Dividir para sumar: la grieta promovida al interior del FdT pretende salvar al Movimiento
Puede suponerse -con argumentos e inferencias sólidas- que fomentar fracturas no definitivas...
16 de Marzo de 2022
Puede suponerse, con argumentos e inferencias sólidas, que fomentar fracturas no definitivas hacia el interior de un Frente controlado por el justi-cristinismo constituye una táctica inteligente -táctica en tanto conjunto de reglas, procedimientos, maniobras y trucos orientados hacia la consecución de un objeto central y prominente. E inteligente, conforme revela la capacidad de proponer soluciones a problemas nuevos, es decir, inéditos.
Como se sabe, la idea de Movimiento se las arregla para sobrevivir, en cualesquiera de las derivas del peronismo primigenio: en Carlos Saúl Menem, en Néstor Kirchner, en Cristina Fernández; más allá de la presentación ideológica determinada por las coordenadas de tiempo y espacio, resulta invariable la preocupación por evitar que las alas (esto es, las exaltaciones a derecha e izquierda) abandonen el Movimiento. El General Perón repetía, desde su antológica picardía: 'Yo soy como el Papa: estoy para bendecir a todos, porque mi tarea es estratégica. A nivel de los dirigentes, se dan los enfrentamientos inevitables. Pero, en este nivel, la discusión es acerca de la mejor táctica. Y yo los dejo hacer'. Claro está que Cristina está lejos de la estatura de Pontífice, pero el rol aglutinador de la dispersión ideológica ha sido transferido al tándem inestable Presidente-Vicepresidente, aunque con menos eficacia y credibilidad que su ilustre antecesor.
Ninguna historia se repite porque -como sostuviera notablemente Heráclito- El río nunca es el mismo. La Vicepresidente habrá de actuar inteligentemente: para el 2023 electoral, restan apenas dieciocho meses y, si las elecciones se llevaran a cabo hoy mismo, de ninguna manera le estaría asegurado el triunfo. El electorado progresista se conforma con electores independientes (sin compromiso determinado con partido alguno) y por un segmento que crece lentamente, dominado por el trotskismo militante. Bolivia, Perú y Chile cuentan hoy con gobiernos de, cuando menos, inspiración marxista, y acaso el gigante Brasil continúe con esa tendencia, a partir de un eventual retorno de Lula Da Silva. El efecto demostración permite vislumbrar que, en ese contexto internacional, es previsible un crecimiento de las izquierdas. En cualquier estimación prudente, tras una gestión plagada de adversidades y de errores no forzados, el FdT puede aspirar a un triunfo electoral a nivel nacional, por una ventaja de dos o tres puntos. A estas alturas de la evaluación, la conclusión es medianamente obvia: el justi-cristinismo no puede permitirse el lujo suicida de tolerar que el elector progresista abandone su voto de 2019, convencido de que Alberto Fernández es, sólo y en el mejor de los casos, un burgués bienintencionado. La grieta que cavó con notable desprolijidad -pero con punch publicitario asegurado- el vehemente Máximo Kirchner parece anunciar a viva voz, llevando la tensión interna de su Partido al límite, que los progresistas pueden aún confiar en el Gran Giro Hacia la Izquierda, a tono con la aventura que en su momento tutelara Mao Tse Tung. La repetición del consabido repudio al Fondo Monetario Internacional (FMI) se orienta en aquélla dirección, aún cuando se trate de un recurso desvalorizado, dadas las reiteradas oportunidades en que fuera enarbolado por quienes jamás soñaron con la instauración de un socialismo real en el país. Ha sido tal la versatilidad práctica de responsabilizar al organismo de crédito como causa de la frustración argentina que, al día de la fecha, ha extraviado su genuina relevancia. Cristina Fernández lo sabe, pero ordena izar la descolorida bandera, por la sencilla razón de que no hay otra a mano que ofrezca una relación costo-beneficio más atractiva.
Como se sabe, la idea de Movimiento se las arregla para sobrevivir, en cualesquiera de las derivas del peronismo primigenio: en Carlos Saúl Menem, en Néstor Kirchner, en Cristina Fernández; más allá de la presentación ideológica determinada por las coordenadas de tiempo y espacio, resulta invariable la preocupación por evitar que las alas (esto es, las exaltaciones a derecha e izquierda) abandonen el Movimiento. El General Perón repetía, desde su antológica picardía: 'Yo soy como el Papa: estoy para bendecir a todos, porque mi tarea es estratégica. A nivel de los dirigentes, se dan los enfrentamientos inevitables. Pero, en este nivel, la discusión es acerca de la mejor táctica. Y yo los dejo hacer'. Claro está que Cristina está lejos de la estatura de Pontífice, pero el rol aglutinador de la dispersión ideológica ha sido transferido al tándem inestable Presidente-Vicepresidente, aunque con menos eficacia y credibilidad que su ilustre antecesor.
