La armada china ya supera a su par estadounidense, convirtiéndose en la primera del mundo
Los desarrolladores navales chinos han construído más de un centenar de navíos de guerra...
El autor, J. William Middendorf, es ex secretario de la Armada de los Estados Unidos, y autor de 'The Great Nightfall: How We Win the New Cold War' ('La Caída de la Noche: De Cómo Ganamos la Nueva Guerra Fría'; 2020). Texto original, en inglés.
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Los desarrolladores navales chinos han construído más de un centenar de navíos de guerra en los últimos diez años, índice que cómodamente supera al de la Armada de los Estados Unidos. La armada china ya es la más importante del planeta, con un estimado de 350 buques y submarinos.
La velocidad con la que el primer portaviones de China fue desarrollado no observa antecedentes en la construcción de un navío de semejante porte. Llevó solamente dos años pasar del despliegue de su casco, a la botadura. Fue entregado a la armada china un año antes de lo previsto, en 2019.
Ahora mismo, están siendo construídos tres superportaviones de propulsión nuclear, con la expectativa en Pekín de que constituyan la columna vertebral de las unidades de combate de portaviones en los años por venir.
Por estas horas, la armada china amplifica su potencial gracias a su flota en las sombras, compuesta por más de dos mil barcos pesqueros que flotan ilegalmente en los litorales marítimos de terceras naciones. Algunos de esos barcos ni siquiera se dedican a la pesca. Disfrazados como pesqueros, son conocidos como 'fantasmas del mar'; cuentan con apoyo de fuego, en la forma de lanzadores de cohetes de dieciséis tubos, y armamento antiaéreo.
Adicionalmente, estos fantasmas del mar también portan la función de dotar de suministros a las guarniciones de ultramar del Ejército Popular de Liberación, y desarrollan tareas como recolección de inteligencia y contravigilancia.
China ha construído seis nuevas clases de destructores, los cuales se caracterizan por diseños avanzados para el casco, sensores optimizados para los sistemas de propulsión, armamento y electrónica. Los destructores del Tipo 055 desplazan más de 13 mil toneladas, y cuentan con una eslora superior a los 180 metros. Estas gigantescas naves cuentan con un diseño que les permite desarrollar una variedad de misiones diferentes, al tiempo que cuentan con capacidad antisubmarina.
Por su parte, la flota de submarinos con misiles balísticos está siendo optimizada y ampliada, reemplazándose los antiguos submarinos de la Tipo 092 Xia, con numerosas versiones del Tipo 094 de la clase Jin.
Cuatro de estas nuevas unidades ya se encuentran en estado operacional, y se espera que sean equipadas con los novedosos misiles balísticos JL-2, de mayor alcance, situado en torno de las 5.281 millas (8.500 kilómetros).
China ya se encuentra inmersa en un esfuerzo significativo, a criterio de optimizar sus capacidades para la guerra naval. Fuertemente respaldada en minas marinas, la armada de este país ya puede bloquear completamente a Taiwan, y lo propio puede hacer con otras rutas marítimas de comunicación críticas en el cuadrante del Pacífico Occidental.
La relativa dependencia comercial de Taiwan, las dificultades inherentes a las operaciones de despeje de minas, y la extrema debilidad de la armada estadounidense a efectos de cumplir con esta tarea -particularmente en el teatro de operaciones del Pacífico-, son elementos que invitan a China a evaluar como tentadora la alternativa del bloqueo a Taiwan.
Las minas utilizadas en el mar, utilizadas junto a una variedad de otras alternativas operacionales, consignan un desafío letal contra el poder naval de los Estados Unidos de América en el este de Asia.
El grueso de las aeronaves de combate chinas -oriundas de la década del sesenta-han sido reemplazadas ya, mientras que la Fuerza Aérea del Ejército Popular de Liberación se respalda hoy fundamentalmente en jets de combate de cuarta generación. Entre ellas, se incluye al J-10 de producción local y al SU-27, comparables a los F-15s y a los F-18s estadounidenses, y cuyo accionar se centra en misiones de combate aéreo y ataque contra objetivos terrestres.
En el complemento, incluso se estima que la República Popular China trabaja en el diseño de dos aeronaves antirradar o stealth, de quinta generación. El J-20 es la más grande de ellas, que recuerda al F-22 estadounidense. El J-31 busca emular al F-35, pero portando dos motores en lugar de sólo uno.
Finalmente, una nutrida variedad de aeronaves destinadas al apoyo aéreo han sido comisionadas para el inventario de la fuerza aérea china, entre las que se incluye a aviones con sistemas de alerta temprana, comando y control, y guerra electrónica.
La meta china de contar con un amplio repertorio de armamento avanzado, caracterizado por su potencial disruptivo en lo militar, es parte del plan de Pekín de consolidar su supremacía en el rubro de las armas de alta tecnología. Esto involucra el empleo de misiles con carga explosiva maniobrables, armamento supersónico, armas con el empleo de haz de luz láser, armamento con munición electromagnética, armas desplegadas en el espacio, y robots o sistemas de armas controlados por inteligencia artificial.
