En una arriesgada maniobra, Vladimir Putin incrementa el estado de alerta de sus fuerzas nucleares
El pasado domingo, el presidente ruso Vladimir Putin ordenó a su liderato militar que...
El pasado domingo, el presidente ruso Vladimir Putin ordenó a su liderato militar que eleven la alerta de sus fuerzas nucleares, en simultáneo con la guerra de Moscú contra Ucrania. Se desconocen los detalles de la orden presidencial, sin embargo. Ahora mismo, muchas de las fuerzas nucleares estratégicas de la Federación Rusa con capacidad de alcanzar el territorio continental de los Estados Unidos, por ejemplo, ya se encuentran en el nivel más elevado de alerta.
Este novedoso desarrollo podría consignar una serie de cambios, que van desde la preparación para el armado de misiles tácticos con cabeza nuclear, al despliegue de fuerzas nucleares al mar, y llegando también a la orden de dispersión de las unidades móviles de misiles.
Asimismo, es imposible conocer las verdaderas intenciones de Putin, quien parece comportarse con desaprensión. Lo que hoy se sabe es que la decisión del mandatario ruso es injustificada, altamente provocativa, y que remite a un nuevo recordatorio al respecto de la relevancia de la disuasión nuclear.
Por principio, el hecho de elevar el alerta nuclear es una maniobra agresiva, provisto que la seguridad de Rusia no se encuentra bajo amenaza. la injustificable invasión de una nación soberana y la amenaza de emplear armamento atómico para el caso en que la acción militar convencional no prospere, difícilmente constituye razón para recurrir a las armas más letales disponibles.
Infortunadamente, y sin embargo, la amenaza nuclear de Putin nada tiene de novedoso. Días antes de que las fuerzas rusas ingresaran en suelo ucraniano, Moscú llevó a cabo ejercicios nucleares masivos, los cuales ensayaron los protocolos para el lanzamiento de misiles crucero y misiles balísticos.
A comienzos de febrero, Putin emitió una sutil amenaza nuclear, recordando a Occidente que, de unirse finalmente Ucrania a OTAN, 'Rusia es una de las potencias nucleares líderes, y es superior a muchas de esas naciones en términos de cifras de modernos componentes en su fuerza nuclear'.
Ello, sin mencionar que Rusia mantiene un stock superior a las dos mil armas nucleares tácticas, incorporadas a su estrategia básica de combate. En rigor, la reciente provocación nuclear sintoniza con la arriesgada doctrina rusa que exige 'aumentar el nivel de la amenaza para ganar', allí donde Moscú se reserva el derecho de emplear armas nucleares ante un eventual concierto de guerra convencional -a efectos de forzar al oponente a retroceder en el terreno.
El presente desarrollo no implica que la ciudadanía en los Estados Unidos ingrese en estado de pánico, de cara a un eventual conflicto nuclear. El lanzamiento de este tipo de armas -ya fuere en suelo ucraniano o en territorios de Estados-miembro de OTAN- probablemente no ayude a Putin a consolidar sus objetivos. Al hacerlo, sólo lograría intensificar una réplica internacional, coqueteando con la posibilidad de un ataque nuclear desde OTAN contra territorio ruso.
Con toda probabilidad, Putin se ha volcado a la amenaza nuclear porque entiende que el conflicto de orden convencional no estaría obsequiándole los resultados esperados. Los ucranianos han estado repeliendo los ataques de modo exitoso por el momento, en tanto la comunidad internacional respalda a Kiev.
Rehusándose a aceptar un eventual fracaso, Putin se ve obligado a enviar un mensaje de fortaleza en torno a Rusia.
No obstante, algunos informes consignan que Putin se exhibe 'extraviado' -en apariencia, prisionero de un comportamiento paranoide e irracional, al comparárselo con su impostura habitual. Y, en medio del nebuloso concierto bélico que se desarrolla entre países en pleno siglo XXI, evento acaso inimaginable pocos meses atrás, cualquier cosa puede suceder.
Occidente debe insistir en sus mecanismos de presión contra la guerra de Putin contra una nación inocente, al tiempo que habrá de considerar una reducción de la intensidad, para hacer que el mandatario ruso retroceda de su propia amenaza.
Las acciones rusas, sin embargo, nos recuerdan la importancia de la disuasión nuclear. Durante años, los Estados Unidos hicieron a un lado su arsenal atómico, bajo la presunción de que un conflicto nuclear quedaría como una mera reliquia de la Guerra Fría.
Ahora, Washington trastabilla a la hora de modernizar sus misiles y cabezas nucleares, desarrolladas docenas de años atrás y que están acercándose a la obsolescencia.
De cara a la próxima Evaluación de la Posición Nuclear de los EE.UU., será crítico que la Administración Biden asuma un compromiso en pos de la modernización del programa nuclear estadounidense, a criterio de garantizar que el país pueda ejercitar un modelo de disuasión nuclear creíble en las próximas décadas.
De igual manera, la presente Administración deberá resistir a presiones de la izquierda política, que insiste en recortar la capacidad nuclear americana. La reciente orden de elevar el alerta de las fuerzas rusas por parte de Putin debería ser suficiente para impedir un debilitamiento de la doctrina disuasiva de los Estados Unidos.
Conforme lo ha certificado el conflicto en curso, y la propia esencia del conflicto a lo largo de siglos, la debilidad frente a la flagrante agresión nunca tiene éxito.
Y, tal como hemos aprendido a lo largo del pasado fin de semana, las amenazas nucleares son reales; en tanto las preocupaciones en torno de una guerra nuclear en pleno siglo XXI también lo son. De cara al futuro, la Administración Biden deberá preservar una posición nuclear para el país se abrace a la recurrente relevancia de la disuasión ante esta peligrosa realidad.
Artículo original, en inglés
* La autora, Patty-Jane Geller, es analista en política pública y sus trabajos se enfocan en disuasión nuclear y defensa misilística en el Centro para la Defensa Nacional; en el seno del think tank The Heritage Foundation, Washington, D.C..