SOCIEDAD: SERGIO JULIO NERGUIZIAN

El capitalismo se apropia de las banderas culturales de la izquierda: algo más sobre el nuevo invento de Occidente

Si por revolución entendemos un cambio substancial de la norma fundamental...

24 de Agosto de 2021

 

Si por revolución entendemos un cambio substancial de la norma fundamental y una alteración de los valores establecidos en torno a la idea de persona y propiedad, podemos afirmar que Occidente se dispone a ensayar un nuevo experimento que bien merece el calificativo.

Feminismo, Progresismo, Derecha, Izquierda, CapitalismoAtendamos, en rápida ojeada, a una lista de asuntos que las derechas aceptan como insoslayables en la orden del día, y respecto de las cuales no discuten la legitimidad de las propuestas, en un orden aleatorio que no significa tabla de prioridades.

1. Indigenismo. Se trata de visibilizar, entre nosotros, la situación de minorías étnicas que habitan un territorio antes de la conquista que latinos y anglosajones llevaron adelante en América, aunque el proceso de expansión violenta es tan antiguo como el hombre, y continúa hasta nuestros días en todo el globo. Típica reinvindicación de raigambre 'progresista', las organizaciones que se proponen la defensa del complejo de derechos presuntamente avasallados, reciben cuantioso aporte económico de instituciones radicadas en los países centrales del hemisferio. En el caso de Bolivia, el más emblemático, el Estado es ahora 'plurinacional', con el beneplácito de fundaciones nacidas y criadas en el riñón de las naciones dominantes, en el sentido de la clasificación de los Estados que estableciera Carlos Escudé

2. Agnosticismo. El ateísmo militante que caracterizó al anarquismo y en general a los socialismos, es hoy tomado por los partidos del establishment en su deriva conformista, el agnosticismo, el cual suspende la convicción religiosa y se acurruca en la comodidad de la duda. Claro que el capitalismo ha hecho un uso inteligente de la muerte de Dios, ejecutado sin proceso al amanecer. Ahora, declarando que la trascendencia espiritual es apenas un mito, y liquidando el frágil aliciente de la esperanza, el individuo de hoy es invitado a probar la droga blanda del consumismo frenético, a fin de hacer más tolerable la espantosa idea del tiempo, como una cuenta regresiva.

3. Relativismo. En su momento, el existencialismo de cuño francés se apoyó en las meditaciones sartreanas del concepto de cultura en Karl Marx. Concebida como superestructura de la clase dominante en su tarea de alienación de masas, la primera consecuencia consistió en una revisión crítica del sistema de valores del capitalismo, y la segunda, la demostración de que todo valor es histórico, es decir, contextuado en la coordenadas de tiempo y lugar. De ahí a negar la existencia de valores absolutos y universales y a considerar a la 'moral burguesa' un instrumento de control social, no había más que un breve paso. Ahora, Occidente manifiesta con naturalidad otrora escandalosa, que la herencia genital no condiciona la elección sexual, que el matrimonio admite nuevas versiones, que numerosas conductas antes calificadas de perversas, hoy son admitidas como expresiones de la voluntad libre del sujeto, y otras aplicaciones similares. El relativismo que seduce a Occidente tiene, recientemente, una deriva notable, en la popularización de la afirmación de que 'No existen los hechos, sino interpretaciones de los hechos'. Convertir a la historia en un relato intencionado y negar la posibilidad de acceso a la verdad (ejercicio entendido como un diletantismo presuntuoso), cierra el cerco sobre el indefenso 'hombre común', y lo empuja a la fangosa (única) realidad de la angustia. Ya no podrá evadir la trampa pero, a cambio (otra vez), se le invitará a 'clavarse' dosis crecientes de bienes y servicios, prevalentemente superfluos y prescindibles y, en consecuencia, irresistibles a la hora de ahogar la irresuelta cuestión de la finitud.

4. Fundamentalismo ecologista. Asociado inicialmente a partidos europeos de izquierda, esta cuasi-religión tuvo dos objetivos centrales. En primer plano, reflejó una preocupación genuina por el deterioro del ecosistema terráqueo. Pero, como discurso proselitista, buscó sumar las voluntades de los perjudicados que imaginó innumerables y, al mismo tiempo, negó al capital el derecho de modificar el entorno sin ajustarse a lo que sería el manual de supervivencia planetaria. De alguna manera, el ecologismo levantó una bandera indiscutible sobre la base de realidades innegables, pero pretendió avanzar en la idea de que el capital (especialmente el 'altamente concentrado') debía restringir su vocación por la expansión infinita y respetar el código que impusiera la voluntad popular. Todos los partidos de la burguesía de actualidad han expropiado las banderas primigenias, e incluyen la cuestión en sus propuestas. Lo han hecho de manera tan entusiasta que, aún cuando, en rigor, las proposiciones no pasan del discurso armonizado con la idea de lo políticamente correcto, el tema ha sido 'colectivizado', hasta logar el objetivo final: la esterilización práctica del programa.

5. Feminismo. La lucha por los derechos civiles y políticos de las mujeres constituyó desde los albores del siglo XX en particular, una tarea de anarquistas y socialistas. El rol del varón en la familia era asociado al de la clase dominante en la sociedad y, en consecuencia, la mujer representaba la postración proletaria. Las derechas se opusieron en su momento -entre nosotros- al voto femenino y, aún en 1970 todavía, el Código Civil incluía a la mujer casada entre los 'incapaces relativos', determinando que la misma, al contraer nupcias, perdía la administración de sus bienes. Hoy, la equiparación de oportunidades para la mujer en lo laboral y en lo político es un reclamo de todos los partidos de la burguesía argentina, los que han votado numerosas normas destinadas a paliar la desigualdad derivada del género. La ley que autoriza, en determinadas condiciones, la interrupción voluntaria del embarazo, ratifica la idea de que el cuerpo es propiedad legítima de la mujer, y ámbito en el que puede ejercer una de las formas de la libertad. 
 
Muy lejos de las fantasías conspiranoides, entendemos que Occidente defiende inteligentemente al sistema más exitoso en la historia humana. En los últimos doscientos años, ha presenciado la agonía de toda otra forma de organización de la relación entre el capital y el trabajo.

La novedad de estos tiempos consiste en que su futura supervivencia, en un contexto sin modelos adversarios, habrá de basarse en la fagocitación de las banderas de las ideologías que soñaron con su liquidación. Al apropiarse del credo cultural de las izquierdas, reserva a las derechas el control de la economía, y ensaya un elíxir que le permite soñar con la inmortalidad.


 
Sobre Sergio Julio Nerguizian

De profesión Abogado, Sergio Julio Nerguizian oficia de colaborador en El Ojo Digital (Argentina) y otros medios del país. En su rol de columnista en la sección Política, explora la historia de las ideologías en la Argentina y el eventual fracaso de éstas. Sus columnas pueden accederse en éste link.