Argentina: ¿saben qué nos jugamos?
Una vez más, el oficialismo busca cambiar las reglas en medio del partido...
20 de Febrero de 2021
Demasiado tardíos, los laureles que florecen sobre la tumba.
Marcial
* * *
Una vez más, el oficialismo busca cambiar las reglas en medio del partido; ahora, el objetivo es demorar o suspender las PASO, falsamente ilusionado con que alguna mejora en la catástrofe económica y social que ha generado pueda mejorar el deprimido ánimo de la ciudadanía. Y la oposición, siempre pava, parece estar bailando con la música insolente pero muy afinada que surge de las ventanas del Instituto Patria y, sobre todo, ser incapaz de ofrecer una propuesta que enamore a ese 30% fluctuante que decide los resultados; apostar todo al voto 'espanto' parece suicida, en especial en el conurbano sur.
Parece razonable suprimir las primarias en aquellos distritos electorales en que sólo exista una lista de candidatos e, inclusive, en aquellas categorías (senadores, diputados, etc.) en que suceda lo mismo. Pero no hemos de perder de vista la obvia maniobra que, como ha ocurrido en el pasado, permitiría a los gobernadores feudales presentar varias listas y transformar las verdaderas elecciones de octubre en una interna del Partido Justicialista, que les asegurará, en algunas jurisdicciones, quedarse con los dos senadores por la mayoría y, también, con el de la minoría.
Este año, nos jugaremos el futuro, el nuestro y el de las generaciones que nos sucederán. La importancia crucial de estas elecciones legislativas radica en que, si el oficialismo se hiciera con los diputados necesarios para acceder al quórum propio, tendrá allanado el camino a una reforma constitucional que sepultará, para siempre, a la República y, con ella, a la democracia y la libertad. Si bien hoy mismo hay algunos legisladores que han demostrado su permeabilidad frente a los requerimientos del Gobierno, vaya a saber a cambio de qué, el tema aún le resulta incómodo, como se puede comprobar con su fracaso en sus proyectos de reformar al Poder Judicial para garantizar la impunidad de la PresidenteVice.
De todas maneras, las embestidas contra la Justicia no cesan, mientras la Corte, cuya obligación principal es decidir sobre la inconstitucionalidad de los disparates y mamarrachos que pergeña y vocaliza permanentemente el elenco estable de los militantes, guarda un peligroso silencio. Las primeras espadas de Cristina Fernández en la materia (Carlos Zannini, Graciana Peñafort, María de los Angeles Sacnun, Vanesa Siley, Eugenio Zaffaroni, etc.) siguen, con prisa y sin pausa, en su tarea de destrucción de las instituciones y de persecución a jueces y fiscales díscolos.
Todas esas reacciones, de todas maneras, generan una certidumbre: nuestra 'arquitecta egipcia' y su corte están más que preocupados, porque no hay registros históricos de un triunfo electoral en medio de un estallido inflacionario como el que estamos viviendo y con una pobreza que, bien medida, llega al 50%. Y los gobernadores, que fuman bajo el agua y han comenzado a desligar sus propias elecciones de la nacional, son una cabal prueba de ello.
Con sólo recordar cuántos subsidios llegan a los más necesitados se puede comprobar que sólo cubren a una proporción muy pequeña de los mismos, y el resto pasa, literalmente, hambre. Y es que el Gobierno tiene un problemón entre las manos: es imposible hacer populismo masivo sin recursos aunque, para intentarlo, logrará dejarnos sin gas ni luz, sin comunicaciones ni Internet, sin alimentos en las góndolas y, como siga así, sin exportaciones de granos ni ganado.
Como espanta a los inversores con sus idas y vueltas y con su creciente y nefasta intervención en todos los mercados, tampoco estará en condiciones de contar con un mercado laboral privado que pueda absorber la gran cantidad de desocupados que, además, carecen de preparación para acceder a trabajos cada vez más sofisticados, tanto por la demencial destrucción de la educación profesional secundaria y terciaria, cuanto por la fuga masiva de cerebros y empresas que, al igual que lo que sucede en Venezuela, huyen de nuestro país por desesperación y por miedo a la miseria generalizada que produce el socialismo del siglo XXI.
Todos los días veo signos que confirman mis peores pronósticos: los controles y los virulentos ataques a las compañías alimenticias a las que se pretende culpar por la inflación, cuando la verdadera causa es la emisión desbordada de pesos para sostener un gasto público que, además de dilapidado es ineficiente y pobrista, impedirá que se llegue a un acuerdo con el FMI y derivará en un nuevo default con el Club de Paris; tras ello, sólo quedará China como financista de este régimen nefasto, y a ella le pagaremos con nuevas claudicaciones de soberanía y le permitiremos transformarnos –como está haciendo en muchos países- en una colonia sólo proveedora de materias primas para alimentar a su creciente industria. Le sugiero, al respecto, ver un espléndido documental de la televisión alemana en dos partes: aquí, y y aquí.
