INTERNACIONALES: PHILIP GIRALDI | REALPOLITIK

'Sobretensionamiento imperial': la ciudadanía estadounidense no necesita del imperio

El presente artículo se desarrolla mientras los votantes aún se dirigían hacia...

06 de Noviembre de 2020


El presente artículo se desarrolla mientras los votantes aún se dirigían hacia los centros de votación en los Estados Unidos. Mientras que es útil considerar cómo cambiarán las cosas -probablemente, para peor-, uno también debería reconocer que gran parte de lo que sucede en el país y en su imperio, opera en virtud de sus propias dinámica y reglas internas, algo a lo que en general se ha denominado 'Deep State', o quizás de manera más precisa como el Establishment.

Deep State americano, Philip GiraldiObsérvese, por ejemplo, los ocasionales aunque poco exitosos intentos de la Casa Blanca, a lo largo de los últimos cuatro años, de retirar o bien de reducir la cifra de tropas estadounidenses desplegadas en conflictos armados en todo el globo. Todas esas iniciativas han sido frustradas, o bien redirigidas de un modo u otro, y ya no se trata de dirimir el tema entre un Donald Trump políticamente insensible y el resultado que pudo o podría obtener un referente Demócrata más experimentado y responsable. Los engranajes que hacen funcionar al imperio son, en esencia, bipartidistas y, a su modo, apolíticos; existiendo ellos en la forma de un gobierno en las sombras que funciona como una comunidad orientada a intereses, antes que como una simple burocracia. Es inclusiva y un reflejo patente de los verdaderos centros de poder en el país, léase: el Estado de la seguridad nacional y Wall Street.

En un reciente artículo, el autor Pepe Escobar descarta cualquier expectativa respecto de la posibilidad que la elección deje como resultado una política exterior más amable y civilizada. Escobar describe, de manera alarmante, cómo una victoria de Biden significará que el equipo de seguridad nacional 'informe' que arruinó Siria, Yemén, Ucrania y Libia -mientras que también se ocupó de asesinar a ciudadanos estadounidenses en el extranjero bajo el presidente Barack Obama- regresará. Se cita a Ray McGovern, ex consejero presidencial para asuntos vinculados con la CIA, quien de forma persuasiva describe a ese espectro informe ('Blob', en inglés) como MICIMATT (Complejo Militar-Industrial-Legislativo-Mediático-Académico y de Think Tanks). Uno perfectamente podría sumar al Banco de la Reserva Federal a ese listado.

De tal suerte que el motor continúa funcionando, empujado por sus propios intereses egoístas, y completamente indolente frente a lo que sucede en torno de sí mismo. La ironía es que la crisis de confianza que azota hoy a los Estados Unidos refleja, en parte, el extendido retroceso del lugar de los EE.UU. en el mundo, en virtud de aquella insistencia en mantener una hegemonía global. Y sobreviene en una instancia en la que el imperio ingresa en una fase de recurrente pérdida de relevancia, en donde muchos de los actores centrales involucrados se exhiben, o bien incapaces, o bien poco predispuestos a confesar cuál es su filiación política. Esto significa que Estados Unidos está atrapado en un patrón de conducta evidentemente imposible de cambiar. Es un país que se ha vuelto adicto a la guerra sin existir razones valederas, y esa adicción no ha compartido ni mayor seguridad, ni prosperidad.

Las señales se perciben por doquier. Los costos de manutención del imperio continúan en ascenso, mientras que los beneficios comprobables del mismo siguen sin poder hallarse. El gobierno estadounidense gasta, en un presupuesto de Defensa inflado, mucho más de lo que puede afrontar, agigantando el peso de una deuda naciona que ya excede los US$ 27 billones (en inglés, trillions), cifra que representa el 128% del PBI nacional. Con toda probabilidad, ese pasivo se incrementará dramáticamente, de plantearse más paquetes de estímulo contra el coronavirus. El país, como resultado, se ha convertido en un barril sin fondo.

