jamás pertenecieron exclusivamente al espectro partidario liderado por Mauricio Macri, como hoy tampoco podría garantizarse fehacientemente que son celosamente tutelados por el Frente de Todos del Señor Fernández. Antes bien, sería más certero intuír que el ciudadano de a pie ha decidido aferrarse a su obligación electoral como herramienta útil para esmerilar a uno o a otro, por las razones que fuere. Allí donde lo peor de la ingeniería electoral se las había arreglado para encerrar al votante en la diabólica disyuntiva de elegir entre lo malo, lo peor o lo inconducente, el verdadero mandamás de la boleta se ha rebelado: hoy, hace uso de su opción para obsequiarle un golpe de gracia a quien le ha mentido. Sin dudas, se asiste a una riesgosa dialéctica entre mandantes y mandatarios, con implicancias aún complejas de ponderar apropiadamente.
Así como en su oportunidad los sufragantes decidieron penalizar a la deriva totalitaria protobolivariana encarnada por Cristina Fernández de Kirchner y su tristemente célebre elenco, hace cuestión de horas la ciudadanía optó por reprender a 'Cambiemos', en virtud de la desafortunada multiplicación de promesas incumplidas en toda materia, de la probada ineficiencia económica y administrativa, la soberbia, la recurrente confiscación impositiva, la dilapidación de recursos públicos que forzó a retomar el sendero de la limosna ante Donald Trump y el Fondo Monetario Internacional (FMI), la perpetuación de la tolerancia con el delito, la hipertrofia del asistencialismo, y del insulto permanente evidenciado en el jolgorio representado por el agigantamiento del sector público, junto a otros innumerables y perniciosos etcéteras. En definitiva, un destacable porcentual de ciudadanos castigó al Presidente Macri tras percibir que el jefe de Estado y sus acólitos desperdiciaron casi cuatro años, en los que nadie corroboró la formulación de plan ni proyecto alguno. En el quebranto -y ya tarde-, Macri tomó nota de una realidad incontestable: ya no quedaba margen para otorgar más paciencia ni sacrificios. Luego de transcurridos los funestos doce años de kirchnerismo, el público se encontró con una narrativa política 'cool' pero con pies de barro que, en el mejor de los casos, solo atinaba a pulir eslóganes para engatusar durante otros cuatro. Los más críticos hablarán de una irredimible defraudación de las expectativas perpetrada por un puñado de funcionarios tan indolentes como incompetentes -y será difícil rebatir esa palpable frustración, pues el empobrecimiento de los bolsillos se ha visto potenciado en más de un 30%, en menos de dos días.
Así las cosas, en el cierre de la epistolar electoral, la clonación de la tragedia adquiere costados macabros: mientras el Presidente de la Nación redobla la apuesta y amenaza con no ceder un ápice en su invectiva de estruendosos fracasos, su principal oponente de cara a octubre se carga al hombro bidones de combustible para, a la primera oportunidad, arrojarlos -entre carcajadas- al incipiente incendio nacional. Instantánea que convida a la vieja analogía de los hombres que, encerrados en la misma habitación y portando cada uno de ellos un detonador, azuzan con la posibilidad de accionarlo en simultáneo; haciendo a un lado el pequeño detalle de que los explosivos acabarán con la integridad física de todos los presentes.
Sin embargo, y a fuer de ser justos, será preciso colegir que no es el resultado electoral la variable más preocupante. Tras derrumbarse el castillo de naipes con la primer brisa, analistas y entendidos han perdido de vista que las instituciones de la República han dejado de funcionar, casi al unísono. Así se verifica en el ámbito de la administración de justicia, conforme lo ilustrara el Dr. Roberto Porcel en un artículo de reciente factura: jueces y fiscales, contaminados por el celo profesional, la ideología, intereses especiales o la más abyecta tontería, se baten a duelo en fueros, tribunales y despachos; registrándose un mustio y vergonzoso correlato en la otrora prestigiosa Corte Suprema.
Como parte del mismo fenómeno, y acaso certificando lo compartido en este mismo espacio en capítulos previos, el sistema de partidos políticos ha terminado por estrellarse. Exterminado ya el antiguo orden bipartidista que -con todos sus males y desperfectos- tenía por costumbre dirimir alternancia, hoy sencillamente no es factible verificar identidad, programa ni proyecto, sin importar dónde se mire. Lo cual invita a considerar otra razón para diseccionar el desconcierto generalizado que ha tomado por rehén a la ciudadanía: si se desconoce qué defiende o qué pretende construir cada espacio, ¿por quién inclinarse? Ante la nada, la opción remanente y que, como ya se dijo, incorpora una naturaleza de resguardo preventivo, son el castigo y la brutal reprimenda en perjuicio de tal o cual aspirante. Más aún cuando los referentes de consorcios variopintos parecen más abocados a generar caos y fogonear fractura social, antes que invitar a la negociación y un sano consenso.
Precisamente, en relación a la proliferación de la nadería y a la fragmentación social y partidaria, el conjunto de jugadores estatales y paraestatales, pertenezcan éstos a sectores políticos, a la familia judicial o al Ejecutivo y el Legislativo, tienen hoy en sus manos la más monumental de las responsabilidades: procurar no seguir agregando leños al caldero.
De prosperar ese rudimentario incendio, la comentada grieta podría mutar en una puesta en escena bastante más desapacible, esto es, un revulsivo de presentación violenta, que habilitará a muchos a cobrarse resarcimientos que estiman pendientes.
Es Analista en Medios de Comunicación Social y Licenciado en Publicidad. Es Editor y Director de El Ojo Digital desde 2005.