Mientras tanto, Estados Unidos no cuenta con sistema de defensa alguno contra misiles hipersónicos, sobre los que se estima funcionan a una velocidad de Mach 20; esto es, un aproximado de 15 mil millas por hora, o 28 mil kilómetros por hora.
Las defensas aéreas de China están siendo modernizadas rápidamente, de la mano del sistema defensivo S-400, similar al sistema Patriot SAM de los Estados Unidos. Centros neurálgicos en el orden industrial y militar, como es el caso de Pekín, cuentan con sofisticados sistemas de defensa misilística tierra-aire.
La República Popular también desarrolla su propio sistema SAM avanzado, conocido como HQ-9, el cual ha sido desplegado tanto en tierra como en el mar.
Pekín ha sancionado el empleo de ataques cibernéticos, con el fin de ahorrarse miles de millones de dólares en materia de investigación y desarrollo -y sus lógicos costos. Piratas informáticos chinos han hurtado cantidades gigantescas de información altamente sensible vinculada a la guerra submarina, incluyéndose el robo de planos para el desarrollo de un misil antinavío para ser empleado por los submarinos estadounidenses.
Los ataques cibernéticos registrados durante enero y febrero de 2018, tuvieron por objetivo a un contratista de la defensa no identificado, pero que ejecutaba comisiones para el Centro Naval para el Combate Submarino en el estado de Rhode Island. En esa oportunidad, fueron robados 614 gigabytes de material vinculado al proyecto 'Sea Dragon', y lo propio sucedió con el hurto de información relativa a señales y sensores, a información relacionada con sistemas criptográfico para las comunicaciones entre submarinos -hechos que perjudicaron a la biblioteca de la unidad de guerra electrónica de la Armada de los EE.UU.
El pasado 6 de octubre, Mark Esper, Secretario de Defensa estadounidense, dio a conocer una hoja de ruta para los próximos 25 años, con el objetivo de que la armada americana cuente con unos 355 buques tripulados, y otro tanto de navíos de superficie y de profundidad. Su plan exige contar con menos portaviones de magnitud, pero sí incrementar la dotación de submarinos para la Armada, a 500 o más unidades. Asimismo, la propuesta exige contar con una fuerza de ataque de submarinos compuesta por 70 u 80 unidades, frente a las actuales 55.
Seis años atrás, la firma General Dynamics se benefició con un contrato de US$ 17.8 mil millones, con miras a construir una decena de submarinos de la clase Virginia, que reemplazarían a los de la clase Los Angeles -estos últimos, botados en 1976. Merced a la propulsión nuclear, que les permite contar con un alcance ilimitado, los submarinos de ataque tienen la capacidad de merodear por todo el globo, monitoreando a los submarinos con misiles balísticos intercontinentales rusos y chinos, o bien -eventualmente- ejecutando un barrido letal con sus propios sistemas de misiles. Los submarinos son críticos, por cuanto recolectan información de inteligencia de manera furtiva, la cual no podría obtenerse de otra manera.
Esper gustaría de ver incrementada la producción de submarinos de la clase Virginia en razón de tres por año, frente al índice actual de dos. La Armada de los EE.UU. también se ha comprometido a construir doce submarinos de la clase Columbia -portadores de misiles balísticos- para reemplazar a los submarinos de la clase Ohio.
La misión central de los submarinos de la clase Ohio se centra en la disuasión nuclear, para lo cual portan misiles balísticos de largo alcance. Estas unidades obsequian a la estrategia nuclear estadounidense el único activo con capacidad de supervivencia, contabilizando en su haber el 70% de las cabezas nucleares del país y presentándose como la única variable con capacidad para ejecutar un segundo ataque nuclear o retaliatorio, frente a un conflicto global.
En rigor, los peores peligros para los Estados Unidos sobrevendrán desde hoy hacia el año 2031, cuando los primeros submarinos de la clase Columbia sean botados. Este será un extenso periodo, de desagradable vulnerabilidad. Nada debería obstaculizar ni ralentizar el desarrollo y eventual botadura de los submarinos de la clase Columbia, y habremos de respaldar toda iniciativa que acelere el proceso de construcción. 'Nos encontramos en una instancia en la que debemos trazar una nueva trayectoria de cara a una flota del futuro, a efectos de mantener nuestra superioridad naval hacia adelante', refirió el Secretario Esper, para agregar después:
Las tecnologías críticas están alterando la naturaleza de la guerra, y ampliando la geometría del campo de batalla, de muchas maneras. La inteligencia artificial, los sistemas autónomos, la tecnología de sensores y el armamento con gran alcance y notable precisión, desempeñarán un rol cada vez más prominente, en un futuro de combates hipertecnológicos.
Aquel que logre consolidar un dominio sobre estas tecnologías, y lo haga antes que nadie, contará con una clara ventaja en los mares, durante los años que vendrán. Llegar allí primero, antes que nadie más, exigirá un esfuerzo de alcance nacional.