El sendero equivocado de las sanciones inocuas contra miembros del Partido Comunista Chino
A lo largo de los últimos quince años, Estados Unidos ha incluído un nuevo instrumento...
A lo largo de los últimos quince años, Estados Unidos ha incluído un nuevo instrumento en su política exterior: la implementación de sanciones individuales. Toda vez que Washington ha hecho un uso correcto de los esquemas de sanciones más abarcativas -Irán y Corea del Norte vienen a la mente-, Estados Unidos hoy toma medidas contra actores específicos, con mayor recurrencia. Dada la complejidad de las relaciones entre los Estados Unidos de América y la República Popular China, el modelo de las sanciones individuales es una herramienta particularmente positiva para conducir ciertos aspectos de la política exterior de Washington hacia Pekín.
Esta es la razón por la cual la Administración Trump ha recurrido últimamente a las sanciones, más recientemente, a efectos de penalizar a funcionarios chinos responsables por violaciones contra los derechos humanos en perjuicio de la minoría étnica de los uigures de origen musulmán, y por los recurrentes ataques de Pekín contra la autonomía de Hong Kong. La Administración estadounidense debería ser congratulada por esa decisión.
Sin embargo, las sanciones que, según se ha informado, se hallan hoy bajo consideración contra la totalidad de los miembros del Partido Comunista Chino y sus familias, haría retroceder la política exterior americana.
Las sanciones propuestas podrían no ser tan draconianas, como llegarse a la prohibición de inversiones o de importaciones procedentes de Pekín. La idea es, sencillamente, imponer una prohibición en el otorgamiento de visados. Pero el Partido Comunista Chino contabiliza hoy 92 millones de miembros. Sus integrantes son más que la población de numerosos países. Si se incluye a sus familias, y uno analiza la alternativa de impedirles visitar territorio estadounidense, podría terminar hablándose de poner en marcha esa prohibición para un cuarto de la población total de la República Popular.
A tal efecto, un debate más amplio en torno de cómo EE.UU. debería comprender la influencia del Partido Comunista Chino se polariza en dos extremos.
El primero de ellos -que hoy prevalece menos que en tiempos pretéritos- consigna que pertenecer al Partido Comunista Chino se asemeja a una membresía en el Club de los Rotarios. Pero se trata de mucho más que eso. El marxismo-leninismo, el maoísmo y lo que los capitostes del Partido llaman hoy 'Equipo de Pensadores de Xi Jinping' son parte de una ideología política totalmente desarrollada y emparentada con el mundo real -lo cual suele comportar, en ocasiones, horrendas consecuencias.
Los miembros del Partido Comunista Chino son entrenados en todos esos ecosistemas de pensamiento. Para el momento en que un líder chino alcanza el Poliburó u otras posiciones de responsabilidad nacional, ya se ha vuelto versado en lo que significa ser un comunista.
El otro etremo -reflejado en la ya citada prohibición de visados- explicita que el partido es una entidad monolítica que marcha hacia la consecución de un gigantesco objetivo de gloria para la China comunista. En rigor, la gran mayoría de miembros activos del partido están guiados por la ambición profesional y por el deseo de garantizar a sus familias una mejor posición social.
Ahora, bien; si la intención que rige la prohibición de visados para miembros del Partido busca alentar a personas que otrora fueron buenas a resignar su pertenencia al núcleo político chino y abandonar la calidad de vida superior que han alcanzado, como contrapartida para que se les permita viajar a los Estados Unidos (lo cual incluso podría estar lejos de sus posibilidades), pues este planteo es una ilusión.
Xi y el comité actual del Partido -quizás la totalidad del Politburó- bien pueden ser comunistas decididos. El pueblo chino, por otra parte, es más pragmático. Mientras más se sumerja Usted en los rangos del Partido, esto más cierto se vuelve.
En ocasiones, incluso los disidentes provienen del seno del Partido Comunista. Ellos no deberían ser considerados como iguales a quienes perpetran delitos contra los uigures. Críticos tales como el Dr. Li Wenliang, profesional de la medicina que intentó advertir al mundo sobre la gravedad del COVID-19, era un miembro del Partido Comunista Chino.
A la postre, el verdadero cambio sistémico en China provendrá desde el mismísimo seno del Partido Comunista que regentea el poder actualmente.
Piénsese en el período más esperanzador en el concierto político chino, que se dio a fines de los años ochenta. Los 'buenos' del liderato no eran jeffersonianos. Eran los secretarios del Partido Comunista Hu Yaobang y Zhao Ziyang. Con todo, ellos también fueron quienes buscaron ofrecer mayor margen político para actuar a los ciudadanos, y quienes defendieron a los estudiantes en manifestación.
En el epílogo, Deng Xiaoping acomodó a los villanos de aquella historia. Deng tomó partido por los halcones, aplastando las protestas en la Plaza Tiananmen en 1989. Asimismo, Deng Xiaoping también ha sido el responsable de propiciar una mayor liberalización económica para la República Popular China. Naturalmente, Deng era un miembro consumado y leal del Partido Comunista Chino.
En tal sentido, el mejor modo de proceder es señalar con precisión a aquellos miembros del Partido Comunista que amenacen a los intereses de los Estados Unidos de América, y que hagan lo propio con los valores universales que EE.UU. comparte con la ciudadanía china. Ni más, ni menos
Artículo original, en inglés
Es director del Centro de Estudios Asiáticos en la Fundación Heritage, Washington, D.C. Lehman también es Profesor Adjunto en la Universidad Georgetown. Previamente, se desempeñó como Vicepresidente Senior y Director Ejecutivo del Concejo de Negocios Estados Unidos-ASEAN durante cuatro años. Publica regularmente en el sitio web estadounidense The Daily Signal.