Estados Unidos y el absurdo de las normas gubernamentales para el sector aerocomercial
Si el lector se propone analizar cuán retorcidas son las actuales restricciones de viajes por COVID-19...
Si el lector se propone analizar cuán retorcidas son las actuales restricciones de viajes por COVID-19, habrá de considerar lo siguiente: en 2019, había 15,4 millones de pasajeros arribando a EE.UU. en avión desde México, casi siete veces la cantidad de pasajeros provenientes de Italia. Hoy, a pesar de que la prevalencia de COVID-19 en México es más alta que en Italia, avanzando los casos de la variante Delta en ambos países, y habiendo Italia administrado más del doble de vacunas que México por cada cien habitantes, el ingreso de extranjeros provenientes de Italia hacia los Estados Unidos de América está prohibido, pero las personas pueden volar desde México sin importar su status de vacunación.
A pesar de meses de claridad acerca de que las normas actuales para viajes aéreos de EE.UU. por el COVID-19 desafían un razonamiento básico, la Casa Blanca continúa tercamente sin cambiar de postura. 'Considerando donde estamos... con la variante Delta', dijo la semana pasada la secretaria de prensa Jen Psaki, '...continuaremos con las restricciones de viajes existentes'. No hubo un reconocimiento de la incoherencia de las órdenes actuales en términos de los países a los que se aplican, las personas a las cuales están siendo aplicadas, o al contexto cambiante del COVID-19 en el mundo de las vacunas -ni que hablar del catastrófico impacto que las normas tienen sobre las familias y la economía.
Desde la primavera de 2020, la frontera internacional de los EE.UU. generalmente ha prohibido el ingreso para aquellos que han estado en la zona de viajes de la Eurozona (los países de la Unión Europea entre los cuales se puede viajar sin pasaporte), Reino Unido, Irlanda, Irán y China dentro de los 14 días previos. India, Sudáfrica y Brasil fueron agregados a la lista restringida durante sus respectivos brotes. Brevemente eliminados por el Presidente Donald Trump durante los últimos días de su presidencia, todas las prohibiciones fueron restablecidas cuando Joe Biden asumió el poder.
Tampoco es que las reglas apliquen a todos. Los ciudadanos estadounidenses, residentes permanentes, dependientes, cónyuges, niños y ciertos tenedores de visa estudiantil o solicitantes de visas permanentes están exentos. Pero los poseedores de visa estadounidense para no inmigrantes de trabajo y los visitantes no estadounidenses no lo están. En apariencia, el virus discrimina según nacionalidad, aunque un requisito no: todos aquellos que ingresen a los Estados Unidos desde otros países deben tener evidencia de haberse realizado una prueba de COVID-19 y obtenido un resultado negativo dentro de los tres días anteriores a su viaje.
Esta combinación de reglas claramente no tiene sentido para mitigar la transmisión del COVID-19. En primer lugar, el virus ya no está limitado a los países incluidos en la prohibición de viajes; está presente en todas partes. Aún así, quienes se proponen viajar hacia los Estados Unidos desde geografías con una prevalencia mucho más alta de casos de COVID-19 que los países prohibidos son, perversamente, dispensados con tan solo el resultado negativo en una prueba.
Polonia contabiliza actualmente una de las tasas más bajas en el mundo de casos de COVID-19 ajustados para la población, promediando solo 102 casos al día durante la última semana de junio. Sin embargo, a los ciudadanos no-estadounidenses provenientes de Polonia no se les permite ingresar a territorio de los EE.UU. Si Usted desea visitar EE.UU. desde una Malasia repleta de COVID, por otro lado—un país que en la misma fecha tenía una tasa de casos que era 161 veces aquella de la población polaca, promediando 12.500 casos nuevos por día-, todo lo que necesita es el resultado negativo en una prueba.
Bueno, podría decir Usted; pero, ¿no son acaso los viajeros desde Malasia hacia los EE.UU. relativamente pocos comparados con aquellos que viajarían desde Europa? En efecto; pero los números de viajeros desde México (no prohibido) son elevados. El año pasado, de hecho, 3,7 millones de personas ingresaron a los Estados Unidos por vía aérea conforme la pandemia estaba en su apogeo, incluyendo a muchos que buscaban eludir la prohibición de ingresar desde Europa permaneciendo catorce días en América Central. Hoy, México registra una prevalencia de COVID-19 superior a más de la mitad de países prohibidos. Aún así, la frontera aérea de EE.UU. continúa estando abierta a todos aquellos que ingresan desde ese país.
¿Cómo es que esto tiene sentido? El argumento más sólido a favor de este absurdo es que las prohibiciones reducen los viajes 'innecesarios' desde países con un número usualmente alto de vuelos, y que sería disruptivo revisar continuamente la lista de países prohibidos. Como alguien que ha observado cómo el gobierno de Reino Unido ha puesto en jaque a los turistas británicos que vacacionaron en Francia al cambiar el status de viaje de ese país de manera abrupta, podría uno comprender las implicaciones de estar cambiando constantemente las leyes.
Sin embargo, las prohibiciones de viaje desde Europa fueron introducidas dieciséis meses atrás, en un mundo muy diferente. Algunos países europeos hoy han suprimido el virus a niveles bajos o vacunado a relativamente más personas que los propios Estados Unidos. Mientras tanto, hemos visto que nuevos brotes o variantes pueden darse en cualquier momento; es preciso que se proceda con una urgente actualización -y esto debió suceder hace ya mucho tiempo.