Ninguna historia se repite porque -como sostuviera notablemente Heráclito- El río nunca es el mismo. La Vicepresidente habrá de actuar inteligentemente: para el 2023 electoral, restan apenas dieciocho meses y, si las elecciones se llevaran a cabo hoy mismo, de ninguna manera le estaría asegurado el triunfo. El electorado progresista se conforma con electores independientes (sin compromiso determinado con partido alguno) y por un segmento que crece lentamente, dominado por el trotskismo militante. Bolivia, Perú y Chile cuentan hoy con gobiernos de, cuando menos, inspiración marxista, y acaso el gigante Brasil continúe con esa tendencia, a partir de un eventual retorno de Lula Da Silva. El efecto demostración permite vislumbrar que, en ese contexto internacional, es previsible un crecimiento de las izquierdas. En cualquier estimación prudente, tras una gestión plagada de adversidades y de errores no forzados, el FdT puede aspirar a un triunfo electoral a nivel nacional, por una ventaja de dos o tres puntos. A estas alturas de la evaluación, la conclusión es medianamente obvia: el justi-cristinismo no puede permitirse el lujo suicida de tolerar que el elector progresista abandone su voto de 2019, convencido de que Alberto Fernández es, sólo y en el mejor de los casos, un burgués bienintencionado. La grieta que cavó con notable desprolijidad -pero con punch publicitario asegurado- el vehemente Máximo Kirchner parece anunciar a viva voz, llevando la tensión interna de su Partido al límite, que los progresistas pueden aún confiar en el Gran Giro Hacia la Izquierda, a tono con la aventura que en su momento tutelara Mao Tse Tung. La repetición del consabido repudio al Fondo Monetario Internacional (FMI) se orienta en aquélla dirección, aún cuando se trate de un recurso desvalorizado, dadas las reiteradas oportunidades en que fuera enarbolado por quienes jamás soñaron con la instauración de un socialismo real en el país. Ha sido tal la versatilidad práctica de responsabilizar al organismo de crédito como causa de la frustración argentina que, al día de la fecha, ha extraviado su genuina relevancia. Cristina Fernández lo sabe, pero ordena izar la descolorida bandera, por la sencilla razón de que no hay otra a mano que ofrezca una relación costo-beneficio más atractiva.
Hace apenas horas, la izquierda violenta cayó en una trampa sencilla pero igualmente astuta. Desde la vicepresidencia, se ordenó no vallar el Congreso porque, si el pueblo no puede expresarse, será acaso porque se definen e implementan políticas públicas que lo perjudican. Bastó con un puñado de doscientos o más desquiciados para edificar una teatralización exagerada. Bombas de pintura marcaron el despacho de la Vice, y los confiados postigones abrieron sus generosas palmas para permitir que algunas pedradas se colaran en el injuriado despacho, que apenas minutos antes había sido prudentemente desalojado. Quiso el capricho de los dioses que el único testigo fiel del atropello fuera una cámara que, como otra fina ironía divina, enmarcara el ventanal con el equilibrio visual que provocaría la envidia de un Francis Ford Coppola -por citar a algún prestigioso director. El mensaje emergente podría sintetizarse del siguiente modo: el justicialismo kirchnerista es aún la única esperanza para quienes sueñan con un proyecto progresista moderno, realista, y aggiornado a los tiempos que corren.
No parece detectarse acting alguno en la conducta de Cristina. Probablemente, crea ella que la supervivencia de su Partido depende de que logre impedir que los desaciertos de Alberto Fernández -de cuya designación y responsabilidad se exime- produzcan una diáspora del ala izquierdista. En 2023, el voto de núcleos hasta hoy minoritarios -aunque de crecimiento previsible- desempeñarán un rol decisivo.
Puertas adentro del Frente de Todos, las discrepancias se exhiben en franco estado de ebullición. Cristina espera que, en el interior de lo que parece una proverbial bolsa de gatos, haya en realidad la algazara propia de un festín inocente y lujurioso.
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@Atlante2008
Sobre Sergio Julio Nerguizian
De profesión Abogado, Sergio Julio Nerguizian oficia de colaborador en El Ojo Digital (Argentina) y otros medios del país. En su rol de columnista en la sección Política, explora la historia de las ideologías en la Argentina y el eventual fracaso de éstas. Sus columnas pueden accederse en éste link.