Canada prueba lo que el marxismo puede provocar en los Estados Unidos
Habría que imaginar qué sucedería si el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden...
Habría que imaginar qué sucedería si el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, decidiera cancelar el Cuatro de Julio, a efectos de darle tiempo al país para que reflexione sobre sus pecados del pasado. No habría fuegos de artificio ni celebraciones, solo una orden oficial para la autoflagelación. Si Usted es ciudadano de Canada, este escenario no tendría nada de hipotético. Es una realidad.
En un comunicado oficial sobre el 1 de julio, Día de Canada, el primer ministro Justin Trudeau afirmó: 'Nosotros, como canadienses, hemos de ser honestos con nosotros mismos de cara a nuestro pasado. Y hemos de reconocer que, en Canada, aún existe gente que no se siente segura al transitar en sus comunidades, aquellos que no tienen las mismas oportunidades que otros, que aún deben hacer frente a la discriminacióon o a un racismo sistémico en sus vidas'.
Esas declaraciones no se condicen con celebraciones vinculadas al cumpleaños de Canada, ciertamente.
Una tormenta de quejas en forma de turbulencia social motorizó los comentarios de Trudeau, en medio del equivalente estadounidense del Día de la Independencia.
El macabro descubrimiento de fosas comunes en los alrededores de escuelas católicas, las cuales contenían los restos de centenares de niños indígenas, nutrió réplicas anti-religiosas y anti-colonialistas en junio pasado.
Una oleada de incendios se ensañó con iglesias católicas, y ello dio lugar a un vigoroso debate en torno de la identidad nacional.
Haciéndose eco de las turbulencias sociales en los Estados Unidos, manifestantes destruyeron estatuas de la Reina Victoria y de la Reina Isabel I, y las decapitaron -además de pintarrajearlas.
Desde luego que esas no son señales que hablen de una sociedad cohesionada. Son síntomas de que una civilización se encuentra en peligro.
La idea de Canada, como en tantas otras naciones de Occidente, se ha vuelto tan tóxica en el discurso popular que la destrucción de símbolos patrios se ha vuelto una noticia corriente.
Las expresiones de Trudeau al respecto de cierto racismo sistémico son otro ejemplo de un líder político que habla pésimo de su propio país.
Funcionarios públicos compartieron diatribas contra su propia identidad nacional, en medio de celebraciones de fechas patrias -y aquí, Canada no ha sido la excepción.
Cori Bush (representante Demócrata por Missouri), compartió en Twitter el pasado 4 de julio: 'Cuando ellos dicen que el 4 de Julio se trata de la libertad en los Estados Unidos, recordemos esto: la libertad a la que se refieren, es para los blancos. Esta tierra es una tierra usurpada, y los afroamericanos aún no son libres'.
Al respecto del Cuatro de Julio, la cadena estatal National Public Radio (NPR) afirmó que la Declaración de la Independencia contiene 'fallos e hipocresías muy arraigadas', y observó: 'Ello involucra el ataque racista contra los nativos estadounidenses'.
Nada tiene de malo defender una visión más abarcativa y sincera del pasado, reconociéndose fallos en la historia nacional. El nacionalismo tutelado por una mentalidad basada en la supervivencia del más fuerte ha motorizado la consolidación de regímenes tiránicos.
No obstante, los simpatizantes de la izquierda en todo el mundo han alimentado las flamas del descontento nacional y han vilipendiado a sus países, con esperanzas de implementar un nuevo orden de base marxista. Este elemento odia profundamente a sus países de origen, describiéndolos como racistas, sexistas e intolerantes, buscando fogonear su utopía progresista.
Esta avanzada extremista amenaza la estabilidad de cualquier Estado, tal como lo hace cualquier nacionalismo exacerbado.
Los consumidores de noticias en el orden internacional ya han sido testigos de la destrucción provocada por las manifestaciones antiestadounidenses en ciudades como Portland, en el estado de Oregon. Violentos destruyeron estatuas de George Washington, Thomas Jefferson, y Abraham Lincoln, iniciando incendios contra edificios federales -y también contra un juzgado local.
De manera lenta pero segura, esta colección de incidentes contribuye a demoler la salud de una nación. Para aquellos que verdaderamente valoran la supervivencia de la civilización occidental, resulta preocupante que Canada sufra hoy los mismos embates que pusieron en jaque a los Estados Unidos.
Una respuesta correcta frente al accionar destructivo de estos extremistas exige contrarrestarlos en sus intentos de destruir el pasado. Aquellos que destruyen la infraestructura deberían ser imputados penalmente, y los dirigentes políticos que se aferran a discursos similares al de Trudeau o George Bush deberían ser tomados por responsables, en virtud de su lenguaje incendiario.
De no tomarse estas medidas, la civilización occidental terminará consumida por las llamas de la violencia. Y nada quedará de ella, excepto tal vez un legado de cenizas.
Artículo original, en inglés
* El autor, Douglas Blair, es colaborador en el sitio web estadounidense The Daily Signal