Como ha dicho el analista de datos Nate Silver, el Departamento de Estado parece perfectamente capaz de actualizar rápidamente las recomendaciones acerca de hacia dónde deberían viajar los ciudadanos estadounidenses. Por qué la Administración está tan paralizada respecto a re-evaluar su propia política fronteriza, continúa siendo un misterio.
De hecho, si algunas de estas rutas no valen la pena ser reabiertas hoy, siendo los beneficios económicos de permitir los viajes ciertamente más altos que el alza marginal en el costo para el riesgo de salud pública que representan los países con una prevalencia baja, entonces quizás el presidente Joe Biden debería explicarnos bajo qué condiciones las cosas serán reevaluadas.
El carácter demencial de las normas se vuelve aún más evidente, al analizar a quiénes se aplican. No discriminan según status de vacunación, por ejemplo, sino por nacionalidad. De tal suerte que un ciudadano estadounidense no vacunado podría haber viajado hacia y desde una Colombia repleta de COVID cuando los casos estaban por los cielos en junio, pero un ciudadano británico dedicado a los negocios y cuyo objetivo sea invertir en los Estados Unidos en igual momento, no podía hacerlo.
Dado que se ha informado que las vacunas son altamente efectivas, el economista Alex Tabarrok ha propuesto que eliminemos todas las normas existentes de viajes y simplemente permitamos el ingreso normal a cualquier persona a nivel mundial que haya recibido una vacuna aprobada por la Organización Mundial de Salud. Por lo menos, ciertamente deberían haber excepciones para las prohibiciones existentes para aquellos viajeros que han recibido ambas dosis. Sí; es cierto que algunas personas que han sido vacunadas todavía han esparcido el virus. Pero, como Tabarrok dice, esto se trata de riesgos calculados. ¿Quién cree seriamenteque una prueba 'dentro de tres días' antes de ingresar a los EE.UU. es una herramienta de mitigación del virus más sólida que una vacuna de eficacia alta? Al sugerirse lo contrario, las prohibiciones de viajes continúan innecesariamente contribuyendo a la recurrente vacilación que algunos tienen de ser vacunados.
Tal vez el lector piense: 'Estas restricciones simplemente están ahí para reducir en algo los viajes internacionales, no aplican a los estadounidenses de todas maneras, entonces, ¿por qué me debería importar?'. Tras lo cual, habrá de considerar lo siguiente: las industrias estadounidenses de aerolíneas, turismo y entretenimiento colectivamente empleaban a decenas de millones de personas en 2019, y continúan siendo sofocadas por estas normas arbitrarias. El fracaso de los Estados Unidos a la hora de reconsiderar estas reglas -incluso para aquellos países donde la prevalencia de la enfermedad es inferior que aquí o donde las tasas de vacunación son más altas- nos arriesga a que los EE.UU. pierdan la buena voluntad internacional, conforme otros han vuelto a abrir sus fronteras a los ciudadanos estadounidenses (solo en junio, el Reino Unido removió todas las restricciones de cuarentena para los visitantes estadounidenses).
Por sobre todo, el impacto sobre las familias, tanto aquí y en el extranjero, ha sido catastrófico al nivel humano. Charlie Cooke ha escrito de manera contundente acerca de cómo la prohibición de viajes desde y hacia el Reino Unido ha prevenido que su familia vacunada pase tiempo con sus nietos. Pero, como un ciudadano estadounidense, él al menos tuvo la oportunidad de visitar su lugar de nacimiento en el Reino Unido, durante el último año. Esa opción realmente nunca estuvo disponible para aquellos de nosotros que somos ciudadanos de países prohibidos y que poseemos una visa de trabajo para no inmigrante, como las H-1Bs.
Si hoy decidiéramos salir de los EE.UU. para visitar nuestra tierra natal o familias, no podríamos retornar a nuestro país, a pesar de tener un trabajo, de haber construído un hogar y de tener aquí a nuestros seres queridos.
El fracaso de excluir de estas prohibiciones de viajes a personas que viven, trabajan y pagan impuestos en los Estados Unidos, incluso cuando han sido vacunados, ha causado gran ansiedad y estrés para muchos personas que contribuyen en gran medida al crecimiento del país. Las historias incluso de ciudadanos indios vacunados que volvieron a casa para enterrar a sus seres queridos y luego no se les permitió volver a EE.UU. fueron particularmente desgarradoras. Abundaron historias sobre funerales a los cuales mucha gente no pudo asistir, otros relatos sobre parejas separadas, y otros sobre años perdidos de las vidas de otros miembros familiares. A partir del carácter bizarro de estas normas, el gobierno de los Estados Unidos está perdiendo el respeto de aquellos que activamente eligieron este país.
Todos han sacrificado mucho durante el último año, por supuesto, así que no deberíamos pretender que estas restricciones de viajes son particularmente draconianas. Varios países han demostrado que sus políticas fronterizas bien focalizadas pueden tener beneficios claros de salud pública, al menos en cuanto a detener la ola de COVID-19 cuando la prevalencia de la enfermedad es baja.
De todos modos, mientras los casos en los Estados Unidos vuelven a aumentar, la continuidad de las normas que restringen el ingreso de países incluso de países de bajo riesgo o de los viajeros vacunados, mientras que permiten los viajes para otros grupos de alto riesgo o de pasajeros no vacunados, es totalmente ilógico.
Aquellos involucrados en esto lo reconocen, pero simplemente no parecen querer molestarse con cambiar las cosas, sin importar cuáles sean las consecuencias para su credibilidad.
* El autor, Ryan Bourne, es fellow R. Evan Scharf para la Comprensión Pública de la Economía en el think tank estadounidense The Cato Institute, en Washington, D.C.