Los 'aliados' de los Estados Unidos se han vuelto irremediable y recurrentemente más lejanos a Washington, poco dispuestos a cumplir con las instrucciones y demandas del gobierno americano, mientras que la transición -ya en marcha- desde el dólar como reserva de valor mundial hacia otras, avanza -y habrá catastróficas consecuencias. Cuando el Tesoro de los Estados Unidos no pueda ya imprimir dinero a voluntad, sobrevendrá la insolvencia nacional.

En términos de la interacción con el mundo, EE.UU., un país que hasta no hace mucho era respetado, es hoy percibido como la principal fuente de inestabilidad internacional, y no cae en agrado de nadie salvo en Israel, otra nación paria. Y los perjuicios en el seno de los Estados Unidos -a sus valores y expectativas- también se han vuelto evidentes, listándose allí una colección de escuelas disfuncionales hoy centradas más en corrección política que en educación; una infraestructura que se desmorona; un sistema de salud en bancarrota; y una base industrial y manufacturera languideciente. Otrora única en el concierto de las naciones desarrolladas, hoy la expectativa de vida de las clases trabajadoras se encuentra en retroceso.

En la raíz de todo problema, subyace lo que Paul Kennedy, profesor de Yale, alguna vez describió como 'sobretensionamiento imperial' -en inglés, 'imperial overstretch''-, lo cual consigna una proyección de poderío a efectos de respaldar compromisos globales que nada tienen de esencial para el bienestar, al tiempo que colabora con la bancarrota en el proceso. La realidad es que, a menos que la adquisición 'imperial' se ejercite a criterio de razones de explotación, conforme Bélgica lo hiciera alguna vez en el Congo, el contar con un imperio sólo conlleva onerosas pérdidas. Napoleón procedió con ese sobretensionamiento cuando invadió Rusia, y tanto Rusia como el imperio Astrohúngaro colapsaron como resultado de la Primera Guerra Mundial, dado que el estrés derivado de los conflictos externos hicieron que sus obligaciones terminararn superando holgadamente a los recursos con que contaban. De igual modo, el otrora Imperio Británico se volvió descartable luego de la Segunda Guerra Mundial, cuando los costos de mantener las barricadas en el 'este del Canal de Suez' superaron a los beneficios.

En consecuencia, existen muy buenas razones para que Estados Unidos se repliegue, para volver a ser un 'país normal', si acaso sería ello posible; pero el hecho es que ningún candidato -salvo tal vez Tulsi Gabbard y Bernie Sanders- sugirieron jamás que el intervencionismo global estadounidense debería ser reconsiderado, o bien revertido. Ambos candidatos fueron sistemáticamente eliminados por el establishment del Partido Demócrata. En el caso de Gabbard, su verdugo no fue otra que Hillary Clinton. Quienquiera que se convierta en el nuevo presidente, heredará la desagradable etiqueta que lo califica como 'líder del mundo libre'.

Ya se ha hecho la hora de poner en marcha una discusión seria sobre el sitio apropiado para los Estados Unidos en el mundo, aunque esto exigirá torcer por completo la agenda del Establishment, y desafiar frontalmente la perspectiva del 'excepcionalismo', la cual exige que EE.UU. debe convertirse en un país con supremacía, una 'fuerza del bien'. Infortunadamente, no existe político en el horizonte con la capacidad y la predisposición para liderar en tamaño objetivo.



 

Publicado originalmente en Strategic Culture Foundation (Estados Unidos)
Sobre Philip Giraldi

Especialista en contraterrorismo; ex oficial de inteligencia militar de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos de América (CIA). Se desempeña como columnista en medios estadounidenses, y como Director Ejecutivo en el Council for the National Interest. Giraldi es colaborador frecuente en Unz.com, Strategic Culture Foundation y otros. En español, sus trabajos son sindicados con permiso en El Ojo Digital.