Ecuador: la democracia liberal les estorba

'Yo no soy violento', declaró Leónidas Iza Salazar, en una entrevista concedida tras resultar electo como presidente de la CONAIE.

Suele repetir lo mismo ante los medios de comunicación. Sin embargo, el ropaje de oveja engaña a pocos, sobre todo a quienes nos hemos tomado el tiempo de leer su libro Estallido (Red Kapari, agosto 2020), vinculado a los disturbios de octubre de 2019. El libro revela con una claridad extraordinaria que a Iza y sus co-autores (uno de los cuales es el actual Secretario de la Casa de la Cultura, Andrés Madrid) les estorba la democracia liberal.

 

Este fenómeno se repite en varios países de América Latina. Surge algún personaje que se autoproclama como representante de todos los indígenas —como si fuesen una masa unida entre sí— cuando no de todo “el pueblo”. Puede ser Rigoberta Menchú en Guatemala, Evo Morales en Bolivia; aquí, Leónidas Iza Salazar, o bien Jaime Vargas. Obsérvese que, en todos los casos anteriores, menos en el de 'Menchú', los apellidos son de origen ibérico. Y en el caso de Menchú, cuyo testimonial bestseller Me llamo Rigoberta Menchú, y así me nació la conciencia, fue expuesto como una colección de mentiras y verdades a medias por el periodista del New York Times, David Stoll. Por supuesto, la reacción de Menchú fue la de acusar de racismo a cualquiera que cuestionase “su verdad”.

 

La familia Iza, en cambio, vive de la política. En la comunidad de Toacaso, la familia es considerada una dinastía. Según un reportaje del matutino ecuatoriano El Universo, su padre fue presidente del MICC y peleó con el apoyo de su esposa Rosa Salazar por una reforma agraria, mientras que otros familiares han ocupado cargos importantes en la dirigencia política, en el sector público, o en organizaciones no gubernamentales internacionales. 

 

Iza, como Menchú, es experto en el arte de la victimización. Hace gala de un perverso moralismo marxista, como cuando sentenció que quitar el subsidio a los combustibles era violencia, para luego justificar los desmanes de octubre de 2019. Señaló entonces que la violencia es inevitable “en la perspectiva marxista” y que la misma “no es una opción, sino el resultado de una situación insoportable acumulada (...) Es una increpación al orden socialmente imperante”.

 

No obstante, ¿cuál es el orden social alternativo que esos referentes proponen? Lo dicen claramente en la conclusión de su libro: “La luz al final del túnel proviene de la afirmación creída, buscada e impostergable: comunismo indoamericano, o barbarie”. 

 

En la mal concebida búsqueda de una justicia intergeneracional y/o plurinacional, terminan minando las bases del progreso: un Estado de Derecho sólido que garantice a las personas la igualdad ante la ley, la división de poderes, la responsabilidad individual, la presunción de inocencia, el respeto a la propiedad privada, etcéteras.

 

Pero sucede que a Iza y compañía les estorban la democracia liberal, así como también los derechos fundamentales de los individuos. En tal virtud, suelen saltarse el proceso vigente y establecido en la constitución, para realizar cambios por la vía democrática -y pretenden hacerlo mediante la presión en las calles.

 

Si bien Ecuador no es aún una democracia liberal, tal debería continuar siendo nuestro norte. Los ciudadaonos ecuatorianos debemos tolerar todo, con excepción de los esfuerzos en pos de abrazarse a la violencia como herramienta para consolidar cambios políticos.