El Caso Haití: contratistas y mercenarios
Para el afán amarillista de tan numerosos comunicadores ansiosos de ráting...
28 de Julio de 2021
Para el afán amarillista de tan numerosos comunicadores ansiosos de ráting, ningún titular puede ser mas atractivo que el del asesinato de un presidente de una isla del Caribe a cargo de unos mercenarios colombianos. Y no solo es ráting: el hecho entra al arsenal de argumentos políticos contra la desajustada democracia colombiana. Basta con oír las declaraciones del robótico canciller venezolano.
Durante mas de sesenta años, Colombia soportó el asedio de la extrema izquierda que buscó llegar al poder a balazos, asesinando civiles, magistrados, policías y militares, dinamitando vías, oleoductos, activando carrosbomba. No logró su propósito, aunque hoy persiste en su malogrado empeño a cargo de los mismos matasiete de siempre, las FARC y el ELN. El dique que impidió tal desafuero fueron, principalmente, las Fuerzas militares, el Ejército Nacional, las cuales desde hace doscientos años defienden -a costa de derramar su propia sangre- un sistema de libertades y de desarrollo. Cualquier otra explicación sobre el fracaso del proyecto marxista-leninista, es política.
Los militares y policías colombianos mantienen un gran reconocimiento a nivel mundial debido, fundamentalmente, a su experiencia, disciplina y formación; miles de ellos, representan dignamente al país, en diversas latitudes en donde son respetados y apreciados y varios retirados son los responsables globales de seguridad de importantes multinacionales. No se trata de mercenarios, de acuerdo con la Convención Internacional sobre el mercenarismo de las Naciones Unidas; son contratistas, término genérico utilizado para quienes se emplean en los asuntos relacionados con la seguridad pública y privada y en temáticas vinculadas a la defensa nacional.
Otras profesiones y especialidades también emplean el mismo término: contratistas. Ingleses, franceses, israelíes, estadounidenses y sudafricanos campean en este empresarismo legal y legítimo que ofrece perspectivas económicas gratificantes para quienes, una vez de regreso a la vida civil, seleccionen esta opción entre muchas otras. Ello, en razón de que, entre los militares retirados, se contabilizan centenares de abogados, médicos, ingenieros, docentes, empresarios y unos pocos políticos. Y los militares neogranadinos, a pesar de todo y lo de Haití, siguen siendo una de las instituciones más apreciados por la ciudadanía colombiana, y respetadas por las demás nacionalidades.
Los militares retirados, con todo, son miembros de un gremio mirado con odio o sospecha por los detractores y malquerientes de la institucionalidad, pero también con esperanza y confianza por empresarios, ciudadanía, organizaciones sociales y muchas instancias gubernamentales.
Los mercenarios han existido, existen y existirán, en tanto la guerra y el conflicto sigan siendo parte de la naturaleza y la civilización humanas. Baste revisar nuestras guerras de Independencia y en años recientes, la presencia de mercenarios británicos, israelíes y estadounidenses en la región. En el caso de los militares retirados colombianos en Haití, de confirmarse definitivamente su participación consciente y activa en el asesinato de Moïse, sería el primer caso claro y evidente de mercenarismo colombiano, aclarando que también existe el mercenarismo a cargo de ciudadanos no-militares según la misma convención de Naciones Unidas. Adicionalmente, los actores del Crimen Organizado Transnacional, en pleno esplendor actualmente, convergen en este embrollo que busca generar mayor confusión.
Al caso de Haití se agrega el involucramiento de un capitán retirado en el atentado en contra del presidente Iván Duque, algo difícil de explicar y que genera serias dudas sobre los mecanismos de contrainteligencia interna de las fuerzas militares. Parecieran estos hechos indicios del desbarajuste moral en que entró el país desde que los acuerdos habaneros concluyeron con el quiebre del régimen democrático, después del plebiscito del 2016. Dura tarea, la de recuperar la moral pública, precisamente en instancias de crisis económica, agravada por el desastre educativo en que FECODE ha sumido a los jóvenes de hoy, que deambulan con celular, sin historia ni lógica, embriagados de odio y resentimiento. Ya lo hemos advertido: un nuevo ciclo de violencia se está iniciando y, con mayor frecuencia, los colombianos habrán de confiar en sus soldados para que los protejan y contengan a los estalinistas aupados desde Venezuela, que insisten en lograr el poder a punto de AK-47; porque, a través de los votos, jamás lo lograrán.
Sin embargo, cualquiera que sea la discusión y más allá de los titulares, el perjuicio que han causado a la imagen de Colombia los militares retirados presuntamente involucrados en el magnicidio de Haití, es hoy irreparable.
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@JohnMarulandaM
Sobre John Marulanda
Licenciado en Filosofía e Historia de la Universidad Santo Tomás de Aquino, y Abogado de la Universidad de la Gran Colombia, Marulanda se desempeña como consultor internacional en seguridad y defensa. Es Coronel (R) del Ejército de Colombia.