Aún estamos a tiempo de evitar ese triste final. Pero sólo lo lograremos si tomamos conciencia de la importancia que tendrán las elecciones de este año, y si evitamos dispersar el voto de la oposición. Si perdemos, la única salida será Ezeiza.
Parece razonable suprimir las primarias en aquellos distritos electorales en que sólo exista una lista de candidatos e, inclusive, en aquellas categorías (senadores, diputados, etc.) en que suceda lo mismo. Pero no hemos de perder de vista la obvia maniobra que, como ha ocurrido en el pasado, permitiría a los gobernadores feudales presentar varias listas y transformar las verdaderas elecciones de octubre en una interna del Partido Justicialista, que les asegurará, en algunas jurisdicciones, quedarse con los dos senadores por la mayoría y, también, con el de la minoría.
Este año, nos jugaremos el futuro, el nuestro y el de las generaciones que nos sucederán. La importancia crucial de estas elecciones legislativas radica en que, si el oficialismo se hiciera con los diputados necesarios para acceder al quórum propio, tendrá allanado el camino a una reforma constitucional que sepultará, para siempre, a la República y, con ella, a la democracia y la libertad. Si bien hoy mismo hay algunos legisladores que han demostrado su permeabilidad frente a los requerimientos del Gobierno, vaya a saber a cambio de qué, el tema aún le resulta incómodo, como se puede comprobar con su fracaso en sus proyectos de reformar al Poder Judicial para garantizar la impunidad de la PresidenteVice.
De todas maneras, las embestidas contra la Justicia no cesan, mientras la Corte, cuya obligación principal es decidir sobre la inconstitucionalidad de los disparates y mamarrachos que pergeña y vocaliza permanentemente el elenco estable de los militantes, guarda un peligroso silencio. Las primeras espadas de Cristina Fernández en la materia (Carlos Zannini, Graciana Peñafort, María de los Angeles Sacnun, Vanesa Siley, Eugenio Zaffaroni, etc.) siguen, con prisa y sin pausa, en su tarea de destrucción de las instituciones y de persecución a jueces y fiscales díscolos.
Todas esas reacciones, de todas maneras, generan una certidumbre: nuestra 'arquitecta egipcia' y su corte están más que preocupados, porque no hay registros históricos de un triunfo electoral en medio de un estallido inflacionario como el que estamos viviendo y con una pobreza que, bien medida, llega al 50%. Y los gobernadores, que fuman bajo el agua y han comenzado a desligar sus propias elecciones de la nacional, son una cabal prueba de ello.
Con sólo recordar cuántos subsidios llegan a los más necesitados se puede comprobar que sólo cubren a una proporción muy pequeña de los mismos, y el resto pasa, literalmente, hambre. Y es que el Gobierno tiene un problemón entre las manos: es imposible hacer populismo masivo sin recursos aunque, para intentarlo, logrará dejarnos sin gas ni luz, sin comunicaciones ni Internet, sin alimentos en las góndolas y, como siga así, sin exportaciones de granos ni ganado.
Como espanta a los inversores con sus idas y vueltas y con su creciente y nefasta intervención en todos los mercados, tampoco estará en condiciones de contar con un mercado laboral privado que pueda absorber la gran cantidad de desocupados que, además, carecen de preparación para acceder a trabajos cada vez más sofisticados, tanto por la demencial destrucción de la educación profesional secundaria y terciaria, cuanto por la fuga masiva de cerebros y empresas que, al igual que lo que sucede en Venezuela, huyen de nuestro país por desesperación y por miedo a la miseria generalizada que produce el socialismo del siglo XXI.
Todos los días veo signos que confirman mis peores pronósticos: los controles y los virulentos ataques a las compañías alimenticias a las que se pretende culpar por la inflación, cuando la verdadera causa es la emisión desbordada de pesos para sostener un gasto público que, además de dilapidado es ineficiente y pobrista, impedirá que se llegue a un acuerdo con el FMI y derivará en un nuevo default con el Club de Paris; tras ello, sólo quedará China como financista de este régimen nefasto, y a ella le pagaremos con nuevas claudicaciones de soberanía y le permitiremos transformarnos –como está haciendo en muchos países- en una colonia sólo proveedora de materias primas para alimentar a su creciente industria. Le sugiero, al respecto, ver un espléndido documental de la televisión alemana en dos partes: aquí, y y aquí.
Aún estamos a tiempo de evitar ese triste final. Pero sólo lo lograremos si tomamos conciencia de la importancia que tendrán las elecciones de este año, y si evitamos dispersar el voto de la oposición. Si perdemos, la única salida será Ezeiza.
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@EGAvogadro
Sobre Enrique Guillermo Avogadro
Abogado. Columnista de temas políticos de Argentina, y colaborador en otros medios nacionales. Sus artículos completos pueden repasarse en el blog del autor, o en el enlace http://www.elojodigital.com/categoria/tags/enrique-guillermo-avogadro.